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Semillas del cambio

Por Fede Abreu Silveira

El movimiento del 15M emergió como una protesta que desafiaba los fundamentos de nuestro sistema representativo, convocando a una participación masiva que englobó a miles de personas en toda España. Sin embargo, en la actualidad, la izquierda española se encuentra considerablemente distanciada de aquellos momentos de participación multitudinaria ¿Qué ha sucedido en el camino?

Introducción

Entre mayo y octubre de 2011, cientos de miles de personas salieron a las calles, en una movilización que varió en su grado de espontaneidad, para demandar un cambio radical en las reglas de la democracia. Este período marcó un hito en la participación y organización ciudadana, dando lugar a múltiples expresiones de descontento. Una de estas manifestaciones desembocó en la formación de Podemos, un partido político que se propuso canalizar esas demandas para institucionalizar los cambios desde dentro del sistema. En sus inicios, una de las claves fundamentales fue la preservación de un modelo participativo y asambleario en la toma de decisiones.

Sin embargo, en la actualidad, la participación en estos espacios ha experimentado una drástica reducción. ¿Qué ha ocurrido para que la ciudadanía se aleje de estos ámbitos decisorios? ¿Son factores internos o externos los que inciden en esta disminución de la participación? Estas interrogantes, y otras más, son el foco de atención de este artículo, que busca arrojar luz sobre las causas que han llevado a este cambio y sus implicaciones para el activismo político en España.

Las Razones del 15M

El surgimiento del movimiento del 15M se enmarca en un contexto cargado de antecedentes tanto internos como externos. A partir de 2008, España y gran parte de Europa se vieron afectadas por las secuelas de la denominada Gran Recesión. El declive económico y las políticas impulsadas por la Unión Europea sentaron las bases para el surgimiento de manifestaciones espontáneas que exigían un cambio en las reglas del juego político.

La publicación del libro “¡Indignaos!” de Stéphane Hessel, el impacto mediático de la Primavera Árabe, el movimiento Geração à Rasca en Portugal, las revueltas en Grecia de 2008 y las protestas en Islandia contra el pago de la deuda, son algunos de los antecedentes que contextualizan el surgimiento del 15M.

Bajo el lema “Democracia Real Ya, no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, la ciudadanía española tomó las calles para exigir un cambio de paradigma. Las demandas del 15M demostraron una transversalidad hasta entonces inédita. Se clamaba por una transformación en los modelos de representación política, así como por una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones estratégicas. Los reclamos abarcaban una amplia gama de áreas, desde vivienda, sanidad y empleo hasta juventud, reforma fiscal y una extensa lista de demandas con las que la ciudadanía global se identificaba.

Junto a estas demandas, y no menos significativo, el movimiento introdujo un nuevo enfoque en la práctica política. La participación no se limitaba meramente a la presencia física. Entre las características más destacadas de este enfoque participativo se incluyen: la horizontalidad en la toma de decisiones, la inclusión de diversos sectores de la sociedad, la organización en redes, la no violencia como principio rector, el énfasis en lo colectivo sobre lo individual, la reflexión estratégica en lugar de la mera operatividad, el empoderamiento y el fomento de liderazgos horizontales.

De la plaza a la institución

Con el tiempo, se hizo evidente que la movilización ciudadana requería influir en espacios institucionales. Se comprendió que el cambio no podía lograrse únicamente desde las calles, sino que era imprescindible acceder a las instituciones para establecer una nueva forma de hacer política que desafiara la lógica bipartidista dominante.

En este proceso, surge Podemos como partido político, adoptando tanto las demandas expresadas en el 15M como, especialmente, una forma de organización que preservara el espíritu asambleario y horizontal.

Es relevante destacar que –en los primeros años– la participación, tanto en eventos presenciales como en consultas telemáticas, experimentó un crecimiento notable. A modo de ejemplo, en 2018, durante la consulta sobre la permanencia de los líderes Pablo Iglesias e Irene Montero, participaron cerca de 190.000 militantes.

La caída en la participación

La disminución en la participación se ha hecho notable en las últimas consultas ciudadanas. En noviembre de 2023, cuando se presentó la nueva hoja de ruta, participaron 31.000 personas, y en las primarias que llevaron a Irene Montero al primer puesto para las elecciones al Parlamento Europeo, votaron poco más de 36.000. Aunque estas cifras siguen siendo significativas, claramente algo ha cambiado. Es probable que esta transformación tenga explicaciones tanto externas como internas al partido.

Entre las explicaciones del contexto, es importante señalar que varios actores han experimentado una reducción en su capacidad para convocar a militantes. El sistema político en su conjunto ha estado enfrentando una creciente desafección durante años, lo que ha resultado en una disminución en la participación de todas las fuerzas políticas. De hecho, un ejemplo relevante es el Movimiento Sumar, de reciente creación, que surge como una plataforma aglutinadora de diversas fuerzas de izquierda y cuenta con alrededor de 70.000 inscritos. Este proceso de retroceso también se ha observado en otros ámbitos, como los sindicatos, que han experimentado una caída gradual en su afiliación en las últimas décadas.

Otro factor externo que contribuye a explicar este fenómeno es la pandemia de 2020. Tras un impulso de organización espontánea que llevó a pensar que estábamos presenciando un renacimiento de lo colectivo, rápidamente, con el retorno a la normalidad, ese entusiasmo comenzó a desvanecerse, y el panorama resultante fue aún menos alentador que antes de la pandemia.

