Bolivia 2025: primer balotaje y voto nulo récord

Por Lucas Malaspina

Bolivia irá a su primer balotaje: Rodrigo Paz Pereira (32%) superó a Tuto Quiroga (26,7%) y Samuel Doria Medina (19,7%). El MAS se derrumbó y el voto nulo alcanzó un récord (19,9%, primero en Cochabamba). La dupla Paz-Lara capitalizó indecisos y campaña austera con fuerte tracción digital.

Contra los pronósticos y las encuestas que daban por seguro a Samuel Doria Medina (quien fuera ministro de planificación a comienzo de los años 90) en el balotaje, el resultado arrojó un escenario disruptivo: Rodrigo Paz Pereira (senador por Tarija e hijo del expresidente Jaime Paz Zamora) encabeza con el 32,06%, seguido por Jorge Tuto Quiroga (expresidente, gobernó entre agosto del 2001 y agosto del 2002) con el 26,7%. Samuel Doria Medina, tercero con 19,69%, quedó afuera de la segunda vuelta. Quien se roba todas las miradas es, llamativamente, el candidato a vicepresidente de Paz Pereira: el expolicía Edman Lara, el único de todos los mencionados que no tiene historia en la política. ¿Cómo es posible que el binomio Paz Pereira-Lara conquiste el primer lugar sin que ningún estudio de opinión pública hablara siquiera de su posible ingreso al balotaje? ¿Cómo es posible que el Movimiento Al Socialismo (MAS –que obtuvo el 55% de los votos en la elección presidencial de 2020– haya prácticamente desaparecido?

Una de las claves es seguir la traza del voto que antes pertenecía al MAS, hoy fragmentado. Andrónico Rodríguez, el ex dirigente cocalero y presidente de la Cámara de Senadores, que aparecía como la carta de renovación más fuerte del masismo, apenas alcanzó el 8,51% (y debió utilizar un sello partidario prestado, el de Alianza Popular). Eduardo del Castillo, identificado con el presidente saliente Luis Arce y ministro de gobierno, se hundió en el 3,17% (usando el sello del MAS). El voto nulo impulsado por Evo Morales obtuvo el 19,87%: el voto nulo solía ser del 3,6%, por lo que si nos tomamos la licencia de atribuirle un 16,27% del voto nulo a la posición de Morales, y sumamos con el voto de Andrónico Rodríguez y Eduardo del Castillo, arribamos a un 27,67%.  

Evo Morales, al llamar directamente al voto nulo y negarse a apoyar a Andrónico Rodríguez, terminó de desarmar a su propio espacio. Alianza Popular no obtuvo ninguna representación en el Senado y apenas ocho diputados. La apuesta de Morales fue evitar que su antiguo delfín político heredara al masismo, algo similar a la “estrategia Bachelet”: esto es, preferir que un opositor a la fuerza propia se haga con el poder, para luego (intentar) alternarse con él en el futuro. Un juego sin duda arriesgado, al que Morales se entregó sin mucha sutileza, acusando al joven Rodríguez de “traidor”, a pesar de que Rodríguez le propuso ser su vice. Evo Morales cristalizó en un nivel de sectarismo inusitado al declarar a su vicepresidente en los tres mandatos, García Linera, como “un enemigo más” (ya en abril de 2023). En cualquier caso, Morales salió reforzado al obstaculizar la renovación de su propia progenie política. En Cochabamba, el voto nulo salió primero, y en Potosí, segundo.

En 2020 las encuestas subestimaron en casi 13 puntos a Arce, una de las mayores fallas de América Latina según la Celag. En 2025, el resultado fue un nuevo shock: el binomio Paz-Lara se quedó con la mayoría de los indecisos, ese 13,3% que no aparecía definido en los sondeos previos (Ipsos Ciesmori, 4ta encuesta preelectoral). Es posible que Paz-Lara también le hayan quitado puntos a Samuel Doria Medina y a Manfred Reyes Villa en virajes de último momento. En esa última encuesta de Ipsos Ciesmori antes de la elección (2.700 entrevistas realizadas), Paz Pereira aparecía con un 8,3%, detrás de Doria Medina (21,2%) y Quiroga (20%), y por delante de Manfred Reyes Villa, militar retirado y alcalde de Cochabamba (7,7%).

