Por Milton Vela-Gutiérrez
Escribir sobre el APRA es adentrarse en la historia: cien años desde su creación en tiempos de revoluciones y cambios sociales profundos generan un marco caso mágico y religioso como la realidad latinoamericana.
El APRA es considerado el partido más importante en la historia de Perú. Su estructura, ideología, mística, liderazgo unificado, la gran masa de simpatizantes y partidarios bien capacitados –aunque a mi parecer exageradamente dogmáticos– y su historia que incluye destierros y muertes de sus seguidores.
Tuvo un manejo adecuado de sus íconos, frases e imágenes partidarias; tuvo héroes populares y sus dirigentes eran considerados referentes con disposición al orden y la disciplina. Este concepto tan cerrado también iba a ser un problema en los años posteriores.
Un partido con tantos años requiere una visión y estrategia para poder superar a sus líderes iniciales. Por otro lado, lo único que debe permanecer es el cambio, pero esto no se dio en la estructura del APRA, pues la longevidad del partido también es un vínculo emocional que es tradición y comunidad, donde el peso de la renovación no va por la capacidad de formación de cuadros, sino por el tiempo de permanencia en el partido.
Sin lugar a dudas, discurre entre partidarios que el APRA no es un partido, sino un sentimiento. Entender al APRA no es fácil. El culto al Jefe, Víctor Raúl Haya de la Torre, es lo que fusiona a los apristas, cuando hacen un esfuerzo por volver a consolidarse como partido y participar en elecciones. En los muros de las calles sobre sale la frase “Víctor Raúl Haya de la Torre nunca muere”.
Los inicios
En Perú, 1919 fue testigo de la aparición de nuevas fuerzas políticas, influenciadas por la Revolución Mexicana de 1910 y la Revolución Rusa de 1917, especialmente en el espectro de la izquierda. El país enfrentaba una crisis de identidad tras la reciente derrota en la guerra con Chile, lo que resultó en sucesivos golpes de Estado.
Durante la década de 1920, el ambiente político e intelectual estuvo marcado por el rechazo al legado hispánico y colonial, considerado opresivo y retrógrado, culpado por el subdesarrollo y el fracaso frente a Chile.
La guerra mundial y la mejora económica que trajo al país generaron cambios importantes, incluida la industrialización que impulsó el crecimiento de la clase obrera y proletariado urbano. Este cambio despertó un sentimiento de clase y la emergencia de una incipiente clase media como actor político y social.
En este contexto, surgieron dos figuras fundamentales en la historia política del Perú: Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui.
Haya es el APRA, el APRA es Haya
Haya de la Torre emergió en la escena política en 1919, liderando la lucha estudiantil por la jornada laboral de ocho horas diarias. Ese mismo año fue elegido Presidente de la Federación de Estudiantes del Perú (FEP). Encabezó la lucha por la reforma universitaria y participó en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes en Cuzco en 1920, donde se aprobó la creación de la Universidad Popular. Esta institución fue fundamental en la formación de cuadros políticos.
Identificado como opositor a los gobiernos de turno y fervientemente favorable al sentir popular, fue arrestado y enviado a la isla penal El Frontón, donde inició una huelga de hambre antes de ser deportado a Panamá.
Durante sus viajes, llegó a México en 1924, momento en el cual entregó la bandera indoamericana a la juventud universitaria, marcando así la fundación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), un movimiento político que Haya proyectó hacia América Latina.
Víctor Raúl no solo aspiraba a ser un líder político peruano, sino a trascender como líder continental. Tras sus viajes por Rusia y otros países europeos y centroamericanos, observó el desarrollo del comunismo y sus implicancias sociales.
El APRA vio entre sus miembros destacados a José Carlos Mariátegui, quien en 1928 se distanció de Haya para fundar el Partido Socialista Peruano. En 1930, se fundó el Partido Aprista Peruano, el primer partido político con una base popular amplia en la historia del Perú, del cual Haya fue el principal líder.
La presencia del APRA tuvo un impacto significativo en la vida política y social del Perú, participando por primera vez en elecciones generales. Sin embargo, el proceso se polarizó entre las candidaturas de Haya de la Torre y el comandante Luis Miguel Sánchez Cerro. A pesar de ganar las elecciones, Sánchez Cerro fue impugnado por el APRA, desencadenando una guerra civil no declarada entre el partido y las Fuerzas Armadas.