En el complejo entramado de la participación política, diversos factores internos también contribuyen a la disminución de la implicación ciudadana. Las frecuentes escisiones dentro de la izquierda, que generan desilusión; un alejamiento ocasional de las preocupaciones de la ciudadanía en favor de debates internos; la dificultad para dotar de contenido coherente a múltiples procesos participativos simultáneos; la tendencia a regresar a liderazgos individuales; y la presión por tomar decisiones de forma inmediata, relegando procesos reflexivos que demandan calma y análisis profundo, son solo alguno de ellos.

Otros agentes

Por otra parte, resulta que, en contraposición a la idea individualista que parece prevalecer, una parte significativa de la ciudadanía busca activamente espacios de participación para contribuir a la transformación de la sociedad. Solo como ejemplo, el número de personas que participan en actividades de voluntariado se acerca a los 4,5 millones, según datos de la Plataforma del Voluntariado de España (PVE). Además, otros movimientos de participación, como el movimiento feminista, el activismo contra el cambio climático o el movimiento de pensionistas, logran una adhesión y participación considerable en sus respectivas movilizaciones.

Entonces la pregunta es: ¿cuál es la diferencia entre unos y otros? ¿Por qué en algunos casos la participación es masiva, pero cuesta tanto en otros que la gente se acerque?

Entre las múltiples causas, una central parece ser el convencimiento indudable de que la participación tendrá un impacto directo en la resolución de problemas que afectan directamente a las personas involucradas. Un elemento común entre estos movimientos es que quienes participan viven los problemas en primera persona y les motiva construir soluciones colectivas porque se identifican directamente con el sujeto político involucrado.

Hacia la reconexión

Así, para reconectar con la población, es crucial que la izquierda española en general, y Podemos en particular, analicen a fondo el vínculo entre sus reivindicaciones y los significados que movilizan a los diversos sujetos políticos que pretenden representar.

Si se desea recuperar aquellos valores tan característicos que se heredaron del 15M, como la horizontalidad, la heterogeneidad y los liderazgos compartidos, es hora de enfrentar reflexiones profundas. Esto implica cuestionar las prácticas actuales y buscar formas innovadoras de fomentar una participación más inclusiva y significativa. Es fundamental abrir espacios de diálogo y debate donde se escuchen, se admitan y respeten las diversas voces y perspectivas. En última instancia, recuperar estos valores requerirá un esfuerzo colectivo y continuo por parte de todos los actores políticos y sociales comprometidos con la construcción de una democracia más participativa, inclusiva y justa.

Además, ya desde un enfoque metodológico, será esencial abordar las siguientes preguntas: ¿Qué significa realmente participar en el contexto político y social? ¿Cuál es el propósito fundamental de promover la participación ciudadana? ¿Cuáles son los mecanismos efectivos para gestionar la participación de manera inclusiva y equitativa? Y, por último, ¿quiénes son los actores clave responsables de dinamizar y facilitar la participación activa de la ciudadanía en los procesos políticos y sociales?

Cuando reflexionamos sobre el “qué” de la participación, nos referimos a dos ámbitos que suelen confundirse: la militancia y el activismo. La militancia implica un compromiso más constante, que va más allá de la acción inmediata, incluyendo la reflexión política y la consideración de perspectivas a largo plazo. Por otro lado, el activismo se centra en acciones concretas y más inmediatas, como participar en marchas o distribuir folletos. Ambas formas de participación son igualmente válidas, pero se basan en motivaciones y enfoques diferentes.

En cuanto al “para qué” de la participación, es crucial considerar los objetivos y las motivaciones tanto de la militancia como de la dirigencia. ¿Se busca simplemente la presencia en ciertos espacios de decisión, o se aspira a tener un andamiaje colectivo real en la transformación de las estrategias políticas? Es importante que la participación sea significativa y orientada hacia la construcción de un cambio efectivo y sostenible.

La reflexión sobre el “cómo” de la participación también es esencial. Si bien hemos heredado formatos participativos del pasado, debemos adaptarnos a los nuevos contextos y tecnologías. Los diálogos actuales están mediados por múltiples plataformas, y debemos aprovechar estas herramientas para promover un diálogo más inclusivo y diverso. Además, es necesario replantear los formatos tradicionales de participación presencial y buscar nuevas formas de facilitar el diálogo y la colaboración.

También será fundamental planificar y evaluar la participación de manera sistemática, incorporándola en una planificación estratégica que busque profundizar la construcción de un pensamiento colectivo y fortalecer el impacto organizacional.

Finalmente, para que la participación sea efectiva, es necesario contar con equipos sólidos, multidisciplinares y capacitados, dedicados a la investigación y generación de conocimiento sobre los procesos participativos.

En definitiva, nos encontramos en un momento propicio para que la izquierda pueda volver a construir desde las bases, pero esto requiere una reflexión honesta sobre el rol y el alcance que se pretende alcanzar. Esta reflexión debe otorgar un papel central a la militancia, reconociendo su protagonismo en la articulación de procesos participativos y en la definición de las estrategias políticas. Asimismo, es crucial consolidar equipos sólidos y comprometidos que apoyen y fortalezcan estos procesos desde una perspectiva colaborativa y orientada hacia el bien común. En este sentido, la participación activa de la militancia y el respaldo de equipos dedicados son fundamentales para construir una izquierda sólida y comprometida con las necesidades y aspiraciones de la ciudadanía.

Fede Abreu Silveira (Donostia, España) es consultor en procesos de construcción de conocimiento colectivo. En la actualidad, entre otros proyectos, apoya la construcción de procesos participativos para la militancia de Podemos en Euskadi. Licenciado en Comunicación Educativa por la Universidad de la República Oriental del Uruguay.

Linkedin: Federico Abreu Silveira

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