Por Federico Irazabal
El 19 de noviembre de 2023, Javier Milei, candidato de La Libertad Avanza se transformó en presidente de la República Argentina luego de derrotar a Sergio Massa, candidato de Unión por la Patria, en una segunda vuelta electoral con el 55,6% del total de votos.
A partir de 2015 Milei, un economista autodefinido como anarcocapitalista surgió en el panorama político argentino a partir de sus apariciones en programas de actualidad política. Algunas veces como panelista, otras como entrevistado central, el liberal libertario (otra de sus autodefiniciones), escaló notablemente en conocimiento y cosechó múltiples adhesiones que lo transformaron en una novedad en las elecciones legislativas de 2021, cuando resultó electo diputado en su debut electoral.
Parado sobre un discurso agresivo, cargado de tecnicismos, y con reivindicaciones populistas y de extrema derecha, Milei se situó en el balotaje luego de superar a la candidata de la alianza entre el PRO de Mauricio Macri y sectores de la Unión Cívica Radical, Patricia Bullrich.
Seguido por millones de fans y acólitos en redes sociales, Milei logró posicionar un relato con algunos componentes destacados: una desmedida agresividad contra todo lo que se le oponga, utilizando leguaje agresivo y descalificador; marcados visos de populismo, con su conocida apelación a “la casta” (los malos) versus “los argentinos de bien” (los buenos), y una clara vocación con alinearse políticamente con gobiernos y personajes de ultraderecha (Jair Bolsonaro, Donald Trump, Viktor Orban, Giorgia Meloni) y su presencia en múltiples eventos de organizaciones conservadoras (CPAC, etc.).
Si bien su discurso se autodefine como liberal, este trabajo intentará marcar rasgos que lo sitúan como un populista, alineado a la ultraderecha, y en cierta forma contradictorio con las posiciones liberales clásicas.
Populismo: ¿qué es y qué no es?
En 2016, la Fundación del Español Urgente (FUNDEU) seleccionó a la palabra populismo como la “Palabra del Año”. Esta designación se realiza anualmente entre aproximadamente 250 recomendaciones lingüísticas. El término ganador “…no tiene por qué ser necesariamente una voz nueva, ha de suscitar interés lingüístico en su origen, formación o uso y haber tenido un papel protagonista en el año de su elección”, señala FUNDEU en su sitio web.
El término populismo se utiliza en política con cierta frecuencia, al menos desde finales del Siglo XIX, cuando el Partido del Pueblo (People´s Party o Populist Party) surgió en el sur de Estados Unidos a partir de la asociación de algunos granjeros con elementos de izquierda (Muller 2016; Casullo 2018; Moffit 2016). Esta expresión duró hasta entrado el siglo XX, y desapareció luego de un proceso fusionista con el Partido Demócrata.
Más adelante, en la década del 60 se retoma el concepto de populismo, ya no con la visión igualitaria y de izquierda con que el término era reconocido en Estados Unidos (Muller 2016), sino en debates sobre descolonización, el futuro del campesinado, e incluso sobre el rol del comunismo y del maoísmo.
Pero, probablemente el momento de mayor discusión (o al menos uso del término) llega a partir de 2015 durante la campaña presidencial de Estados Unidos entre Donald Trump y Hillary Clinton. Independientemente de la definición de populismo a la que se adscriba, la comparecencia de Donald Trump como candidato del Partido Republicano disparó el uso de la palabra populismo, y por consiguiente su elección como palabra del año.
Recorriendo la bibliografía sobre el tema, el principal consenso que existe entre los autores que estudian este fenómeno es la dificultad para conceptualizarlo. A pesar de ello, se identifican al menos cuatro líneas desde donde definir al populismo (Casullo 2019; Mudde y Rovira 2017).
A nivel teórico existen al menos cuatro intentos de definicion del populismo. La primera lo concibe como un tipo de discurso, y dentro de esta concepción se encuentran autores como Laclau, Panizza o Mouffe. Este discurso se basa en la polarización, estableciendo un bando de los buenos, los que se preocupan por el bienestar del pueblo, y otro de los malos, encarnados por diversos tipos de sujetos (la élite, poderes extranjeros, grupos étnicos, etc.).
Un segundo enfoque concibe al populismo como una forma de liderazgo, basada en un dirigente fuerte que está por encima de los partidos y encarna por sí mismo el poder, aprovechando los recursos públicos en su beneficio.
En tercer lugar, autores como Mudde y Rovira (2017) conciben al populismo como una ideología delgada, que puede complementar otras ideologías un poco más densas.
