La presidencial chilena más allá del follaje

Por Nicolás Jofré Vergara

El proceso electoral que vive Chile se presenta como un episodio diferente a los acontecidos desde el retorno a la democracia. No se trata solo de una elección más, sino de la primera ocasión en que proyectos políticos tan distantes se enfrentan en una misma instancia inicial, pero también la primera elección presidencial que vuelve al voto obligatorio con inscripción automática (cumpliendo mayoría de edad 18 años), lo que lo hace histórico, pero también difícil de estimar resultados en un escenario único de la vida democrática chilena.

Es menester señalar que el actual presidente, se enfrentó en las elecciones pasadas (2021), contra uno de los candidatos que suena en las encuestas 2025, a la sazón la elección era con voto voluntario donde participaron 8.364.534 personas. En dicha elección los resultados fueron 55,87% (4.620.671 votos) para el actual presidente Gabriel Boric y 44,13% (3.649.647 votos) para el candidato republicano Jose Kast.

En esta carrera presidencial, se le ha sumado el aumento de la población migrante (1,9 millones a enero 2025), con ello discriminación y xenofobia, según Claves IPSOS en su informe 40, el “78% de las y los migrantes ha sufrido alguna vez discriminación o xenofobia. Pero, solo 11% indica que esto ocurre frecuentemente, mientras que 36% reporta que le ha ocurrido a veces y 31% rara vez” (IPSOS, 2025: 4).

Sumado el aumento en los delitos de secuestro, sicariato y homicidios, la percepción de inseguridad, han llevado al gobierno a crear el Ministerio de Seguridad Pública, el que está envuelto en escándalos de sueldos millonarios, CV no relacionados con la materia, pero sí con la confianza de partidos de gobierno. A todo esto, se le suma, la promesa de campaña de ser el vehículo de un ciclo transformador, pero que terminó atrapado entre expectativas desbordadas (aprobación del primer borrador constitucional) y la realidad de un Congreso fragmentado (67 Diputados de gobierno 74 de oposición, ocho DC y seis independientes).

A todo lo anterior, se añade el peso simbólico de dos intentos fallidos de cambio constitucional, que dejaron instalada una suerte de fatiga ciudadana respecto a lo que fuera la salida institucional del estallido social chileno. Ese doble trasfondo tensiona la campaña actual: la izquierda aparece golpeada, aunque con capacidad de articular una nueva coalición que incorpora de centro a izquierda, mientras que la derecha, pese a su dispersión, se presenta como la voz de la estabilidad y con un discurso de orden, seguridad y límite a la migración.

En este escenario, la candidatura de Jeannette Jara, militante del Partido Comunista, logró articular tras su triunfo en primarias del sector y contar con el respaldo de un amplio espectro de fuerzas de centroizquierda: Frente Amplio, Partido Socialista, Partido Liberal, Federación Regionalista Verde Social, Partido Por la Democracia, Partido Radical, Acción Humanista y la Democracia Cristiana. La magnitud de esos apoyos, obliga a moderar pasiones desde las posiciones más de izquierda y centro de la coalición, de manera que su candidatura debe apostar a un esfuerzo de convergencia que pueda dar forma a una coalición progresista con vocación de gobierno. Por su parte, Marco Enríquez Ominami se mantiene como independiente de centroizquierda y Eduardo Artés como referente de la extrema izquierda.

En contraste, el mundo de la derecha se muestra fragmentado. Evelyn Matthei representa a la Unión Demócrata Independiente y cuenta con el apoyo de Renovación Nacional, Evópoli y Demócratas, siendo una especie de continuidad de Chile Vamos. Mientras que José Kast se posiciona desde el Partido Republicano con el respaldo del Partido Social Cristiano, en una propuesta de derecha conservadora en lo social pero liberal en lo económico. A este cuadro se añade la candidatura de Johannes Kaiser con apoyo del Partido Nacional Libertario sosteniendo principios de una derecha libertaria, donde el propio candidato se distanció de Kast con la frase “¡Yo no me meto en la cama de la gente!”. Ahora bien, la presencia de Franco Parisi con el Partido de la Gente, intenta ocupar un espacio en la centroderecha.

