El panorama político en Puerto Rico

Por Pablo Defendini

El discurso político en Puerto Rico ha sido acaparado por el debate sobre el futuro político de la última colonia en América Latina. Pero ahora, movimientos políticos emergentes se unen al independentismo para traer un cambio en las urnas en el 2024. 

Desde por lo menos la mitad del siglo XX, el discurso político en la colonia estadounidense de Puerto Rico ha sido acaparado por el debate constante sobre el futuro político de la última colonia en América Latina. El problema del ‘estatus’, como le decimos los boricuas, es algo así como uno de los toldos azules de FEMA que se propagan después de un evento atmosférico. Se le pone por encima a los problemas sistémicos en Puerto Rico, para taparlos y no tener que hablar de ellos. 

Tanto así, que los partidos políticos puertorriqueños tradicionalmente no se alinean basado en convergencias de ideología, sino por preferencia de estatus político para el archipiélago: el Partido Nuevo Progresista (PNP) aboga por la ‘estadidad,’ es decir, convertir a Puerto Rico en un estado de pleno derecho de los Estados Unidos; el Partido Popular Democrático (PPD) defiende la permanencia y la mejora del estatus colonial actual —el llamado ‘estado libre asociado’—; y el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) lleva su preferencia en su nombre: desde la minoría electoral, ha sido defensor constante de la plena independencia para Puerto Rico por más de setenta años.

Fuera de eso, dentro de cada uno de estos partidos, existe una gama de posiciones ideológicas. Por ejemplo, tanto el PNP y el PPD se pueden considerar partidos de centro/centro derecha. Pero dentro de esas colectividades existe una gama de posiciones ideológicas: desde el conservadurismo religioso y económico de la derecha pura y dura, hasta el progresismo neoliberal de centro izquierda. Aunque el PIP ha articulado posiciones más de centro o centro izquierda —y se considera a sí mismo un partido socialdemócrata— cuenta con un componente conservador que apoya el partido a pesar de sus posiciones ideológicas. Lo importante, en los tres casos, es la posición del partido sobre el estatus político. Ese siempre ha sido el norte ‘ideológico’ del discurso político en Puerto Rico. Lo demás es secundario, y la monomanía del tema del estatus desemboca en un fanatismo intenso. El voto ‘íntegro’ —(es decir, el voto por un partido político, en vez de por candidaturas individuales— es sumamente prevalente en Puerto Rico (aunque ha ido disminuyendo en los últimos ciclos electorales).

Durante los pasados setenta años, el PNP y el PPD se han turnado el poder, y han creado un andamiaje de clientelismo político dentro de la estructura gubernamental y el ecosistema de medios del país. A la misma vez, tanto el gobierno local como el gobierno de los Estados Unidos han llevado a cabo varias campañas en contra del independentismo en Puerto Rico: leyes de censura, operativos encubiertos e ilegales llevados a cabo por el FBI, campañas de vigilancia y recopilación de información sobre individuos por parte del gobierno local, y asesinatos políticos, entre otros nefastos sucesos. Por gran parte del siglo XX, el declarar que uno era abiertamente independentista en Puerto Rico podría costarle el trabajo, vínculos sociales o familiares, y hasta la vida. Dentro de ese ambiente, el movimiento independentista retrocedió dramáticamente en el plano electoral y en la discusión dentro de los medios hegemónicos del país durante la segunda mitad del siglo XX.

Desde el 2006, Puerto Rico lleva sumido en una profunda crisis sistémica. En la última década, la combinación de la imposición del congreso estadounidense de una Junta de Supervisión y Administración Fiscal (‘La Junta’) para reestructurar una deuda odiosa de 72 mil millones de dólares de Puerto Rico y los desastres naturales devastadores de los huracanes María e Irma, así como una serie de terremotos, han dejado al descubierto que los dos partidos políticos locales que han compartido el poder durante los últimos setenta años, el PNP y el PPD, están más interesados en preservar su control sobre una cleptocracia colonial que en atender las necesidades urgentes del archipiélago.