Entre 2015 y 2020, Rodrigo Paz Pereira fue alcalde de Tarija, capital del departamento del mismo nombre: su gestión allí no es recordada como un hecho particularmente luminoso. En la elección presidencial, en el departamento de Tarija, salió tercero. Actualmente es senador, ya que en 2020 fue elegido como parte de la formación Comunidad Ciudadana (que lideró Mesa Gisbert). Paz Pereira no solo es hijo del expresidente Paz Zamora, fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), sino también sobrino nieto de Víctor Paz Estenssoro, el político más importante del siglo XX boliviano (¡cuatro veces presidente!), fundador del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Estos datos, que podrían colocarlo del lado de “la casta política” boliviana, no parecen haber pesado, posiblemente por el desconocimiento de la población y/o por contraste con el resto de la oferta, ya que es la primera vez que se presenta a la presidencia (a diferencia de Quiroga, Doria Medina o Reyes Villa) y no recibió casi ninguna cobertura periodística.

La campaña de Paz y Lara tiene características que los diferencian: ambos visten con ropa simple (camisas a cuadros o de manga corta, chaleco, ropa de trabajo), lo que contrastó con Tuto Quiroga, Doria Medina o Reyes Villa, habitualmente de traje. La impronta es austera: recorrieron 220 municipios dando la cara, casi no gastaron en publicidad y sus actos no tienen gente pagada para asistir. Lo disruptivo en este caso, es lo genuino y lo sencillo, aunque eso no signifique polarizante ni agresivo –al menos en el caso de Bolivia–.

Desde el punto de vista narrativo, en el discurso de Paz y Lara destaca el concepto “platita para todos”, a veces también referido como “capitalismo para todos”. Promueve “bajar aranceles, bajar impuestos, harto crédito”, sintonizando con los bolivianos que desean poder ganarse la vida en una combinación que implica menos carga del estado por un lado, pero también más apoyo por otro. Se trata de un Estado más liviano, en contraposición de lo que llaman “Estado tranca” (que traba o frena), que facilita las cosas a emprendedores formales e informales para que se desarrollen por su cuenta. Impulsa la eliminación de subsidios, pero manteniendo los programas sociales del MAS boliviano. Paz promueve privatizaciones “bajo control boliviano”, y se declara “contrario a cualquier crédito del Fondo Monetario Internacional”, ya que “en Bolivia la plata alcanza para reactivar nuestra economía”. Visto así, más de cerca, no parece sorprendente que Paz y Lara hayan sido receptáculo de una parte de los votantes del MAS. La fórmula encabezada por Paz Pereira lideró en La Paz, Oruro, Chuquisaca, Potosí y Cochabamba, departamentos donde venció el MAS en 2020.

Edman Lara se hizo popular por denunciar la corrupción de la policía boliviana. Fue despedido de esta institución y se transformó en un héroe popular. Sin trabajo, tuvo que ganarse la vida como trabajador de plataformas y se lanzó a contar sus peripecias por TikTok. El resultado fue la creación de una audiencia descomunal, por fuera de los medios tradicionales.

La penetración de banda ancha fija alcanza el 42% de los hogares en Bolivia, frente a un promedio regional de aproximadamente 60%. La brecha urbana–rural es crítica: 80% de cobertura en ciudades frente a apenas 26% en áreas rurales. Sin embargo, Bolivia tiene casi un celular por habitante. Una familia campesina puede no tener wifi en casa, pero sí un celular prepago con WhatsApp, Facebook y TikTok, que son las apps más usadas. Tener en cuenta esto nos permitió anticipar la centralidad que tendrían las plataformas digitales en esta elección a diferentes actores políticos y en especial el microvideo vertical surgido en TikTok, aunque muchos de ellos no lo comprendieran.

Tuto Quiroga, quien cuenta con el asesoramiento del estratega ecuatoriano Jaime Durán Barba, venció en los departamentos de Santa Cruz y Pando, y quedó detrás de Doria Medina en Beni y Tarija. Su oferta electoral busca capitalizar su experiencia, su nítida oposición al MAS en las últimas dos décadas, y encarnar un cambio de 180 grados frente al alineamiento de Arce-Morales con países como Venezuela, Cuba y Nicaragua. Su sello electoral es “Libre”. Con él, Quiroga propone “ley y orden”, reformar el marco legal para atraer inversiones en el litio y un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

El derrumbe del MAS

La foto de la elección se explica por un MAS dividido: un sello vaciado, un Estado nacional sin dólares, un partido sin liderazgo. Evo Morales y Luis Arce, que durante todo el mandato de este último disputaron la candidatura presidencial del espacio, ni siquiera se pudieron presentar.

