Por Susana Riquelme Parra
Las elecciones subnacionales de 2024 en Chile evidenciaron profundas desigualdades de género en el ámbito político local. Solo el 16,2% de las alcaldías están lideradas por mujeres y ningún gobierno regional cuenta con una gobernadora. Este análisis argumenta que avanzar hacia la paridad es imprescindible para redistribuir el poder y diversificar la agenda pública.
Las elecciones municipales y regionales de 2024 en Chile dejaron en evidencia las profundas desigualdades de género del ámbito subnacional. Si bien se han implementado reformas en las últimas décadas para mejorar la transparencia y la accesibilidad del sistema electoral, estas no han logrado revertir la exclusión histórica de las mujeres de los espacios de toma de decisión. La situación es alarmante: solo el 16,2% de las alcaldías están lideradas por mujeres, y ningún cargo de gobernador regional fue ocupado por una mujer durante este ciclo electoral (Servel, 2024).
Este panorama refleja la existencia de barreras estructurales y culturales, y, además, las limitaciones de un marco normativo que ha sido insuficiente para garantizar la representación equitativa de género en todos los niveles de gobierno. Desde una perspectiva feminista crítica, y tomando como base la teoría de la representación de Hanna Pitkin (1967), este artículo argumenta que la democracia no puede considerarse plena sin un sistema de representación que asegure tanto la presencia descriptiva de las mujeres como su capacidad de acción sustantiva en beneficio de sus representadas.
La subrepresentación de las mujeres en los cargos de mayor poder decisional, como las alcaldías y gobiernos regionales, es un síntoma de un sistema político altamente masculinizado. Los resultados de estas elecciones subnacionales confirman la urgencia de avanzar hacia un modelo de paridad integral que redistribuya el poder político y diversifique la agenda pública para incluir las necesidades y demandas de mujeres y niñas.
El contexto político de estas elecciones, caracterizado por una participación histórica del 80% gracias al voto obligatorio, también refleja tensiones significativas. La fragmentación del sistema de partidos y el auge de candidaturas independientes complejizan los esquemas tradicionales de gobernabilidad y representación. Sin embargo, la ausencia de cuotas de género obligatorias para cargos uninominales y colegiados ha exacerbado las desigualdades de género, relegando a las mujeres a un papel marginal en la configuración del poder político local.
Este artículo explora las dinámicas de las elecciones subnacionales desde una perspectiva de feminista, analizando los resultados obtenidos, las barreras enfrentadas por las candidatas y las implicancias de estas desigualdades para el fortalecimiento de la democracia chilena.
Barreras de género
Las barreras de género son obstáculos estructurales y simbólicos que reproducen la exclusión de las mujeres de los espacios de poder y limitan su capacidad para participar en condiciones de igualdad. Según Celis y Childs (2020), estas barreras incluyen tanto aspectos visibles, como el acceso desigual a recursos y financiamiento, como elementos invisibles, como los estereotipos de género que moldean las percepciones sobre la capacidad de liderazgo de las mujeres. En contextos locales, estas barreras se agravan por la cercanía con comunidades que tienden a asociar el liderazgo con atributos masculinos, relegando a las mujeres a roles de cuidado y asistencia.
En Chile, estas dinámicas se reflejan claramente en los resultados de las elecciones subnacionales. En 2021, las mujeres alcanzaron el 17,1% de las alcaldías, pero esta cifra disminuyó al 16,2% en 2024 (Servel, 2024). La estabilización e incluso retroceso en la representación femenina en alcaldías, así como la ausencia de mujeres en las gobernaciones regionales, evidencia que las innovaciones normativas introducidas en este periodo no han sido suficientes para transformar las dinámicas de exclusión.
El financiamiento desigual y el acceso limitado a redes políticas son barreras estructurales clave que enfrentan las candidatas mujeres. Según Htun y Piscopo (2018), las mujeres históricamente han tenido menos acceso a recursos económicos y redes de apoyo, lo que limita su competitividad electoral. En el ámbito subnacional chileno, estas barreras se ven amplificadas por la fragmentación del sistema político y la dependencia de redes clientelares dominadas por hombres.
