Durango y Veracruz: el manual que el PRI y PAN necesitan para vencer a Morena en 2027

Por José L. Mendoza de Anda

El pasado 1 de junio en Durango y Veracruz se eligieron autoridades para sus ayuntamientos. En Durango, la coalición del PAN-PRI ganó 21 de 39 municipios, incluyendo la capital, mientras que, en Veracruz, el colectivo de Morena-PVEM-PT obtuvo 112 de 212 municipios. El proceso estuvo marcado por la violencia.

El poder político ya no se conquista; se seduce. Ya no se impone; se narra. Las elecciones del 1 de junio de 2025 en Durango y Veracruz no fueron simples contiendas locales; fueron un espejo en el que el sistema político mexicano pudo verse reflejado con crudeza. Morena, el partido hegemónico que ha dominado el panorama político mexicano desde 2018, enfrentó resistencias inesperadas en algunos frentes y consolidó su dominio en otros.

En Durango, la coalición “Unidad y Grandeza por Durango” (PAN-PRI) conquistó 21 de los 39 municipios, incluyendo la capital, donde José Antonio Ochoa fue reelecto con el 46% de los votos (229.090 frente a 183.018 de Morena-PT-PVEM, según el PREP).

En Veracruz, la coalición Morena-PVEM-PT se impuso en 112 de los 212 municipios, con victorias clave en Xalapa (Daniela Guadalupe Griego Ceballos, 40,34%) y el Puerto de Veracruz (Rosa Hernández Espejo, 52,27%), pero perdió terreno respecto a 2021, cediendo espacio a Movimiento Ciudadano (MC), que ganó 41 municipios, PAN con 34, y PRI con 23.

Más allá de los resultados, lo verdaderamente revelador fue la forma en que los partidos comunicaron sus mensajes, conectaron (o no) con los votantes y construyeron narrativas que definieron su éxito o fracaso. Estas elecciones, marcadas por una baja participación del 49,98% y episodios de violencia, como los asesinatos de candidatos en Coxquihui y Texistepec en Veracruz, y agresiones en Lerdo, Durango, ofrecen lecciones cruciales para la oposición de cara a las presidenciales de 2027.

Dos elecciones locales, en apariencia distantes, se erigieron como arquetipos de dos formas antagónicas de entender el poder. No fueron solo contiendas por el poder; fueron la puesta en escena de la victoria de la escucha frente al monólogo de la soberbia, del relato de esperanza frente al estruendo estéril de la queja. En Durango, la oposición tradicional demostró que es posible desafiar a Morena con estrategia y humildad, mientras que en Veracruz, la desconexión y la arrogancia condujeron a una derrota que refleja los retos de una oposición fragmentada.

En un rincón del país, la oposición tradicional, cargando el peso de sus propios fantasmas, logró lo impensable. En Durango, la coalición del PAN-PRI se alzó con 21 municipios, superando a Morena-PT-PVEM, que obtuvo 15, incluyendo Gómez Palacio con Betzabé Martínez, y a Movimiento Ciudadano, que creció de uno a tres municipios, como Tlahualilo. Su victoria no fue fruto del azar ni de un súbito cambio de lealtades, sino de una meticulosa y humilde artesanía comunicacional. Se despojaron de la grandilocuencia, abandonaron los discursos prefabricados en oficinas lejanas y se sumergieron en el torrente de lo cotidiano. Su estrategia fue una sinfonía de la proximidad. Se dejó atrás la vieja fórmula de los mítines masivos y los discursos genéricos, y el mensaje no se limitó a criticar a Morena, sino que planteó soluciones concretas a problemas locales: escasez de agua en comunidades rurales, inseguridad en colonias urbanas y falta de empleo en un estado golpeado por la crisis económica. En la capital, Durango, José Antonio Ochoa capitalizó esta estrategia, superando a Morena (20% en la capital) con un mensaje que resonó en las necesidades diarias de los votantes.

Más importante aún, renunciaron a los reflectores de las “grandes figuras nacionales” para encender las luces de los liderazgos intermedios: el comerciante respetado, la activista incansable, el joven profesional con credibilidad en su entorno. Descubrieron que la autenticidad es la única moneda que aún conserva su valor. Un elemento clave fue el equilibrio en el discurso. La oposición en Durango no se limitó a sembrar miedo contra Morena; construyó una narrativa de oportunidad. Este enfoque evitó el desgaste del discurso puramente negativo y ofreció una alternativa esperanzadora, conectando con un electorado desencantado por la polarización. Sin embargo, el proceso no estuvo exento de tensiones: en Lerdo, Morena denunció agresiones a su equipo de campaña, incluyendo ataques a su coordinador, lo que reflejó un contexto de inseguridad que desafió la legitimidad de la jornada electoral.

