Chile: La amenaza del retorno del pinochetismo al poder

Por Francisco Córdova Echeverría

El ascenso de gobiernos y movimientos políticos de extrema derecha es una realidad en occidente. América Latina no ha estado exento de ello como han sido los casos de Brasil con Bolsonaro y de Argentina con Milei. Chile este 2025 tendrá elecciones presidenciales y legislativas. El presente análisis aborda si existen las condiciones para que el fenómeno se repita en aquel país y bajo qué liderazgos podría darse.

Podemos observar que, en Occidente, en la última década, ha habido un ascenso de gobiernos y movimientos políticos que se pueden clasificar como de extrema derecha, iliberales o incluso autocráticos. Estos gobiernos suelen caracterizarse por un discurso nacionalista, antiinmigración, antiélites y en algunos casos, por generar un debilitamiento de las instituciones democráticas y el Estado de derecho[1].

Algunos ejemplos de esta tendencia de gobiernos de extremas derechas son: Víktor Orbán en Hungría, el PiS (Partido “Libertad y Justicia”), liderado por Jarosław Kaczyńsk en Polonia, Donald Trump en los EEUU, con los restos del Partido Republicano que quedaron a su haber luego de su primer gobierno, Jair Bolsonaro en Brasil (que actualmente tiene ocho investigaciones en su contra por diferentes delitos), Giorgia Meloni en Italia con el partido Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia) y Javier Milei en la Argentina. Además, está el crecimiento de partidos de extrema derecha con influencia en sus respectivos países como Rassemblement National en Francia con Marine Le Pen y Vox en España encabezado por Santiago Abascal.

Aunque esta tendencia no es absoluta, sí representa un proceso importante que pone en tela de juicio la estabilidad democrática en varios países poderosos de Occidente.

Para comprender el clima de opinión pública en América Latina respecto a la democracia y los autoritarismos, revisemos algunos datos del informe “Democracia Resiliente” (2024) de Latinobarómetro, que muestra ciertas mejoras en comparación con el informe de 2023:

  • En el año 2024 un 52% de los latinoamericanos (sin incluir Nicaragua) apoya la democracia, porcentaje que significa un aumento muy significativo de cuatro puntos porcentuales respecto de 2023.
  • Entre 2010 y 2023 aumentan de un 16% a un 28% los latinoamericanos que opinan que “da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático”. En 2024, disminuye por primera vez desde 2010, tres puntos porcentuales, a 25%.
  • Las preferencias por un régimen autoritario se han mantenido en la misma dimensión en los últimos treinta años, desde que el Latinobarómetro empezó a medirlas en 1995, con fluctuaciones entre el 19% en 2011 y el 13% en 2020.
  • En los países de la región hay más demócratas entre los que aprueban al gobierno de turno (56%), que entre quienes lo desaprueban (48%). Paralelamente, se observa más indiferencia hacia el tipo de régimen entre quienes desaprueban el gobierno de turno (29%) que entre los que lo aprueban (22%).
  • Se aprecia un perfil etario nítido en el apoyo a la democracia: a mayor edad más apoyo, pues en los mayores de 60 llega al 56%, mientras que en los menores de 25 es de un 45%.
  • El autoritarismo aumenta a menor edad, desde un 13% entre los mayores de 60 años al 21% entre los menores de 25 años.
  • En cuanto a la edad hay más apoyo entre los hombres (54%) que entre las mujeres (50%), esta diferencia se puede deber a la educación y no al sexo, porque las mujeres tienen en promedio menor educación que los hombres.

Frente a estas cifras generales veamos algunas específicas de Chile: el apoyo a la democracia subió del 58% (2023) al 61% (2024); sobre la indiferencia frente al tipo de régimen disminuyó de un 23% (2023) a un 22% (2024); sobre la preferencia a un gobierno autoritario baja de un 16% (2023) a un 14% (2024).

Otros datos a considerar: el 75% de las y los chilenos considera a la democracia como la mejor forma de gobierno a pesar de sus imperfecciones. Si se consulta del 1 al 10 qué tan perfecta considera la democracia del país, Chile tiene un promedio de 6,2. La satisfacción con la democracia tiene un porcentaje promedio de un 39%, lo que es un gran aumento dado que para el 2020 fue de un 18% y en el 2023 de un 28%, pero lejos de su cifra más alta de un 56% en el 2010.

Contexto político en Chile

Chile tiene un eje claro en tanto línea divisoria de los polos políticos. Esta cruza el arco marcando claramente una izquierda y una derecha en términos generales. Ambos polos tuvieron sus momentos “extremos” avanzada ya la mitad del siglo XX.