Ya para finales de los 2010, amplios sectores de la sociedad civil habían comenzado a despojarse del miasma del coloniaje y a exigir cambios contundentes, basados en principios de equidad, justicia, y respeto a los derechos humanos, independientemente del asunto del estatus político. Las protestas masivas en el archipiélago durante el verano del 2019 obligaron la renuncia del Gobernador del PNP, y dieron paso a las elecciones del 2020, en las cuales el éxito de dos senadores, dos representantes y veinticinco legisladores municipales del Movimiento Victoria Ciudadana, un nuevo partido político, confirma en las urnas que el país ha comenzado a cambiar. 

Victoria Ciudadana representa una concertación de varios partidos políticos emergentes junto con otras organizaciones de la sociedad civil, alineados detrás de una ideología de izquierda, y articulada en su Agenda Urgente. Al adoptar la descolonización de Puerto Rico en general —sin preferencia de estatus— como un elemento de su Agenda Urgente, Victoria Ciudadana reconoce el problema fundamental que representa el coloniaje para Puerto Rico, pero a la vez pretende trascender el tema en su discurso político. Se convierte en una alternativa para personas de todas las preferencias de estatus, con tal de que se suscriban al resto de la Agenda Urgente, claramente de izquierda. 

Para las elecciones del 2020, al otro lado del espectro ideológico surge también el Proyecto Dignidad, otro partido político que trasciende la cuestión del estatus, pero se alinea ideológicamente con la derecha. Su desempeño en las elecciones del 2020, y su capacidad de aprovechar las comunidades cristianas para crecer y movilizar su base los ha posicionado bien para tener otro desempeño minoritario pero sustancial, en las elecciones del 2024.

El desempeño del Movimiento Victoria Ciudadana en el 2020, combinado con el desempeño histórico del partido tradicional de oposición, el PIP, llevaron a ambos partidos a considerar sus coincidencias ideológicas y explorar la formación de una coalición electoral —La Alianza— para fortalecer su desempeño en las elecciones de 2024 y traer cambios y reformas al gobierno de Puerto Rico. 

Ante la posibilidad real de perder su hegemonía a través de las urnas este noviembre, el PNP y el PPD han recurrido a preservar su control del poder mediante la desinformación, trucos sucios en la Comisión Estatal de Elecciones (la CEE, la institución encargada de regular las elecciones en Puerto Rico, controlada por el PNP y el PPD) y el uso y abuso de los tribunales, a través de una campaña coordinada de lawfare hacia las incumbentes y las candidaturas de Victoria Ciudadana durante más de dos años.

Incluso, antes de las elecciones del 2020, ya la tendencia estaba clara: el apoyo electoral al bipartidismo del PNP y el PPD estaba en obvio declive. El PNP utilizó su mayoría en la legislatura para aprobar una serie de revisiones al código electoral de Puerto Rico que, entre otras cosas, prohíbe el voto coaligado (o la votación por fusión), en un intento de evitar que Victoria Ciudadana y el PIP formaran una alianza en las elecciones.

A pesar de estos obstáculos, a finales de 2023 el PIP y Victoria Ciudadana alcanzaron un acuerdo en el que cada partido apoyará candidaturas del otro de manera ad-hoc, evitando las prohibiciones recién instauradas contra las alianzas electorales y el voto coaligado.

Ahora, a medida que se acercan las elecciones de 2024, uno de los grandes retos de la Alianza entre el PIP y Victoria Ciudadana es el de comunicaciones. Aparte de los asuntos de comunicaciones implícitos en correr una campaña de comunicaciones política, se le añade la complejidad de trabajar no solo en colaboración con varias campañas, sino también con varios partidos políticos y otras organizaciones.

Las candidaturas de la Alianza ya están plasmadas, y el 2 de junio se celebran las primarias del PNP y el PPD. Ahora comienza el periodo de campaña de cara al 5 de noviembre, el día de las elecciones generales. Le toca a la Alianza romper con el ruido del bipartidismo tradicional puertorriqueño y no solo articular su propuesta al país, sino también educar sobre cómo votar efectivamente.

Pablo Defendini (Puerto Rico) trabaja como consultor de diseño de experiencia de usuario y estratega de contenido con un enfoque en el diseño y la producción editorial para medios digitales. A través de los años ha diseñado, lanzado y manejado varias publicaciones grandes y pequeñas en Puerto Rico, en EEUU, y en internet. X: @pablod / Instagram: @pablod

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