Luis Arce había llegado a la presidencia ungido por Evo Morales (2020-2025), y conservó durante un tiempo buena imagen gracias a la estabilidad económica que disfrutó la mitad de su gobierno. Pero nunca logró consolidar un relato de gobierno ni apoyos duros realmente propios, independientes de Morales. Mientras la economía no exhibió signos evidentes de agotamiento para el día a día de los ciudadanos, se dedicó a vanagloriarse de sus números de aceptación y a prepararse para un nuevo mandato presidencial. El gobierno de Bolivia había incorporado a su comunicación oficial una frase insignia: “El país de América Latina con la inflación más baja”. La falta de dólares pulverizó esa base y lo dejó sin capital político.

Evo Morales intentó manejarle el gobierno, y frente a la resistencia de Arce, se dedicó a desgastarlo. Se solía decir que el problema de Argentina, durante el gobierno de Alberto Fernández, fue que nunca se emancipó de Cristina Fernández de Kirchner, y que simplemente esperó que sea su vicepresidenta quien le marcara el camino. En el caso de Arce fue diferente: tomó sus propias decisiones, y tuvo la capacidad de mandar por sí mismo, aunque eso implicara disgustar a Morales. ¿Por qué eso no fue suficiente?

Curiosamente, el gobierno de Arce que se sostenía en el “milagro andino”, que suponía estabilidad macroeconómica y redistribución (entre 2005 y 2014 más de un 20% de los bolivianos salieron de la pobreza), que pudo mantener la inflación a raya cuando esta acechaba a nivel mundial (agravada por la guerra en Ucrania), se limitó a administrar lo ya realizado sin poder activar una política proactiva para recuperar las reservas que se estaban agotando. Con la nacionalización del gas en 2006, el masismo logró capturar la renta y los dólares que Bolivia recibía por el gas. En 2015, el boom del gas sufrió un pinchazo, y se puso en evidencia que el MAS –durante los años de bonanza– apenas reinvirtió un 10% en el mantenimiento de los pozos y en la exploración de nuevos yacimientos. Las divisas del oro y de los productos derivados de la soja, que ganaron peso en las exportaciones, no llegaban de manera directa a las arcas del Estado, dado que esos negocios están en manos de privados. La industrialización del litio no fue comandada de manera efectiva, perdiéndose una gran oportunidad.

Las primeras tensiones se produjeron con las elecciones subnacionales de 2021, cuando al MAS le fue bien en general y Arce salió reforzado, con excepción de derrotas regionales en Santa Cruz y en Beni –allí Evo Morales vio una excusa para criticar a los candidatos de Arce–. Esto demuestra que Morales se precipita de manera insana. Arce responde intentando tomar el control del sello partidario y buscando que la Justicia arbitre en su favor. Morales comenzó una cruzada contra ciertos ministros de Arce, a los que señala como responsables de un “plan negro” en su contra (Eduardo del Castillo, ministro de gobierno, Iván Lima, ministro de Justicia, entre otros).

Entretanto, todos los observadores especializados podían notar que el gobierno de Luis Arce carecía de un norte sólido, de una hegemonía, sin narración. Era un gobierno flotante, hablado por otros, que ocupaba el espacio debido a la anemia de la oposición. Posiblemente los únicos que no lo veían eran aquellos funcionarios a los que Arce les pagaba su sueldo, demasiado excitados con la idea de perpetuarse en el poder.

Cuando Evo Morales y Luis Arce aumentaron las hostilidades, quien fuera vicepresidente de Evo Morales y su principal intelectual, Álvaro García Linera, rompió el silencio (entre febrero y marzo de 2023) con una serie de entrevistas donde su mensaje principal fue una advertencia a los líderes de su partido: “corremos el riesgo de perder las elecciones que vienen” si se profundizan las tensiones existentes (La Razón). García Linera también apuntó: “Tengo mucho apego por Evo, quisiera ver otro Evo, pero tiene que ser más nacional y menos localista” (Bolivision). En ese momento, el telón de fondo de la economía ponía a Arce a la defensiva: por primera vez, surge un mercado de dólares paralelo al estilo del “dólar blue” en Argentina.

