Análisis de discurso sobre la situación de las mujeres privadas de libertad en Uruguay: una mirada a las noticias recientes

Por Micaela de Leon

Este texto es un análisis de la representación mediática de mujeres privadas de libertad en Uruguay tras lo niveles de encarcelamiento por microtráfico desde la vigencia de la LUC. Se contempla un sesgo de género que consolida el rol maternal y exige implementar políticas carcelarias con perspectiva de género.

América Latina enfrenta un incremento de los índices de encarcelamiento. En Uruguay, según el Comisionado Parlamentario Penitenciario (CPP), la población privada de libertad se triplicó en las últimas dos décadas, cifras que deben analizarse por género. Mientras el crecimiento promedio de la población masculina en 2022 respecto a 2021 fue un 4,7%, la femenina fue un 13%, evidencia de que “las mujeres continúan siendo una minoría clara dentro de la población penitenciaria, pero su peso relativo va creciendo año a año” (Comisionado Parlamentario Penitenciario, 2023, p. 96).

El CPP indica que más de la mitad de las mujeres encarceladas en Uruguay lo están por delitos relacionados con el microtráfico de drogas. Esta infracción funciona como una estrategia de supervivencia, permite un ingreso económico al mismo tiempo que sostener las tareas de cuidado y maternidad. Asimismo, la incorporación de la Ley de Urgente Consideración (LUC) en 2020 ha intensificado esta realidad, incrementando penas y limitando beneficios de excarcelación.

La situación de las cárceles femeninas es dramática. No solo porque las mujeres presas sufren el estigma de no cumplir con el rol socialmente asignado de madres y esposas presentes, sino también por la ausencia de legislación adecuada. A ello se suman otros factores como violencia sexual y hacinamiento. Antony (2017, p. 225)

En este marco, los medios de comunicación desempeñan un rol clave en la construcción de narrativas sobre las mujeres privadas de libertad. Por tanto, este trabajo propone un análisis de discurso sobre tres noticias publicadas entre 2022 y 2023 en periódicos uruguayos, con el fin de explorar cómo representan a las mujeres encarceladas y que dimensiones discursivas predominan. Para ello, se seleccionaron las siguientes noticias:

  • “Cárceles: las mujeres presas y un efecto de la LUC ‘que nadie previó’” (El Observador, mayo 2022).
  • “Hay un boom de presas en Uruguay” (El País, octubre 2022).
  • “Especialistas advierten que aumento de mujeres en prisión tiene efectos sobre niñas, niños y adolescentes” (La Diaria, junio 2023).

Esta selección se basó en criterios metodológicos como representatividad de enfoques editoriales distintos, un marco temporal reciente con noticias de los últimos años y disponibilidad de los artículos analizados, dado que no siempre están accesibles las publicaciones.

Aproximación al análisis de discurso

Utilizamos el enfoque sociocognitivo de Van Dijk (2016), que considera el discurso como un modo de conocer el mundo, y propone una triangulación de las dimensiones discursiva, cognitiva y social de los textos. Esta perspectiva permite identificar cómo los discursos reflejan ideologías, relaciones de poder y modelos mentales que perpetúan desigualdades.

Según la dimensión cognitiva, las relaciones entre sociedad y discurso están mediadas por la cognición, cuando el saber no proviene de la experiencia, se adquieren mediante el discurso y se transforma en modelos mentales e interpretaciones personales. Se muestra en elementos como preguntas retóricas, cifras y pronombres, que operan en la práctica discursiva como un factor de exclusión, discriminación o violencia.

La dimensión social se enfoca en cómo los grupos dominantes controlan el discurso público, como medios de comunicación, política y educación. Este poder discursivo puede ejercerse mediante interacciones cotidianas en un micro nivel o en un macro nivel con estructuras globales que perpetúan la dominación. Así, el poder discursivo se ejerce mediante acciones que reproducen dinámicas de dominación, abuso y poder.

Por último, según la dimensión discursiva, existe una polarización entre el nosotros y el ellos, donde el primero tiene una autodescripción positiva y el segundo una visión negativa. Esta concepción contempla normas, valores e intereses que guían los discursos ideológicamente, asociados con lucha de poder y de control de recursos.

