Por Mariano José Mendoza Fiallos
Todos los pronósticos de las casas encuestadoras se han cumplido. El mandatario Nayib Bukele ha arrasado en las elecciones presidenciales con al menos el 85% de los votos. A dos días del cierre oficial de los comicios, el presidente Bukele ha obtenido 1,6 millones de votos con el 70% de las actas procesadas.
“Este día, El Salvador ha roto todos los récords de todas las democracias en toda la historia”, con estas palabras iniciaba su discurso de victoria el mandatario desde el palco del Palacio Nacional.
Sin duda fue un día de júbilo y de fiesta. En todos los puntos de la capital se reventaron fuegos artificiales, el corazón de San Salvador se tiñó de color cian y en las calles del centro histórico resonaban las vuvuzelas y los gritos de alegría de miles de gargantas.
En realidad, no se necesitaba ser profeta ni politólogo para saber los resultados de estas elecciones. Las principales encuestas adelantaban el triunfo del presidente Bukele con porcentajes superiores al 70%. En concreto, en estas elecciones lo que se disputaba realmente eran dos cosas: la asamblea legislativa y la supervivencia de los partidos opositores.
A dos horas del cierre de las elecciones Bukele publicó en su cuenta de X que su partido Nuevas Ideas obtendría un mínimo de 58 diputados de los 60, lo que dejaría a la oposición con apenas dos escaños. ¡Ah la oposición! La historia siempre la escriben los vencedores (y en muchos casos la reescriben), pero lo cierto es que no todos los salvadoreños festejan. Del otro lado de la trinchera hay un silencio absoluto, un silencio que indica luto; luto por la democracia y el luto de varios partidos de la oposición.
Sin embargo, la clave no está en preguntarse ¿qué sucedió?, pues el resultado ya se sabía desde hace meses. La pregunta importante es el ¿cómo? Cómo se llegó a este punto. Hoy no hablaremos de los vencedores sino de los vencidos pues así se tendrá el panorama completo de lo que fueron estas elecciones.
Cambios al Código Electoral
Los resultados obtenidos el 4 de febrero se explican principalmente por tres factores, siendo el primero de ellos, los cambios al código electoral. El destino de la oposición estaba sellado desde hace meses o si lo queremos explicar de una forma más latinoamericana, esto es la crónica de una muerte anunciada.
En la madrugada del 7 junio de 2023 la Asamblea Legislativa (con mayoría de Nuevas Ideas) aprobó dos cambios sustanciales que afectarían el resultado de estas elecciones. El primero fue la reducción de diputados. De 84 diputados se pasaron a 60, esto con el objetivo de ahorrar costos y evitar casos de corrupción y nepotismo muy comunes en las asambleas anteriores.
El otro cambio fue en la fórmula para designar diputados según el número de votos. El Salvador se regía con la formula denominada “de cocientes y residuos”. Esta fórmula permitía mayor representatividad en la asamblea y la inclusión de partidos minoritarios. No obstante, la nueva fórmula D’Hondt favorece principalmente a partidos grandes y excluye a los pequeños. Muchos diputados de la oposición como Claudia Ortiz del partido Vamos y once diputados del partido ARENA llegaron a la actual asamblea gracias a esta fórmula de residuos.
Ahora bien, estos cambios al código electoral también tienen como objetivo eliminar a la oposición. Según la ley electoral si un partido obtiene menos de 50.000 votos y no consigue, aunque sea un escaño en la asamblea pierde su personería jurídica. Y esto de eliminar a la oposición no es ninguna exageración. En un mitin de campaña el presidente de Nuevas Ideas Xavier Zablah mencionó lo siguiente: “Matemos hasta la última célula (partidos opositores), quitemos ese cáncer que le hizo tanto daño a nuestro país (…) necesitamos que salgan a votar masivamente para desaparecerlos de una vez por todas”.
Por el momento ya se perfilan algunos partidos que podrían desaparecer como Nuestro Tiempo, Fuerza Solidaria o Vamos. Como apuntan varias organizaciones sociales como Acción Ciudadana estas reformas buscan reducir el pluralismo político, aumentar la concentración de poder y por consecuente, evitar que voces disidentes lleguen al órgano legislativo.
Una oposición Fragmentada
El otro factor decisivo que determino el resultado de estas elecciones fue la falta de cohesión y liderazgo de la oposición. Hoy por hoy no existe una figura fuerte que lidere a la oposición y que le plante cara al presidente.
Previo a las elecciones, las plataformas ciudadanas de Sumar y Resistencia Ciudadana convocaron a partidos opositores y organizaciones de la sociedad civil para conformar una sola coalición y presentar una candidatura única. Era evidente que los partidos estaban débiles y que por separado no iban a tener grandes posibilidades de victoria. Sin embargo, los que alguna vez fueron los principales partidos en El Salvador, ARENA y FMLN, se vetaron mutuamente debido a sus diferencias ideológicas.