En el otro extremo del espectro, Veracruz desplegó la anatomía completa de la desconexión. Allí, la misma alianza política, con los mismos actores, escenificó una derrota que fue, en el fondo, un suicidio comunicacional. Morena-PVEM-PT consolidó su dominio con 112 municipios (60 en coalición, 11 Morena solo, 13 PVEM, 28 PT), pero Movimiento Ciudadano emergió como segunda fuerza con 41 municipios, incluyendo victorias clave en Poza Rica (Emilio Olvera) y Papantla (Mariano Romero). El PAN obtuvo 34 municipios, destacando Boca del Río, donde María José Gamboa ganó por un estrecho margen de 751 votos, y el PRI se llevó 23, un aumento respecto a los 19 de 2021. Un candidato independiente, Miguel Ángel Grajales, sorprendió en Zaragoza con 43,3% de los votos. Sin embargo, la oposición tradicional (PRI-PAN) fracasó en articular un mensaje que resonara. Su voz sonó como un eco del pasado, un monólogo desde un balcón demasiado alto, incapaz de penetrar el bullicio de la vida real. La violencia marcó el proceso: asesinatos de candidatos de Morena-PVEM en Coxquihui y Texistepec, ataques al domicilio de una candidata de MC en Xico, y la quema de paquetes electorales en Tuxtilla, Acatlán y otros municipios impidieron computar el 100% de las actas (95,64% capturadas).

Fue la comunicación de la arrogancia. Sus mensajes, verticales y genéricos, rebotaban en el vacío, ignorando que cada región, cada ciudad, tiene su propio dolor y su propia esperanza. Mientras el oficialismo, liderado por Morena y respaldado por su maquinaria de programas sociales, hablaba en los múltiples dialectos de la gente, la oposición insistía en un latín que ya nadie comprendía. Su discurso, atrincherado en la reacción, se obsesionó con el adversario hasta olvidarse de sí mismo. Se convirtieron en la sombra de aquello que criticaban, sin ofrecer un cuerpo propio, una visión alternativa que sedujera al electorado. La ciudadanía escuchó contra qué estaban, pero nunca entendió a favor de qué luchaban. Por último, su supuesta unidad fue una quimera, una fotografía forzada que no pudo ocultar el ruido de las fracturas internas. La comunicación transmitió lo que eran, no lo que decían ser: una suma de desconfianzas, no una fuerza cohesionada. La baja participación del 49,98%, una de las más bajas en una década, reflejó un desencanto ciudadano que la oposición no supo capitalizar, mientras Morena aprovechó su estructura organizativa para mantener el control.

Movimiento Ciudadano, sin embargo, marcó una diferencia en Veracruz. Con 41 municipios y el 19,16% de los votos, se posicionó como una fuerza emergente, especialmente en áreas urbanas como Poza Rica y Papantla. Su estrategia, centrada en liderazgos jóvenes y un uso efectivo de redes sociales como X, les permitió conectar con un electorado desencantado con las narrativas tradicionales.

Lo que este díptico mexicano revela son los códigos ineludibles de la nueva era política. Demuestra que la cercanía ha dejado de ser una táctica para convertirse en el único territorio posible. Que la crítica es necesaria pero insuficiente, y que la esperanza sigue siendo el arma política más poderosa. Que la batalla digital no es un anexo, sino el nuevo centro de gravedad del debate público, donde la emoción y la creatividad derrotan a la propaganda burda. En Durango, PAN-PRI entendió esto al priorizar la autenticidad; en Veracruz, MC lo aplicó con éxito parcial, mientras PRI y PAN se rezagaron.

El 2027 no será una elección más; será una lucha por el futuro de la democracia mexicana. Morena ha demostrado ser un rival formidable, pero no invencible. Su maquinaria, alimentada por programas sociales y una red de lealtades construida durante años, sigue siendo un desafío monumental. Sin embargo, Durango probó que, con estrategia inteligente, humildad y conexión real, la oposición puede ganar. Veracruz, en cambio, mostró el alto costo de la arrogancia y la desconexión. La irrupción de MC, con su crecimiento en ambos estados, añade una variable nueva: la oposición no solo puede unirse entre sí, sino también decidir cómo integrar o competir con este nuevo actor.

Para los actores políticos, el mensaje es diáfano y urgente. Aferrarse a los viejos manuales, a las figuras desgastadas y a los discursos vacíos ya no es una opción; es una sentencia de irrelevancia. La política ha dejado de ser un monólogo de certezas para convertirse en un diálogo incierto y permanente con la ciudadanía. PRI, PAN y MC deben construir una narrativa unificada que combine la experiencia de los primeros con la frescura del último, superando las fracturas internas que debilitaron su desempeño en Veracruz. Deben dominar las redes sociales, donde Morena y MC ya llevan ventaja, y ofrecer soluciones concretas a problemas como la inseguridad, el desempleo y la desigualdad, que resonaron en las campañas exitosas de Durango.

El electorado ya no vota por inercia; exige propuestas claras, liderazgos creíbles y un relato que lo inspire. La batalla por el futuro no la ganará quien más grite, sino quien mejor sepa escuchar. No la ganará quien imponga su verdad, sino quien logre construir un significado compartido. La contienda de 2027 no se decidirá solo en las urnas, sino en las calles, en las redes y, sobre todo, en la capacidad de la oposición para conversar con el México real. Quien entienda esto primero, tendrá la llave del futuro.

José L. Mendoza De Anda (México) es licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Maestrante en Administración Pública. Consultor político en Nuevo León. X: @PepeMendozaMx

Compartir
Facebook
Twitter
LinkedIn
lo último

Pepe, Francisco y la compol

Siempre es un motivo de alegría lanzar una nueva edición de Relato. En nuestras páginas confluyen profesionales de la comunicación

Migración ¿ilegal?

La migración humana es tan compleja como sus mismas razones. En la antigüedad la búsqueda de recursos fue un factor