Esta confrontación resultó en el arresto de Víctor Raúl y la deportación de parlamentarios apristas. En julio de 1932, un grupo de apristas se rebeló en Trujillo, tomando el cuartel O’Donovan y desencadenando una represión violenta por parte del ejército y la policía, con miles de detenciones y ejecuciones.
En ese mismo año, un militante aprista intentó asesinar a Sánchez Cerro con un disparo, lo que llevó al Congreso Constituyente a proscribir al Partido Aprista Peruano, declarando ilegales los partidos políticos de organización internacional.
La persecución política continuó con violencia, culminando en el asesinato de Sánchez Cerro en abril de 1933. Víctor Raúl y el APRA permanecieron en la clandestinidad hasta 1945.
En las siguientes elecciones, el APRA apoyó a José Luis Bustamante y Rivero, logrando una victoria que les permitió tener mayoría en el Congreso. Sin embargo, en octubre de 1948, se produjo un fallido intento de golpe de Estado por parte de militantes apristas, lo que llevó a la proscripción del partido y la detención de sus líderes.
La esencia
Durante las décadas de persecución, Haya de la Torre convirtió el impreso en la principal herramienta aprista, centrando su formación como intelectual revolucionario en escribir y publicar.
El libro El Antiimperialismo y el APRA fue uno de los ensayos doctrinarios más significativos y polémicos del movimiento peruano. Esta obra marcó el ideario político y la línea de acción del APRA desde mediados de la década de 1930. Según Martín Bergel, Haya tenía un proyecto ambicioso: construir un movimiento social vasto que, liderado por él, lograra articular diferentes clases y grupos sociales subalternos, así como agrupaciones intelectuales y políticas de toda América Latina.
El Antiimperialismo y el APRA es una obra fundacional que estableció las premisas ideológicas para la independencia efectiva de lo que Haya llamaba “Indoamérica”. Haya fundó el APRA con el propósito de promover un cambio político antiimperialista y unificador en América Latina en beneficio de los pueblos autóctonos del continente.
El libro destacó la lucha contra el imperialismo estadounidense, la unidad política latinoamericana, la nacionalización de tierras e industrias, la internacionalización del Canal de Panamá y la solidaridad con los oprimidos a nivel mundial. Aunque el APRA no se autodefinió como de izquierda, sus acciones y propuestas apuntaban a principios asociados con esta corriente, como la justicia social y la igualdad.
Haya también diferenció al APRA del comunismo, destacando la especificidad del contexto latinoamericano frente a las influencias ideológicas europeas. Argumentó que el comunismo europeo no se adaptaba a la realidad social y étnica particular de América Latina, especialmente en temas como la lucha de clases y la representación obrera.
Haya propuso una lucha frontal contra el imperialismo y la promoción de una segunda independencia efectiva basada en la unidad política y económica de los países indoamericanos.
El Antiimperialismo y el APRA estableció las bases ideológicas para el movimiento aprista y delineó una visión de América Latina unida y liberada del dominio imperialista, pero que tuvo una función, especialmente en el Perú, de evitar el crecimiento sostenido del comunismo.
Una joven promesa
Alan García, nacido en 1949, surge de una familia de clase media con raíces en el histórico APRA. Durante su infancia, su padre, secretario de Organización del partido, cumplía condena por su activismo en la cárcel limeña de El Sexto.
Alan continuó la tradición al unirse a la Juventud Aprista Peruana (JAP). A los 17 años recibió el carné de militante.
Haya de la Torre ejerció una influencia casi paternal sobre el futuro presidente desde su juventud. García admiraba al líder del aprismo, considerándolo casi un “semidiós”, como él mismo recordó en una entrevista durante su campaña presidencial en 2006.
García emergió como un hábil orador, bajo la tutela de Haya de la Torre. Con su juventud, estatura imponente (193 cm), cabello negro brillante y estilo elegante, se destacaba entre los políticos grises y veteranos que dominaban la escena.
Las elecciones generales de 1980 marcaron su entrada en la política nacional como cabeza de lista del APRA por Lima en la Cámara de Diputados.
Preocupado por su futuro, el APRA depositó sus esperanzas en García, quien, a pesar de su juventud, asumió roles de liderazgo interno. Finalmente, fue proclamado candidato presidencial para las elecciones de 1985.