Percepción

La criminología históricamente ha relegado a las mujeres a un plano secundario. Esto se debe a su baja representación en las estadísticas carcelarias y una perspectiva androcéntrica que homogeneiza las experiencias penitenciarias masculinas y mantiene al margen la diversidad de realidades (Del Olmo, 1987, citado en Almeda y Di Nella, 2016; Antony, 2017).

El delito femenino se ha vinculado con desviaciones individuales, y su participación en la criminalidad refleja roles de supervivencia, como los delitos vinculados al tráfico de drogas que permite la continuidad de tareas de maternidad y cuidado. En contraste, la transgresión masculina se asocia con valores de prestigio, fuerza y agresividad en el marco de un sistema androcéntrico. Así, la figura de la mujer que delinque se construye a partir de narrativas que enfatizan la locura, neurosis o fallas morales, destacando que incumplen su rol de madre y esposa sumisa y dócil. Este imaginario de la mujer que delinque ha conducido a constituir un sistema carcelario que busque reeducar a las “malas madres” a través de castigos, y reforzando su estigmatización en una cultura social que observa su “maldad” como imperdonable. (Antony, 2017; Lagarde, 2005).

En este marco, los medios de comunicación desempeñan un rol fundamental al construir y consolidar estos ideales, actuando como mecanismos de control social y difusión de una concepción androcéntrica del sistema penitenciario. Estos constituyen imágenes que posicionan al hombre como fuerte y dominante, mientras la mujer es reducida a roles reproductivos, sumisión y dependencia, que perpetúan su exclusión social y política (Lagarde, 2005, p. 663; Antony, 2017).

Análisis de noticias

Noticia 1: “Cárceles: las mujeres presas y un efecto de la LUC ‘que nadie previó’” (El Observador, 1 de mayo de 2022)

En esta noticia, respecto a la dimensión discursiva se enfatiza en el uso de cifras como herramienta principal para describir el fenómeno, a partir de números como “la cantidad de mujeres presas se incrementó 30% (entre 2020 y 2021)”, “cuadriplica al de los hombres”. En este sentido, se evidencia lo que sucede desde los inicios: colocar al hombre como punto de referencia de todo.

Se indica el hacinamiento de mujeres privadas de libertad con sus hijos e hijas, mencionando que en una misma habitación dormían “siete mujeres y cuatro menores”. Aquí no solo hay una referencia numérica, sino también se alude al rol de la maternidad.

Entre otros elementos, están los modos de hacer referencia a ellas y etiquetarlas. Por ejemplo “estas mujeres, mujeres imputadas, mujeres presas allí, (con desprecio, con distancia), madres encarceladas”, apuntando de nuevo a la función reproductiva y reduciéndolas a este aspecto, cuando muchas mujeres no son madres, o simplemente “los casos vinculados a drogas”.

Por lo que refiere a la dimensión cognitiva, se construye un modelo mental que destaca a las mujeres en privación de libertad como víctimas de violencia de género previo a la cárcel. Sin embargo, no poseen antecedentes violentos o han estado privadas de libertad por funciones menores en el tráfico de drogas, como el transporte o suministro. Estas representaciones conforman un estereotipo de la mujer que delinque, como aquella que no es violenta y cumple funciones menos significativas en la escala del tráfico de drogas.

Por último, en la dimensión social, se refleja la desigualdad y la invisibilización de las mujeres en el sistema penitenciario. La narrativa se enfoca en como la Ley de Urgente Consideración (LUC) generó consecuencias inesperadas no contempladas, limitando a las mujeres al rol de cuidados, incluso dentro del ámbito carcelario.

Noticia 2: “Hay un boom de presas en Uruguay: estas son las historias de mujeres que cayeron tras las rejas” (El País, 8 de octubre de 2022)

En el análisis de la segunda noticia, en la dimensión discursiva, se utilizan cifras para describir el hacinamiento de la población carcelaria, y compara la situación de las mujeres con la de los hombres, por ejemplo, al mencionar que “(el hacinamiento de mujeres) son un promedio tres veces más grandes que el de los hombres”.

Asimismo, se las nombra como “mujeres encarceladas”, “imputadas”, “requeridas” o “detenidas”, “mujeres solas”. Concebidas dentro del espacio del narcotráfico como “la pata más vulnerable”, “los peces más pequeños”. En la nota se presentan imágenes donde hay aspectos vinculados a la feminidad, como uñas pintadas o maquillaje; y también signos de maternidad, como la foto de una reclusa con un/a bebé en brazos.