Mientras el proceso de desgaste de Arce se acelera por escasez de divisas y de gasolina, asediado por la oposición y por Evo Morales quienes le cuestionan su mala gestión de la economía, el 26 de junio de 2024 se produce la movilización de tanques militares por parte del comandante del Ejército, el general Juan José Zuñiga, en lo que parece ser un intento de golpe de Estado. Arce enfrenta al general Zuñiga para que deponga su accionar, y recibe apoyo internacional. El evismo, por el contrario, denuncia que se trata de un “autogolpe” orquestado con el fin de recuperar popularidad. Si eso fuera así, según el monitor de Opinión Pública de Ipsos Ciesmori, no funcionó (hay que aclarar que se trató de una encuesta online de 400 casos).

Evo Morales: víctima de sí mismo

Evo Morales llegó a la elección de 2025 muy desgastado por su propio comportamiento. Erosiona su autoridad política de manera constante desde 2016 en adelante. Esto fue opacado por el golpe de Estado ocurrido en 2019, lo cual le permitió hacer un contraste con sectores racistas y discriminatorios que intervinieron en contra del MAS y diluir su propia responsabilidad en el desgaste institucional del país.

Evo Morales es sin lugar a dudas la figura más significativa de la historia política reciente de Bolivia. Un líder que supo representar la ampliación de derechos sociales y políticos para la mayoría de sus compatriotas, como producto de una serie de luchas que ha encarnado, en un período histórico determinado. Por supuesto, Morales tuvo que lidiar con fuerzas reaccionarias y conservadoras, como casi todos los gobernantes que han afectado intereses minoritarios, como se ha podido ver durante “la crisis de la Media Luna” en 2008, cuando prefectos opositores se levantaron contra el orden constitucional y perpetraron la “Masacre de Pando” contra campesinos que defendían la institucionalidad democrática. En ese entonces, Evo Morales desarma la ofensiva golpista con gran habilidad.

Los primeros problemas de Evo Morales comienzan con el “gasolinazo” de 2010 y la carretera del TIPNIS en 2011, donde se enfrenta con sectores de la población que representan a su electorado. Sin embargo, en octubre de 2014 es elegido presidente por tercera vez con más del 60% de los votos. Evo Morales recién va a encontrarse con un límite en las urnas en febrero de 2016, cuando invita a un referéndum para reformar la Constitución (que él mismo había diseñado y aprobado en 2009, en condiciones de un apoyo electoral inédito). El objetivo de este referéndum es acceder a un cuarto mandato. Lamentablemente para él, el referéndum lleva a la victoria del NO (51,3%) contra el SÍ (48,7%). Morales no respetó los resultados del referéndum que él mismo había convocado y logró que el Tribunal de Justicia dictamine que podía presentarse de nuevo ya que la reelección indefinida constituía un “derecho humano”.

El propio Congreso del MAS, supuestamente el máximo órgano partidario, fue relegado de las decisiones por Evo Morales y por el propio García Linera, que en ese momento lo apoyaba planteando que “Evo Morales es insustituible”. Al fin y al cabo, el debilitamiento del propio MAS se perpetuó con García Linera como ideólogo, quien al ver las consecuencias de este comportamiento, intentó llamar a Evo Morales a la racionalidad. De hecho, no fue el congreso partidario del MAS quien eligió a Luis Arce como candidato presidencial en 2020, sino Evo Morales “a dedo”. En enero de 2020, un congreso de movimientos sociales adherido al MAS votó que David Choquehuanca (líder partidario de origen indígena y excanciller) fuera el candidato presidencial. Evo Morales desde el exilio lo desconoció. Choquehuanca no hizo valer el mandato que tenía en su poder, y aceptó silenciosamente la vicepresidencia, desde la cual no aportó nada, hasta diluirse totalmente en la intrascendencia. Los intérpretes de Choquehuanca explicaban que su comportamiento era producto de una enorme sabiduría y paciencia estratégica: todos estos sonetos pasaron a una mejor vida. Lo que se revestía de inteligencia era simplemente incapacidad para actuar.