La última de las definciones, aportada por Moffit (2016) es la de que el populismo es un estilo político. Y ese estilo político se asienta sobre tres pilares: la apelación al pueblo, en contraposición a las élites; malos modos y la idea de la inminencia de una crisis, un colapso o una amenaza.
Taguieff (1995) conceptualiza al populismo como un estilo aplicable a diferentes marcos ideológicos, y lo define como un tipo de movilización social y política, lo que incluiría la visión discursiva del populismo, a la que adhieren autores como Casullo (2019). Knight (1998) define al populismo como un estilo político que hace énfasis en la conexión con el pueblo, bajo una lógica de “ellos vs. nosotros”, y algunas veces, aunque no necesariamente, a un período de crisis y movilización.
Casullo caracteriza a esta visión del populismo como “un tipo de performance política en función de la cual se construye un personaje público a partir de una serie de marcadores estilísticos y del comportamiento (ropa, tipo de discurso, acentos, gestualidad) en la autopresentación.” (Casullo 2018:47).
Esta definición, que tiene en lo performático y lo estético, pero también en la cotidaneidad de los políticos un anclaje muy fuerte, va en sintonía con la visión actual de la política como un fenómeno de comunicación.
Nuestros políticos están comunicando mucho más, producto de la ampliación de los medios, y del aumento de la necesidad de establecer posicionamiento permanente en ese nuevo espacio que son las redes sociales. El show mediático, la cultura de la celebridad,las salidas de tono y la comunicación provocativa y confrontativa abonan a ese estilo que aprovecha la polémica y el espectáculo de los medios para popularizarse entre los ciudadanos (Canovan 2002). En tiempos de desafección política, de ausencia de clivajes ideológicos o de clase, el estilo exhibido por los protagonistas mueve a los electores hacia un lado u otro.
El estilo, además, no consta solamente de formas, sino que también incluye un lenguaje y un mensaje simple, con apelaciones al sentido común o a elementos afectivos que operan como atajos cognitivos (la virilidad del líder, su pragmatismo, etc.).
¿Es Milei un populista?
Para analizar el fenómeno del presidente argentino, utilizaré como marco la propuesta de Moffit (2016) de tres condiciones necesarias para calificar a un líder de populista. Moffit señala la mayor facilidad para identificar liderazgos populistas en lugar de movimientos o partidos populistas, dado que el estilo político se encarna en la persona, que es la que finalmente ejecuta la performance.
El primero de los tres elementos destacados para identificar un populista es la apelación al pueblo versus la élite.
Desde una base mayormente económica, desde la que toma partido por la teoría liberal clásica, Milei logró establecer primero una diferencia entre los keynesianos y los liberales. Estos keynesianos son identificados además con la clase política que gobernó el país en la historia reciente, a la que, sumando otros protagonistas no necesariamente políticos, denominó “la casta”. A pesar de que no utiliza el término pueblo, por su connotación más relacionada con la izquierda, Milei emplea “casta” como sinónimo de élite, y por pueblo utiliza más la expresión “los argentinos de bien” (Ariza 2024).
El segundo elemento que identifica a los populistas son los malos modales. Al decir de Moffit, “Such elements of this ‘low’ include use of slang, swearing, political incorrectness, and being overly demonstrative and ‘colourful’, as opposed to the ‘high’ behaviours of rigidness, rationality, composure and use of technocratic language” (Moffit 2016:52).[1]
La estridencia y la desmesura acompañan las formas de Milei desde sus tiempos como panelista o invitado a programas de televisión. Algunas veces utilizando un estilo más creativo, como cuando preparó un coro que, con la música del Brindis de La Traviata, promovía el establecimiento de una regla fiscal y la intervención del Banco Central.
También encarnó un personaje; el General Ancap (por anarcocapitalismo), y vestido con un antifaz y un traje entero ajustado hablaba sobre las virtudes del liberalismo como modelo.
Sin embargo, ese estilo histrión y rupturista derivó muchas veces en insultos a sus interlocutores, o agravios hacia personajes o situaciones de la política nacional o internacional.
El 21 de octubre de 2024, ante el fallecimiento de Ginés González, exministro de Salud Pública durante el gobierno de Alberto Fernández, el presidente Milei se refirió a González como “…ese ser siniestro que fue el impresentable y repugnante ministro de Salud que tuvimos, cómplice de la cuarentena cavernícola más grande de la historia, y que además fue el responsable junto con el expresidente Alberto Fernández de la muerte de más de 100.000 personas. (…) A pesar de que murió y parece que a la gente le gusta manifestar, parece que los muertos se vuelven buenos. No. Este era un hijo de remil puta, y será recordado como un hijo de puta”.