En la dimensión cognitiva se refuerzan modelos que constituyen la crianza y cuidados como funciones primordiales de las mujeres, el fuerte estigma y abandono producto de romper con la figura de “malas madres” o “esposas no sumisas”, en fragmentos como “en los casi dos años que lleva detenida, Manuela vio a su hija solo cuatro veces. No la llevan a la visita. Y nadie más la va a ver”. También en un contexto donde “reciben madres con niños menores de 4 años, y los acomodan como pueden”. Sin embargo, no dejan de posicionarlas en un espacio de cuidado también extramuros, como mujeres que llevan drogas a las cárceles a figuras masculinas como hijos, maridos o padres.

Por último, en la dimensión social se contemplan metáforas utilizadas para hacer referencia a las mujeres y los “peces gordos” del narcotráfico, donde es sabido que “buena parte de estas mujeres son jóvenes, pobres, vulnerables; muchas veces han estado bajo explotación sexual, víctimas de trata, manipulación, situaciones extremas”. Con otras preocupaciones centrales como cuando “colateralmente dañas a los niños separándolos de su madre y entre sí”. De este modo, se concibe a las mujeres que delinquen con escasa educación y conflictivas, como cuenta Manuela: “Yo leía y no entendía nada”; o donde “había problemas por novias adentro de la cárcel, había problemas por deudas de drogas, había problemas que surgen de la nada”.

Noticia 3: “Especialistas advierten que aumento de mujeres en prisión tiene efectos sobre niñas, niños y adolescentes” (La Diaria, 10 de junio de 2023)

En su dimensión discursiva, el tercer artículo, presenta cifras asociadas a la maternidad, destacando que “90% de las mujeres privadas de libertad son, además, madres”. También tomando distancia de las mujeres en prisión, siendo señaladas como “mujeres detenidas” o “mujeres vinculadas al microtráfico”, nombradas como “el eslabón más débil de la cadena”. No obstante, continúan siendo definidas en comparación a los hombres, en tanto “la población carcelaria femenina creció a un ritmo cuatro veces mayor que la masculina”.

Por otro lado, respecto al componente cognitivo, el enfoque radica en el impacto del encarcelamiento femenino en los derechos de niñas, niños y adolescentes. En este artículo, las mujeres son representadas como jefas de hogar que perpetúan roles de cuidado y maternidad, lo que acentúa su estigmatización al abandonar estos roles cuando la mujer delinque.

En la dimensión social, se resalta la invisibilización de las mujeres privadas de libertad como prioridad de política pública, y se abordan aspectos preocupantes como la explotación y violencia que transitan, que también afecta a futuras generaciones.

Reflexiones finales

El presente artículo pretendió realizar un análisis de discurso basado en el enfoque sociocognitivo de tres noticias sobre la situación de las mujeres privadas de libertad, publicadas entre 2022 y 2023 en Uruguay. El objetivo fue explorar como se las representa en los medios de comunicación y qué dimensiones discursivas predominan.

Si bien la privación de libertad femenina adquirió mayor visibilidad en los medios en los últimos años dado su incremento de prisionización, esto no implicó un cambio en la concepción de la mujer privada de libertad, dado que incluso en prisión son víctimas de un paradigma androcéntrico que las destina únicamente a tareas de maternidad y cuidado.

Es un sistema penitenciario que no ha incorporado una perspectiva de género en el análisis del delito y en el desarrollo de políticas públicas, y sobre medios de comunicación que conservan y reproducen los roles tradicionales de la mujer en la sociedad, incluso en prisión. Por tanto, este artículo pretende ser un disparador de inquietudes que profundicen en estas desigualdades y en la realidad penitenciaria con perspectiva de género, indagando en las experiencias que las mujeres transitan en contextos de encierro. Ser por las que no pueden ser aún.

Micaela de Leon (Uruguay): Licenciada en Ciencia Política por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (UdelaR). Candidata a Magister en Ciencia Política por la misma institución. Diploma en Comunicación Política por Universidad CLAEH, Uruguay. Colaboradora en Formación Relato. Su formación abarca políticas públicas, derechos humanos, estudios de género y seguridad pública. Ig: @micadeleon14

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