Por un lado, la Unidad Popular en 1970 logró que un gobierno socialista (el de Salvador Allende) llegase al poder por la vía democrática, para sorpresa del los EEUU y de la oligarquía nacional. Por el otro lado y a continuación luego del golpe de Estado de septiembre de 1973, la brutal dictadura militar de Augusto Pinochet, que en sus 17 años instaló, basándose en la corrupta Constitución (1980)[2], una institucionalidad y un marco económico-cultural neoliberal que hasta hoy enmarca en gran medida las posibilidades políticas del país.

Con la recuperación de la democracia para 1989-1990 y bajo un sistema electoral binominal, se constituyeron dos bloques políticos contrapuestos quienes respondían por una parte, a una adhesión a la dictadura en tanto el orden social-institucional propicio para las política neoliberales y por la otra, una izquierda y un centro democrático que pretendía corregir, en la medida de lo posible, las injusticias sociales estructurales que conlleva el neoliberalismo, mediante una mayor presencia de asistencia social a través del Estado.

En la primera década de los 2000, acompañando el fenómeno global de descontento frente a políticas de avance del liberalismo extremista, como fueron la expansión de las las fronteras extractivistas en los países periféricos, se desarrollaron en Chile movimientos sociales ambientalistas y de pueblos originarios, así como también, debido a los ajustes económicos que constantemente recayeron (y recaen) sobre la clase trabajadora y la población más precarizada, se produjeron varios y constantes movimientos sociales por derechos y justicia social que tuvieron su clímax en el llamado “estallido” social de 2019.

En ese contexto, de los movimientos estudiantiles chilenos que demandaban el fin de la mercantilización de la educación, surge una tercera fuerza política “renovadora” (posterior al ciclo Bachelet, Piñera, Bachelet, Piñera) que luego de entrar en el Congreso, alcanza la Presidencia del país a manos de Gabriel Boric, que se encontró con la posibilidad de transitar por el camino del medio, dado que sus contrincantes fueron representantes de los extremos polos ideológicos.

Casi que al final del cierre de la inscripción legal de las candidaturas para el 2021, el aquel entonces partido Convergencia Social del diputado Boric, logra juntar las firmas necesarias para constituirse como partido legal y así poder inscribir un candidato[3] formando parte de una alianza de izquierda y progresismo llamada “Apruebo Dignidad” (nombre vinculado al proceso constituyente del 2020-2021). Así, Gabriel Boric, se enfrentaría en primera instancia con el alcalde comunista Daniel Jadue a quien supera holgadamente en las primarias abiertas del sector, pues en Chile, el macartismo es potente y el constante apoyo del Partido Comunista chileno al autoritarismo de Nicolás Maduro y al régimen castrista en Cuba, crea una línea de fractura con las izquierdas socialdemocráticas y ni hablar con el resto del espectro político. Que ganara esas primarias Boric despejaba ciertamente algunos fantasmas del imaginario político nacional.

A pesar que el Partido Comunista chileno durante toda su historia ha sido un partido que adhiere en la práctica a la institucionalidad democrática, siendo parte activa y disciplinada de gobiernos como el de Michelle Bachelet y del actual gobierno de Gabriel Boric, hoy no tiene posibilidad alguna de encabezar un proceso electoral para la conquista del ejecutivo, a pesar de tener figuras muy bien evaluadas como la actual ministra del Trabajo, Janet Jara, que logró negociar con el duro mundo financiero una reforma al sistema de pensiones que estaba estancada por décadas. El Partido Comunista es un “extremo” político por el cual la población, hasta el momento, no ha dado muestras de querer transitar.

Finalmente, el diputado Boric, al enfrentarse en las presidenciales a José Antonio Kast, el candidato de la extrema derecha, adherente a la dictadura militar y de discurso ultraconservador, gana las elecciones presidenciales con amplio margen. El electorado chileno rechaza así una propuesta de extrema derecha, optando por un camino progresista que proponía finalmente un reformismo moderado sensible a las demandas sociales.

Como lo he dicho en las columnas anteriores, se puede ver con claridad el desplazamiento discursivo de Gabriel Boric. La moderación ha sido la tónica de su evolución de relato, desde su liderazgo como dirigente estudiantil hasta la actual presidencia, la morigeración de las propuestas rupturistas es notable, adaptándose como candidato y gobernante a los márgenes de posibilidad del sistema neoliberal presente en Chile, abandonando las ideas de grandes reformas estructurales que sostuvo durante casi toda su joven trayectoria política. Sin duda el desplazamiento hacia el “centro político” le permitió el éxito electoral y el de poder construir una imagen de un líder político que indiscutiblemente adhiere a la otrora criticada estabilidad política tradicional vivida desde los 90, a la democracia liberal, a sus instituciones y al Estado de derecho.