Ante la Asamblea General de la ONU, el 24 de septiembre de 2024 se refirió a la organización como “… un Leviathan de múltiples tentáculos que pretende decidir, no solo qué debe hacer cada Estado o nación, sino también cómo deben vivir todos los ciudadanos del mundo”.
Consultado por la cadena NTN24 acerca del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo que es “verdaderamente patético, lamentable, repugnante. No solo por el tema de la intervención, sino por lo que Hayek llamaría ‘la fatal arrogancia’”.
Recientemente, el exprecandidato presidencial y ex Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta publicó en su cuenta de X un scrapping de las publicaciones del presidente argentino en esa red, y concluyó que, desde su asunción, Milei atacó 2.173 veces con insultos a personas o instituciones (unos siete ataques por día). Entre las palabras más utilizadas para agredir se encuentran: zurdos (301 veces), degenerados (184 veces) e hijos de puta (110 veces).
Podrían continuar los ejemplos de exabruptos de Milei, pero queda claro que ese estilo es parte de la construcción del personaje y refuerza esa narrativa populista del enfrentamiento de “ellos vs. nosotros” (Ariza 2024).
El último elemento sobre el que se asienta el estilo populista es la apelación a escenarios de crisis o estallido. El discurso de Milei apela constantemente a lo vivido durante los años anteriores, especialmente bajo los gobiernos kirchneristas. Es uno de los marcos preferidos que utiliza para justificar sus medidas de ajuste, necesarias para evitar el colapso, la hiperinflación y la ruina.
Conclusión
Expuestos los argumentos que nos permiten catalogar a Milei como un populista, salta enseguida la pregunta acerca de la contradicción con su autopercepción como liberal. Sin embargo, siguiendo a Mudde y Rovira (2017), no parece haber una contradicción entre ambas posiciones, ya que al tratarse el populismo de un concepto delgado, bien puede actuar como complemento de una ideología más gruesa conceptualmente. Esta idea es también sostenida por Moffit, cuando refiere a la posibilidad de que existan combinaciones extrañas, como la de un líder populista dentro de un partido comunista.
Dependiendo de la definición de populismo que adoptemos, esta etiqueta podrá ser más o menos combinable con un estilo político que a priori parezca opuesto.
Resta saber si ese estilo político que cultiva el presidente argentino le permitirá sortear con éxito un escenario complejo en materia económica, en un contexto de elevada polarización. Por el momento, el severo ajuste fiscal emprendido le está comenzando a otorgar números prometedores en la macro. Pero no siempre es la macro la que sostiene los niveles de aprobación. Tocará ver hasta dónde ese personaje díscolo, antisistema puede controlar a los miembros de su gobierno y apaciguar a una oposición que es cada vez más dura.
Bibliografía
Ariza, Andrea (2024) La «casta» y los «argentinos de bien»: narrativa electoral de Javier Milei. Más Poder Local, (57), 68-86.
Canovan, Margaret (2002) Taking Politics to the People: Populism as the Ideology of Democracy. En Mény, Yves & Yves Surel Democracies and the Populist Challenge. Basingstoke: Palgrave Macmillan. pp 25–44
Casullo, María Esperanza (2019) ¿Por qué funciona el populismo? Buenos Aires: Siglo XXI
Knight, Alan (1998) Populism and Neo-Populism in Latin America, especially Mexico. Journal of Latin American Studies 30(2). pp. 223–248.
Moffit, Benjamin (2016) The global rise of populism. Stanford: Stanford University Press
Mudde, Cas (2019) La ultraderecha hoy. Barcelona: Paidós
Mudde, Cas y Cristóbal Rovira Kaltwasser (2017) Populism: a very short introduction. New York: Oxford University Press
Muller, Jan Werner (2016) ¿What is populism? Philadelphia: University of Pennsylvania Press
Taguieff, Pierre 1995. Political Science Confronts Populism: From a Conceptual Mirage to a Real Problem. Telos 103: 9–43.
Federico Irazabal (Uruguay) es sociólogo; consultor en comunicación política; especialista en opinión pública, sistemas electorales y planificación de campañas. Consultor del programa Partidos Políticos y Democracia en América Latina (Konrad Adenauer Stiftung). Participó en procesos electorales y de capacitación en Uruguay, México, Chile y Panamá. X: @fede_irazabal / Instagram: @fede_irazabal
[1] Dicho elementos de “lo bajo” incluyen el uso de lunfardo, insultos, incorrección política y ser sobredemostrativo y “colorido”, en oposición a “lo elevado”, con comportamiento rígido, racionalidad, compostura y el uso de un lenguaje tecnocrático.