En 2024, la irrupción de candidaturas independientes diversificó la oferta electoral, pero no benefició proporcionalmente a las mujeres. Como señala Freidenberg (2017), las candidaturas independientes enfrentan mayores barreras logísticas y financieras, que afectan de manera desproporcionada a las mujeres debido a su exclusión histórica de circuitos de poder político.
Las barreras simbólicas están profundamente arraigadas en los estereotipos de género. Las mujeres son evaluadas en función de atributos percibidos como “femeninos,” como la empatía y el cuidado, mientras se les niegan características asociadas con el liderazgo decisional (Celis y Childs, 2020). Esto reproduce un modelo patriarcal de liderazgo en el ámbito local, donde las mujeres son relegadas a roles secundarios y se enfrentan a cargas simbólicas a fin de demostrar su capacidad frente a partidos políticos escépticos.
La teoría de la representación de Hanna Pitkin (1967) proporciona un marco útil para analizar la situación en Chile. Pitkin distingue entre representación descriptiva y sustantiva. La representación descriptiva se refiere a la mera presencia física de mujeres en cargos públicos, mientras que la representación sustantiva implica que estas lideresas puedan actuar en interés de las mujeres y transformar las estructuras patriarcales.
En el ámbito subnacional chileno, los datos de 2024 muestran un déficit tanto en la representación descriptiva como en la sustantiva. Las alcaldías y gobiernos regionales, espacios de mayor poder decisional, siguen dominados exclusivamente por hombres.
Según Celis y Lovenduski (2018), para que la representación descriptiva se traduzca en representación sustantiva, es necesario garantizar que las mujeres electas tengan acceso a recursos adecuados y autonomía política. En Chile, estas condiciones están lejos de ser una realidad debido a las presiones partidarias patriarcales y la falta de políticas que fomenten liderazgos de mujeres.
Paridad como respuesta a exclusión
La paridad, entendida como la representación equitativa de hombres y mujeres en todos los niveles de decisión, es más que un objetivo técnico; es una herramienta de transformación estructural. La paridad no solo redistribuye el poder político al incluir a las mujeres en espacios históricamente monopolizados por hombres, sino que también diversifica la agenda pública. Estudios de Beckwith (2014) y Celis y Childs (2020) muestran que las mujeres en cargos de poder tienden a priorizar políticas relacionadas con el cuidado, la educación y la igualdad de género, temas que han sido históricamente marginados.
La representación descriptiva de las mujeres en Chile, limitada al 16,2% de las alcaldías y al 0% de las gobernaciones regionales en 2024, pone en evidencia las barreras estructurales y simbólicas que permiten darse cuenta de su exclusión. Para avanzar hacia una representación sustantiva, es necesario garantizar que las mujeres tengan acceso a recursos y autonomía para actuar en interés de sus representadas.
Para superar este estancamiento en las alcaldías y retroceso en los gobiernos regionales, es imprescindible implementar reformas transformadoras. La experiencia de México, que adoptó cuotas de género obligatorias para todos los niveles de gobierno en 2019, demuestra que la paridad puede lograrse cuando se establecen marcos normativos robustos y mecanismos de fiscalización efectivos (IPU, 2022). En Chile, avanzar hacia un sistema paritario en los niveles municipal y regional no solo sería un paso hacia la equidad, sino también un acto de justicia democrática que permitiría desmantelar las barreras estructurales y simbólicas que reproducen la exclusión de las mujeres del poder político.
La representación política de las mujeres en Chile, particularmente en el ámbito subnacional, pone de manifiesto una persistente desigualdad estructural. Las cuotas de género en el ámbito legislativo, aunque valiosas, han demostrado ser insuficientes para garantizar una transformación profunda en las dinámicas de poder. Este análisis, fundamentado en la teoría de la representación de Hanna Pitkin (1967), argumenta que la paridad no debe ser entendida como un fin meramente técnico, sino como una herramienta de redistribución del poder político y diversificación de la agenda pública.
