Search
Close this search box.

El silencio de Cristina

Por Carolina Muñoz

Es una de las políticas argentinas más destacada de los últimos tiempos y ha sabido usar y “abusar” de la palabra, oratoria y de las transmisiones en cadena nacional.

En los tiempos que corren y de la tiranía de los clics, parece que cuando más se habla, más se dice, más se publica… más se comunica, más clics se generan, más se lee mi nota y (parece que) menos importa el contenido, en la vorágine nos olvidamos de otra de las formas que puede tomar la comunicación: el silencio.

Ese silencio que abre la puerta a múltiples interpretaciones, la de los medios de comunicación, la de los militantes, la del núcleo duro, la del círculo rojo… Y la de la oposición, por supuesto.

Según Antoni Gutiérrez Rubí, “en momentos como los actuales, el silencio puede –y debe– tener una oportunidad más allá de su uso instrumental en una guerra de posiciones internas y externas”.

El buen uso de las palabras es clave entre un político y los ciudadanos, y Cristina, sin duda, ha hecho uso y “abuso” de su oratoria, discursos y cadenas nacionales. “Por Dios, que se calle” era una de las frases que solía escucharse en cualquier bar argentino donde se interrumpiera una transmisión por una cadena nacional previo a perder la elección en 2015. Se le critica si habla, pero también si no lo hace.

La importancia de ser Cristina

Cristina Fernández es una de las políticas argentinas más destacadas de los últimos tiempos, nos guste o no. Su silencio o la ruptura de este provocan un torbellino en la agenda política y mediática del país. No importa lo que dice el presiente, importa lo que dice Cristina; no importa si el presidente logra un acuerdo con Fondo Monetario Internacional, lo que importa es la retórica que maneja, quien es, sin duda, la líder del oficialismo.
Silvia Ramírez Gelbes, lingüista argentina, escribió hace algunas semanas que “su silencio está cargado de significado, de sentimiento y de conversación”.

El silencio de Cristina incomoda, a propios y ajenos. En noviembre de 2021 la propia Cristina Fernández, en su página web, hizo una publicación a la que tituló De silencios y curiosidades. De leyes y responsabilidades, donde muy hábilmente eligió al azar algunos titulares que hicieron eco de su silencio y llamó a dejar el foco de lado en este para mirar al Congreso, donde por primera vez, desde 1983, el peronismo no tiene quorum propio en la Cámara de Senadores de la Nación.

Una vicepresidente/a mujer poderosa, que con su silencio o sus comunicaciones pone todo el arco político a opinar durante semanas. No se recuerda otro vicepresidente que genere tales reacciones, con excepción de momentos puntuales en la historia. En general, el vicepresidente siempre mantuvo un perfil bajo y llevó adelante el rol que le compete dentro del Congreso de la Nación. A ella, parece que hay que pedirle más y se le juzga tanto por lo que dice, como por lo que no.

No dudo que su silencio es inteligente, pero también me permito la duda de que quizá, simplemente hay temas en los que no quiere opinar, ni tomar postura. Al final de cuentas no es ella la presidenta de la nación, por más que muchos (me incluyo) creamos en un maquiavelismo donde lo que hace o dice, lo hace con una intencionalidad favorable a sí misma y a su agrupación, para marcar los límites dentro del espacio que forma parte o para arengar a sus “soldados para la liberación” como gustan de cantar cuando se congregan por alguna razón en las plazas argentinas, embelesados ante su líder.

Los tipos de silencios

Montse Urpí, en La elocuencia del silencio, señala varias polifonías del silencio. El silencio prudente, que consiste en callar oportunamente; el artificioso que sirve para sorprender y/o desconcertar; el complaciente o burlón, que conlleva algo de malicioso; el inteligente o estúpido; el aprobatorio o despectivo, el de humor y el diplomático o el intencionado.

La actual vicepresidenta argentina sabe utilizar muy bien los espacios de silencio y si de algo podemos estar seguros es de que no existe en ella un silencio estúpido, sabe lo que hace, cuándo lo hace, por qué lo hace y solo rompe ese silencio (el que tantas ocasiones le pidieron que haga) porque tiene la intención de manifestar alguna cosa. Quiere emitir opinión sobre un tema de su interés de la agenda o instalar un tema en ella.

En 2022, los silencios de Cristina (y sus palabras emitidas o escritas) tendrán más importancia que en años anteriores. Argentina se encuentra en la antesala de una nueva campaña electoral que en 2023 culminará con la reelección (o no) del actual gobierno. Las palabras, los discursos y el arte de saber manejar los silencios serán claves en un escenario complejo y polarizado donde outsiders de la política ingresaron, encontrando una puerta abierta en el descreimiento de los ciudadanos ante la “casta política” a la que ahora, ellos mismos pertenecen.

El núcleo duro, el votante de Alberto y Cristina, los seguirá eligiendo más allá de sus palabras, sus silencios, sus aciertos o sus desaciertos retóricos. A los votantes desencantados, a los ciudadanos hartos de promesas incumplidas, quizás un poco de silencio les vendría mejor.

Quizás el estratega que sepa combinar el arte del silencio y el bombardeo de la comunicación electoral logre la ventaja que lleve al sillón de Rivadavia al nuevo presidente o presidenta de la Nación.

Carolina Muñoz (Argentina) es consultora y magíster en Economía y Política Internacional por la Universidad de San Andrés. Licenciada en Gobierno y Relaciones Internacionales y Analista Política por la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Trabajó en la Presidencia de la Nación Argentina como coordinadora regional; formó parte del equipo de campaña de numerosos candidatos, asesorando a los equipos de comunicación en Argentina, Uruguay, Chile, México y Bolivia, entre otros.
Twitter: @carolourdesm
Ig: @carolourdesm

Compartir
Facebook
Twitter
LinkedIn
lo último