En un fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) del 28 de diciembre de 2023 se revoca la interpretación de 2017 que había permitido la reelección indefinida y se concluye que son válidos solo dos mandatos constitucionales (continuos o discontinuos). A su vez, el Tribunal Supremo Electoral (TSE), el 14 de noviembre de 2024, resolvió la interna en favor de la directiva “arcista”, dándole el control legal del sello partidario. El evismo sondeó la posibilidad de usar otros sellos legales, sin éxito, dado que la Justicia estaba dispuesta a quitarle la personería a cualquiera que le diera su sigla a Morales. 

El “círculo rojo” de Bolivia la vio pasar

Desde que se hizo visible que la división del MAS podía tener lugar, los candidatos de siempre empezaron a testear sus posibilidades: Carlos Mesa Gisbert, Jorge Tuto Quiroga, Samuel Doria Medina, Manfred Reyes Villa. Aparecieron también algunos nuevos: Vicente Cuéllar, Chi Hyung Chung, Jaime Dunn, que buscaban dar la sorpresa y expresar en el contexto boliviano la emergencia de fenómenos disruptivos como el de Javier Milei en Argentina.

El 18 de diciembre de 2024 se conformó el Bloque de Unidad con Carlos Mesa Gisbert, Quiroga, Doria Medina y Luis Fernando Camacho como firmantes, con el objetivo de fijar un método de selección para arribar a un candidato único de la oposición. La amalgama de políticos que representan cosas muy diferentes solo podía demostrar que estos elementos no comprenden que la exhibición de los acuerdos de escritorio representa la política tradicional y que los votos no son de nadie, salvo de los propios votantes, por lo cual de lo que se trata es de crear una relación con ellos, no con los otros políticos. Vicente Cuéllar, rector cruceño, había saltado a las encuestas desde fuera de los aparatos partidarios. Sin embargo, no tuvo una estrategia focalizada en la construcción de una identidad propia, se dedicó a medrar entre sellos vacíos y reuniones con mediocres, y se pinchó. Acabó firmando el Bloque de Unidad como adherente, tras haber coqueteado con Manfred Reyes Villa, quien no suscribió el acuerdo.

Mesa Gisbert, un periodista muy talentoso cuya actividad se extendió al cine, el fútbol y la historia, fue candidato a vicepresidente del neoliberal Gonzalo Sánchez de Losada y asumió el Ejecutivo tras la eyección de Sánchez de Losada en las protestas de 2003, liderando la transición hasta que Evo Morales fue electo presidente en el año 2005. Llegó a ser vocero de la demanda marítima del gobierno de Bolivia contra Chile en 2013 (a propuesta de Evo Morales). El 18 de octubre de 2020, cuando Arce vence, Carlos Mesa Gisbert (por la fuerza Comunidad Ciudadana) salió segundo con un 28,83% de los votos. Su espacio tuvo 39 diputados y once senadores durante el gobierno de Arce. Mesa Gisbert promovió la “oposición responsable” en contraste con el espacio Creemos de Luis Fernando Camacho.

Camacho es una figura gravitante durante todo el proceso que llevó al golpe de Estado contra Evo Morales en 2019 y lo que vino después. Representa al fundamentalismo cristiano y durante un tiempo se lo conoce como “el Bolsonaro boliviano”. Histórico miembro del Comité Cívico Pro Santa Cruz, fue electo presidente de este órgano en 2019. Cuando Morales-García Linera se presentan por cuarta vez, Camacho lidera un bloque social que exige la intervención de los militares y reclama que “la Biblia vuelve al Palacio. Nunca más la Pachamama volverá al Palacio”. Entonces, Camacho sostiene al gobierno de transición golpista encabezado por Jeannine Áñez. Áñez comanda dos masacres en noviembre de 2019, con el apoyo de Camacho: el 15, contra cocaleros del Chapare, en la ciudad de Sacaba, del departamento de Cochabamba, y el 19, contra trabajadores de la planta de hidrocarburos Senkata, en El Alto. Cuando el golpe se resquebraja, Camacho se presenta a elecciones con Creemos: sale tercero, por detrás de Arce y Mesa Gisbert, con apenas un 14%. En las subnacionales de 2021, obtiene la gobernación de Santa Cruz, pero tiene poco tiempo para disfrutarlo. Su torpe estrategia de provocación constante lo aísla rápidamente y Arce no tiene problemas en consumar su detención. En el marco de los resultados de la primera vuelta residencial, la Justicia boliviana lo liberó después de tres años (lo que constata su escasa autonomía e independencia de criterio).