Pese a estas discrepancias y tras realizar numerosas reuniones y sondeos se determinó que la fórmula presidencial con mayor probabilidad de ganar era la del partido Nuestro Tiempo. No obstante, algunas organizaciones y partidos no estaban conformes con esta fórmula y pidieron que se evaluaran más opciones.
Debido a una serie de desacuerdos y discusiones no se logró llegar a un consenso y cada partido lanzó su propio candidato. La candidatura única fue un tema que causó divisiones internas dentro de algunos partidos. Por ejemplo, colectivos como el FMLN o Vamos se dividieron en dos fracciones: las que apoyaba una candidatura única y las que rechazaba totalmente esta opción.
El resultado fue una oposición claramente fragmentada y debilitada sin ningún rostro claro. Por tal razón, fue muy común encontrase en las papeletas rostros y banderas completamente desconocidas y sin propuestas claras.
Campaña desigual
A todas estas problemáticas ahora hay que sumarle que estas elecciones no se celebraron en igualdad de condiciones. La campaña inicio oficialmente el domingo 3 de diciembre. Nuevas Ideas fue el único partido en inaugurar su campaña por todo lo alto, los otros doce partidos no tuvieron celebración alguna.
Esto se debió al impago de la deuda política que es una cantidad de dinero que se otorga a los partidos para que hagan sus respectivas campañas. El Ministerio de Hacienda les había negado a los partidos el anticipo de la deuda política por lo que la oposición empezó su campaña sin fondos.
Por ley el gobierno estaba obligado a pagar más de U$S 24,3 millones en anticipo de deuda política, pero el Ministerio de Hacienda terminó presupuestando cerca de medio millón de dólares.
También, es sabido el uso de fondos públicos para la campaña de Nuevas Ideas. Según investigaciones realizadas por La Prensa Gráfica empleados del órgano ejecutivo se encontraban repartiendo paquetes alimenticos por parte del Programa Presidencial de Apoyo Alimentario (PPAA) días antes de las elecciones. La ley de ética gubernamental prohíbe usar estos fondos públicos para fines proselitistas.
Una agonía lenta
A todo este cóctel de problemas que enfrentó la oposición habría que añadirle además una serie de irregularidades e inconsistencias que oscurecieron estos comicios.
Las alarmas se encendieron el día lunes 5 de febrero cuando el Tribunal Supremo Electoral (máxima autoridad electoral en el país) sacó un comunicado donde aceptó múltiples fallos como la deficiente conectividad de internet para el conteo de votos. A su vez, varias personas seleccionadas y capacitadas para integrar las Juntas Receptoras de Votos (JRV) fueron sustituidas a última hora por personal desconocido.
Pero sin duda el mayor escándalo fue lo referente al transporte de los paquetes electorales. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) reconoció la ineficiencia de la empresa encargada de la recolección y transporte de los paquetes electorales. Por tal razón, el Tribunal pidió de manera urgente que todas las juntas electorales departamentales de San Salvador devolvieran los paquetes con los votos.
Pasaron más de 24 horas sin que los salvadoreños supieran el paradero de estos paquetes electorales hasta que el martes seis se supo que habían sido trasladados en horas de la noche del lunes a una bodega en las cercanías del cuartel San Carlos. Los paquetes llegaron en malas condiciones y algunos de ellos estaban abiertos.
Sumado a todas estas irregularidades se reportó que en varios centros de votación el sistema duplicaba y hasta triplicaba los votos de Nuevas Ideas y después se caía. Debido a los múltiples reclamos de los partidos opositores y la presión mediática el TSE anunció el lunes que iban a abrir las 8.500 urnas para contar “voto por voto”.
En redes sociales los salvadoreños mostraron su indignación y comenzaron a usar el hashtag #FraudeElectoral. Adicionalmente, el lunes por la tarde ocurrió una manifestación feminista en la plaza Divino Salvador del Mundo exigiendo transparencia del proceso electoral.
La duplicación de votos, la sustitución de algunos miembros de las JRV, los fallos del sistema y el desconocimiento por 24 horas del paradero de los paquetes electorales generaron desconfianza entre los electores y muchos piden que se declaren nulas estas elecciones. Mientras tanto, el ambiente se tensa y los partidos de oposición están en agonía sin saber si llegarán a la asamblea y disputándose así entre la vida y la muerte.
Mariano José Mendoza Fiallos (El Salvador) es estudiante de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). En 2021 ingresó al colectivo radiofónico Frecuencia Libre donde se le asignó la sección de política Pan y Circo. Es diplomado en Estrategias y Narrativas Políticas.
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