Luego del fracaso del proceso constituyente derivado del “estallido” social de octubre de 2019, donde la propuesta constitucional más progresista de la historia mundial (ese es un juicio propio que me atrevo a sostener) fue rotundamente rechazada, vino otro proceso constituyente en que el electorado chileno eligió mayoritariamente representantes constituyentes militantes de la derecha y de la extrema derecha. La propuesta final de nueva Constitución parida desde la extrema derecha chilena, más neoliberal y conservadora que la de Pinochet de 1980, y tal cual teoría del péndulo, también fue rechazada por la población. Sendos plebiscitos marcaron una distancia electoral con los extremos ideológicos.

¿Es posible un gobierno de extrema derecha en Chile?

Cabe destacar que, en estos 35 años desde el retorno de la democracia en Chile, jamás ha logrado llegar a segunda vuelta de las presidenciales un o una candidata que haya sido adherente al pinochetismo y a las ideas ultraconservadoras. Sebastián Piñera a pesar de ser del partido de derecha Renovación Nacional, su origen político estaba en relación a la Democracia Cristiana y destacaba dentro de su sector por su voto por el “No” en el plebiscito que definía, en 1988, la continuidad o el fin del régimen de Pinochet.

Si nos basamos tanto en la trayectoria de moderación de Gabriel Boric, en el tipo de personaje de una derecha democrática y no tan conservadora a la que respondía Sebastián Piñera, y en los devenires constituyentes que pendularon de un extremo a otro, podemos inferir que hasta el momento Chile es un país que constantemente apela más a la idea de cambios moderados y pausados, que a grandes cambios políticos que marquen una ruptura con la tradición de estabilidad política.

Si sumamos a esto los datos entregados por el Latinobarómetro, donde la mayoría de las y los chilenos apuestan aún por la democracia y rechazan los regímenes de carácter más autoritarios e iliberales, podríamos tentarnos a hacer una conclusión de que es difícil que en Chile logre darse un gobierno de extrema derecha.

Pero sobre esto último hay que tener cuidado, durante los últimos meses la candidata Evelyn Matthei, hija del General Matthei miembro de la Junta de Gobierno de la Dictadura, y militante histórica del partido formado para la continuidad del régimen de Pinochet, la Unión Demócrata Independiente (UDI), ha tenido un liderazgo sostenido en las encuestas como futura presidenta de Chile. Por otra parte, José Antonio Kast del Partido Republicano, ha sido superado en los sondeos por el diputado Johanes Kaiser, quien acaba de inscribir legalmente el Partido Nacional Libertario con la cifra de más de 30.000 firmas de militancia, lo que lo deja como uno de los partidos más grandes del país.

Estas candidaturas que corren por la extrema derecha superan ampliamente la suma de adhesión espontánea que alcanzan a acumular las candidaturas del oficialismo, que, a la fecha de esta columna, aún no se encuentran en total definición. La única que es clara candidata del oficialismo es la exministra del Interior y Seguridad, Carolina Tohá, que, al igual que Massa en Argentina, que debió rendir cuentas en los debates de sus decisiones económicas como Ministro de Economía de Alberto Fernández, deberá explicar en los debates su desempeño en la materia crítica que para las y los chilenos es la más importante de todas, la seguridad pública, que se encuentra en un clima de crisis mediada por la prensa y expresada fuertemente en los sondeos de opinión.

Nada aún está dicho a varios meses de las elecciones de noviembre de 2025, pero de no haber una clara unidad de las fuerzas progresistas y de izquierda, de la mano con una inteligente estrategia comunicacional que se haga cargo de los amplios sectores del electorado que legítimamente sienten descontento con lo que han obtenido bajo décadas de democracia y de gobiernos moderados de izquierda, claramente se facilita la posibilidad de que representantes autocráticos e iliberales (antiprogresistas) tomen el control del poder ejecutivo y ciertamente del legislativo, llevando a Chile a su primera experiencia de gobierno extremo desde el retorno de la democracia,  justamente por el costado de quienes adhieren y reivindican públicamente la dictadura militar.

Francisco Córdova Echeverría (Chile) es magíster en dirección y liderazgo para la gestión educativa. Diplomado en Filosofía, Sociedad y Cultura. Cirujano Dentista de la Universidad de Concepción. Actualmente estudiante de Ciencia Política y Sociología en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Ayudante en cátedras de Comunicación Política en facultades de Ciencia Política y Comunicación Social. Ha sido dirigente social y político en Chile. X: @FCordovaE / Instagram: @depresivoOptimista


[1] Hay otros fenómenos políticos autocráticos que también son necesarios tomar en cuenta, como es el caso de Nayib Bukele en el Salvador, pero debido a sus particularidades y a los límites de extensión posible de este texto, deberá quedar su análisis para una próxima oportunidad.

[2] https://www.ciperchile.cl/2020/08/08/a-40-anos-del-plebiscito-de-pinochet/

[3] https://www.emol.com/noticias/Nacional/2021/05/17/1021146/Boric-junta-firmas-candidatura-presidencial.html

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