Alan gana las primeras elecciones
García centró su campaña en la crítica al modelo de libre mercado implementado por Fernando Belaúnde Terry, en la lucha por la moralización de la administración pública, marcada por prácticas corruptas, y en el combate enérgico contra el grupo maoísta Sendero Luminoso.
El 14 de abril de 1985, logró conquistar el poder. Veintitrés años después, García obtuvo el 45,7% de los votos emitidos, más del doble de los obtenidos por su rival más cercano. A sus 36 años, se convirtió en el mandatario constitucional más joven en la historia del Perú, iniciando su administración con niveles de popularidad sin precedentes, alzándose como la esperanza de una población afectada por políticas de ajuste económico y una creciente violencia causada por grupos insurgentes y las fuerzas de seguridad del Estado.
Al inicio, García adoptó un enfoque conciliador frente a la guerrilla, estableciendo una Comisión de Paz para proteger los derechos humanos y mediar entre las Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso. Sin embargo, la persistente impunidad en los abusos de ambas partes llevó a la renuncia de los miembros de esta comisión.
Por otro lado, las destituciones de altos mandos policiales y militares por parte de García se relacionaron con su objetivo de combatir la violencia dentro del Estado de derecho y desmantelar las conexiones del narcotráfico en las instituciones armadas. El intento del gobierno de iniciar un proceso negociador sufrió un golpe el 19 de junio de 1986, cuando motines simultáneos de presos senderistas fueron reprimidos por la Guardia Republicana y el Ejército, resultando en la muerte de 248 reclusos, muchos de ellos ejecutados sumariamente.
Esta represión, de la cual García se desligó de toda responsabilidad política, atrajo la atención internacional. En cuanto al delicado tema de la deuda externa, en su primer discurso como presidente, García afirmó el compromiso del Perú de honrar sus obligaciones internacionales, pero debido a las limitaciones de pago, el país no dedicaría más del 10% de sus ingresos en divisas provenientes de la exportación al servicio de la deuda.
La popularidad del presidente entre los sectores progresistas de América Latina aumentó aún más cuando, en septiembre, advirtió en la Asamblea General de la ONU que, si el Fondo Monetario Internacional no implementaba reformas en el sistema monetario y de distribución de liquidez global, Perú reconsideraría su membresía en dicho organismo.
Las tensiones con Estados Unidos tomaron un giro serio el 27 de diciembre de 1985, cuando nacionalizó la compañía Belco Petroleum, que operaba en la plataforma continental frente a la costa norte, después de que esta se negara a aceptar las nuevas condiciones para renovar su contrato de explotación.
El presidente confiaba en impulsar el crecimiento económico a través del consumo interno, sin depender de créditos o inversiones extranjeras. Sin embargo, esta estrategia populista con tintes autárquicos enfrentaba dos realidades innegables del Perú: los limitados recursos propios de un país en desarrollo y el alto porcentaje de población activa excluida del sistema productivo formal.
El segundo gobierno
Alan era conocido por su personalidad dinámica, aunque había pasado de ser impetuoso a exhibir una faceta más madura y dialogante como político. No perdió tiempo en ejecutar proyectos clave de su programa electoral durante su segunda presidencia (2006-2011), incluyendo la reducción por decreto de los salarios de representantes políticos y cargos estatales, una campaña nacional de alfabetización, la expansión de servicios básicos en zonas rurales (agua, electricidad, atención médica) y el lanzamiento de proyectos de desarrollo significativos.
En julio de 2007, García marcó su primer año de mandato en circunstancias paradójicas. La economía nacional crecía a un ritmo sobresaliente del 8% (en 2008 superaría el 9%, muy por encima del promedio regional). Esto se acompañaba de un aumento en la inversión pública y privada, así como en el consumo. El gobierno anunciaba buenas noticias, como la reducción de la pobreza en un tiempo récord. Sin embargo, los críticos del Ejecutivo argumentaban que esta mejora no era tan meritoria, ya que reflejaba un cambio en la metodología de cálculo de la pobreza monetaria.
En agosto de 2008, las comunidades indígenas y campesinas amazónicas lograron una victoria tras casi dos semanas de paros y manifestaciones, obligando al Congreso a derogar dos decretos que buscaban facilitar la compraventa de tierras selváticas, en algunos casos de propiedad de la población nativa, para su explotación en la producción de biocombustibles y la extracción de hidrocarburos por capital privado en pos de la seguridad energética del país.