La ausencia de mujeres en los gobiernos regionales es particularmente alarmante, ya que estas posiciones concentran decisiones clave sobre desarrollo territorial y asignación de recursos. Según Krook y Norris (2014), la exclusión de las mujeres de cargos ejecutivos limita la posibilidad de que sus intereses sean representados en las agendas políticas, generando una política androcentrista que prioriza las necesidades y perspectivas masculinas.
Conclusiones
Para que la representación descriptiva se convierta en sustantiva, las mujeres electas deben tener acceso a recursos adecuados y autonomía para priorizar políticas feministas. En Chile, las mujeres enfrentan barreras significativas en ambas dimensiones.
El acceso desigual al financiamiento electoral es una de las principales barreras para la representación de las mujeres. En las campañas subnacionales, las mujeres tienden a recibir menos financiamiento que sus pares masculinos, lo que reduce su capacidad para competir en igualdad de condiciones (Servel, 2024). Además, las redes políticas y económicas, dominadas históricamente por hombres, excluyen a las mujeres de los circuitos de poder informales que facilitan el éxito electoral.
Incluso cuando las mujeres logran acceder a cargos políticos, enfrentan presiones partidarias y culturales que limitan su autonomía para impulsar políticas transformadoras. En los partidos tradicionales, las candidatas suelen ser seleccionadas en función de su capacidad para atraer votos, pero no se les otorgan los recursos o la libertad necesarios para desafiar las estructuras patriarcales desde dentro del sistema. Esto refuerza lo que Spivak (1988) llama la “subalternización” de las mujeres en la política: están presentes, pero no tienen voz real.
La teoría de representación de Pitkin nos recuerda que la democracia no se reduce a la mera presencia de mujeres en cargos de poder; requiere que estas representantes actúen en interés de sus electores y transformen las estructuras que reproducen la desigualdad. En Chile, los resultados de las elecciones subnacionales de 2024 evidencian que la paridad sigue siendo una meta pendiente, particularmente en los cargos de mayor poder decisional.
La paridad, lejos de ser una simple meta técnica, es una herramienta para redistribuir el poder político. Lograrla requiere una voluntad política consistente, no solo elocuente, y un compromiso con la transformación de las dinámicas patriarcales que dominan el sistema político chileno. Solo entonces podremos avanzar hacia una democracia verdaderamente inclusiva y equitativa.
Bibliografía
Beckwith, K. (2014). Politics and Gender. Cambridge University Press.
Celis, K., & Childs, S. (2020). Feminist Democratic Representation. Routledge.
Celis, K., & Lovenduski, J. (2018). Power struggles: gender equality in political representation. European Journal of Politics and Gender, 1(1-2), 149-166. Retrieved Dec 2, 2024, from https://doi.org/10.1332/251510818X15272520831085
Freidenberg, F. (2017). Cuando la ciudadanía toma las riendas. Desafíos de las candidaturas independientes, México, TEPJF.
Htun, M., & Piscopo, J. (2018). Presence without empowerment? Women in politics in Latin America and the Caribbean. Politics & Gender, 14(3), 367-390.
Inter-Parliamentary Union (IPU). (2022). Women in politics: 2021 data. Retrieved from https://www.ipu.org/
Pitkin, H. F. (1967). The Concept of Representation. University of California Press.
Servicio Electoral de Chile (Servel). (2024). Resultados elecciones municipales y regionales. Recuperado de www.servel.cl
Spivak, G. C. (1988). Can the subaltern speak? Marxism and the Interpretation of Culture, 271-313.
Dra. (c) Susana Riquelme Parra (Chile) es académica del Departamento de Administración Pública y Ciencia Política de la Universidad de Concepción, Chile. X: @SusanaRiquelmeP / Instagram: @susanariquelmeparra