Samuel Doria Medina posiblemente ha sido el candidato que más dinero ha invertido en esta elección. Vicepresidente de la Internacional Socialista para América Latina y el Caribe (aunque dijo identificarse actualmente más con el PP que con el PSOE de Pedro Sánchez), es uno de los empresarios más importantes de Bolivia y del subcontinente, y cuenta con una trayectoria muy dilatada en el ámbito político. Se inició como en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Jaime Paz Zamora, padre de su contrincante Rodrigo Paz Pereira. Se presentó varias veces a la Presidencia: todo indicaba que 2025 sería la suya, pero no se le dio. Doria Medina, además, contó con el apoyo de Marcelo Claure, el empresario más importante de Bolivia y uno de los empresarios más brillantes a nivel mundial, como lo demuestra su historia a la cabeza de Brighstar Corporation. En el fútbol, Claure es dueño del club Bolívar (bajo su gestión logró ser el primer club boliviano en llegar a semifinal de la Copa Libertadores de América), cofundador del Inter Miami y accionista del Girona FC.

El Bloque de Unidad terminó por ungir a Doria Medina, pero antes estalló. Mesa Gisbert decidió salirse, ante el evidente conflicto entre Doria Medina y Tuto Quiroga, que acusó al primero de intentar manipular la encuesta que definiría al postulante. De esta manera se dio una extraña combinación donde Doria Medina, autodefinido como “extremo centro”, terminó apoyado por Camacho, un golpista misógino y racista. Si tenemos en cuenta que todo este cambalache tenía lugar mientras Paz Pereira se encaminaba al primer lugar en las elecciones, queda de manifiesto que “el círculo rojo” boliviano no tenía la menor idea de la mecánica social y política del proceso en curso.

¿Giro a la derecha?

La derrota de todas las variantes del MAS abre un campo inédito: ya no se trata de cómo se distribuye el voto opositor, sino de cómo se reconfigura un sistema sin la fuerza que articuló la política en los últimos veinte años. Algunos analistas hablan de “giro a la derecha”. Como vimos, el panorama no es así de simple. Sin dudas, el modelo del MAS se agotó y hay nuevos valores sociales en juego, pero no parece haberse consumado una ruptura total con lo anterior en la opinión pública.

Si bien el gobierno de Arce naufragó y Morales se aisló, muchas de las ideas fuerza de los cuatro mandatos que tuvo el MAS parecen gozar todavía de legitimidad. Según una encuesta de Ipsos Ciesmori (400 casos, junio de 2025) un 67% quiere “un líder fuerte dispuesto a romper las reglas para arreglar el país” (un 7% más que en 2023) y un 79% considera que Bolivia “está en declive”. La educación, la salud y la infraestructura son tres áreas donde más del 70% de los encuestados cree que se debe invertir más. Un 45% cree que se debe invertir en “reducir la pobreza y la desigualdad” (Ipsos Ciesmori, julio de 2025).

Rodrigo Paz Pereira y Tuto Quiroga se enfrentarán en el balotaje del 19 de octubre de 2025 habiendo cosechado márgenes estrechos en un electorado que no responde a fidelidades históricas. El MAS, fragmentado, queda reducido a un rol marginal. Y el empresario Doria Medina, que parecía destinado a ocupar la centralidad opositora, comprobó crudamente que su construcción no supo conectar con un elector huérfano del masismo. Gane quien gane, quien crea contar con un cheque en blanco, enfrentará problemas serios para gobernar.

Lucas Malaspina (Argentina) es consultor en Comunicación Política y Asuntos Públicos y realiza estrategias digitales para diferentes empresas, gobiernos, partidos, medios de comunicación y ONGs. Cuenta con experiencia directa en campañas electorales de Argentina y México, así como trabajó en múltiples proyectos de esos países, Bolivia, Ecuador, Colombia, Brasil, Perú y Chile. Se desempeña como Director de Nuevos Negocios de sustantiva.digital y como conductor del programa de conversaciones “Sin Pauta” (disponible en YouTube y Spotify). lucasmalaspina.com. X: @lucmalaspina. Instagram: @lucmalaspina. LinkedIn:  https://www.linkedin.com/in/lucasmalaspina/

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