El conflicto se intensificó el 5 de junio de 2009, cuando un operativo policial contra activistas que bloqueaban la vía en la Curva del Diablo, en Bagua, desencadenó una tragedia. Durante el enfrentamiento, 23 agentes del orden (11 de ellos retenidos por los nativos awajún, fueron asesinados a machetazos) y un número indeterminado de civiles (al menos una decena, por disparos) perdieron la vida. El “Baguazo”, como se conoció este suceso, conmocionó al país y se convirtió en la crisis más grave que García enfrentó durante su segundo mandato.
El Partido Aprista Peruano llegó a las elecciones del 10 de abril de 2011 sin un candidato. La postulante designada e invitada Mercedes Aráoz Fernández, respetada titular de tres carteras durante su quinquenio, renunció el 16 de enero, a solo tres meses de las votaciones.
Finalmente, la Presidencia fue ganada por Ollanta Humala. En las elecciones legislativas, el Partido Aprista Peruano sufrió una derrota al obtener solo el 6,4%, equivalente a cuatro de los 130 escaños del Congreso. En esa administración se creó una megacomisión encargada de investigar conductas ilícitas y responsabilidades penales de García y funcionarios de su gobierno durante su segundo mandato.
El ocaso
El caso Odebrecht sacudió los cimientos de la política peruana, generando un hecho inesperado: el suicidio de Alan García. Sin embargo, esta muerte podría no ser solo la del exmandatario, sino también la de la vieja élite política que ha gobernado Perú.
Como un terremoto constante, los efectos de las investigaciones continúan sacudiendo la precaria construcción llamada “política peruana”. El descubrimiento de múltiples pagos de la constructora Odebrecht, ya sea como sobornos o aportes de campaña, ha puesto en vulnerabilidad al elenco principal de la política.
Particularmente en el caso de Alan García, lo destacable no es solo la acusación y posibilidad de juicio, sino la forma en que eligió evitar la acción judicial.
Aunque García había perdido popularidad, seguía siendo una figura poderosa no solo por sus habilidades políticas, sino por sus estrechos lazos con actores clave en el Estado, el sector empresarial y los medios de comunicación. García fue un protagónico en la política peruana en dos ciclos: primero, durante el periodo democrático abierto en 1980 y concluido en 1992; luego, desde la fuga de Alberto Fujimori a Japón en septiembre del año 2000 hasta la actualidad.
La muerte de García representa el fin de la vieja élite política. Perú, un país acostumbrado a la inestabilidad en sus liderazgos, enfrenta un escenario abierto, incluso para sus estándares volátiles.
Alan García –a través de su carta de despedida–, su partido y otros políticos, han tratado de darle a su suicidio una interpretación que enfatiza la arbitrariedad y distracción que representaría la prisión preventiva que enfrentaría. Sin embargo, la muerte del expresidente es la aceptación tácita de que ya no puede controlar su entorno. Su suicidio es un certificado de salida de la élite política.
La esperanza tampoco muere
Jorge del Castillo Gálvez, al conmemorar el centenario del APRA, en un artículo de su autoría menciona: El APRA ha sido el muro de contención del comunismo, combatiendo en el campo de las ideas en universidades, sindicatos, asentamientos humanos, en el Congreso de la República y en las calles como los hicimos contra el régimen incompetente, corrupto y golpista de Pedro Castillo.
Hoy nos toca formularle una nueva propuesta al país, para recuperar los niveles de crecimiento y desarrollo socioeconómico que tuvimos en el gobierno del presidente Alan García, reduciendo la pobreza, la desnutrición y elevando la educación en el país, la salud y la seguridad.
Probablemente veamos el renacer de este partido para las próximas elecciones de 2026, pero por ahora no tiene un buque insignia de la magnitud de sus líderes históricos, como Víctor Raúl Haya de la Torre y Alan García Pérez”.
Milton Vela-Gutierrez (Perú) es profesor en Marketing Estratégico, Político y Comunicación Política, en áreas de grado y postgrado en la Universidad de Lima. Consultor y analista en campañas políticas y gestión gubernamental, con especialización en prospectiva. Estudios en Maestría en Marketing Político y Comunicación Estratégica, posgrado en Marketing Comercial, diplomado Internacional en Marketing Político y campañas Electorales, especialista en Investigación de Mercados, diplomado en Comunicación en Crisis Políticas y Gerencia de Campañas Electorales.
LinkedIn: Milton Vela-Gutierrez / Instagram: @milton-velagutierrez