Más allá de la oferta programática, lo llamativo es que en debates y entrevistas a la candidata Jeannette Jara por su militancia comunista, se le consulte por Cuba, Venezuela, China, etc. Pero como contrapartida, se observa la pérdida de pudor de ciertos sectores de la derecha en su simpatía con la dictadura. Lo que en la década del noventa aparecía como un lastre que debía disimularse, hoy se asume abiertamente como identidad política.

Kaiser en Julio decía “sin duda, absolutamente apoyaría un nuevo golpe de Estado en caso de repetirse circunstancias similares a las de 1973”, Matthei, en abril decía en medios “mi posición es que no había otra (opción). Que nos íbamos derechito a Cuba”, mientras en Agosto Kast señalaba “el Congreso no es tan relevante como se imaginan” y sugirió que un eventual gobierno podría gobernar principalmente a través de decretos y facultades administrativas”.

Durante este tiempo se han relativizado públicamente violaciones a los derechos humanos, instalando exabruptos que ya no generan el escándalo de antes, sino que se convierten en banderas frente a un electorado que siente nostalgia por la “mano firme”, de los militares en la calle, los toques de queda, etc. Se trata de un desplazamiento cultural, peligroso que potencia el negacionismo y donde la memoria histórica se transforma en campo de disputa electoral.

El clima social también marca la elección de las agendas de gobiernos. La inseguridad se ha instalado como el encuadre general de todas las candidaturas. Desde la centroizquierda hasta la derecha más dura, el imperativo es mostrar determinación frente al crimen organizado, el narcotráfico y la migración irregular.

Como un candidato de irrupción se levanta el independiente Harold Mayne-Nicholls, que busca abrir un espacio en el centro político, agregando un matiz inusual a la contienda.

Lo interesante es que este mosaico de candidaturas no puede interpretarse solo desde la superficie ideológica. Torcuato Di Tella propuso en su momento la llamada teoría del rabanito, según la cual lo visible de “los discursos, las etiquetas partidarias, los programas” constituye apenas el follaje, mientras que lo decisivo se encuentra en las raíces: “las estructuras sociales y los conflictos de fondo entre sectores populares y élites económicas”. Desde esa mirada, lo que hoy se expresa en Chile no es únicamente una competencia entre programas de gobierno, sino la manifestación de tensiones más profundas, donde la clase media vuelve a ocupar un lugar oscilante, a menudo inclinada hacia opciones conservadoras. El cuadro electoral de 2025, presenta una oferta política variada que se despliega en múltiples direcciones, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, sea conservadora o libertaria, con experimentos de centro que buscan capitalizar la desafección ciudadana y recuperar votantes que los otros candidatos no logran atrapar. Al menos en la primera posible vuelta, se observa un cambio en la histórica lógica de bloques que ordenó la política chilena en las últimas décadas, si la centroizquierda saca provecho de la dispersión de la derecha podría hacerse realidad la simulación de sillacaliente.cl en relación a los escaños del congreso.

Escenario Electoral Proyectado

Fuente: Sillacaliente.cl / StreamData

Entender este fenómeno exige, en palabras de Di Tella, mirar más allá del follaje. La política chilena sigue siendo un reflejo de la sociedad que la produce, donde se observan los mismos fenómenos pre estallido social, permanente desigualdad, una sociedad fragmentada y en tensión entre demandas de justicia social y la defensa de intereses establecidos. Lo que está en juego, entonces, no es solo quién ocupe la presidencia, sino el modo en que esas fracturas históricas encuentran o no un cauce institucional.

Nicolás Jofré Vergara (Chile) es administrador público por la Universidad de Concepción y candidato a doctor en Administración y Políticas Públicas por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Posee un magíster en Análisis Sistémico Aplicado a la Sociedad y postítulos en Teorías de Género y Teoría de Sistemas Sociales por la Universidad de Chile, además de formación internacional en gestión pública y liderazgo territorial en España. Con más de diez años de experiencia académica y profesional, ha ejercido funciones como Jefe de Carrera de Administración Pública y director del Magíster en Migraciones, Derechos Humanos y Gestión Social en la Universidad Viña del Mar. Actualmente se desempeña como docente – investigador en la Universidad Católica de Temuco, donde desarrolla actividades de docencia, investigación y vinculación con el medio. LinkedIn: Nicolás Jofré Vergara. Correo electrónico: njofre@uct.cl

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