Por Gabriel Romeo Rondán (Universidad de la República – Uruguay)
Finalizada la campaña electoral se presentará la creación de la marca que acompañará a la nueva gestión de gobierno, que debe representar a toda la población, adeptos y detractores, individuos poco interesados en la política, así como militantes fervientes.
La construcción textual dará lugar a una esfera denominada “manifestación visual”, la que se construye a partir del compendio de signos gráficos en potencia o como lo definiría Peirce de cualisignos del estilo la blancura, la calidez, lo etéreo, lo dinámico, lo estático, lo aséptico, lo vacío o lo lleno. Para este ensayo vamos a tomar el identificador gráfico de la Presidencia de la República uruguaya en el período 2020 – 2025, comparándolo con la propuesta gráfica del gobierno anterior.
Semiótica, lingüística e intertextualidad son herramientas de corte metodológico que pueden darnos datos y unidades de observación para adentrarnos en determinadas esferas de la estructura organizacional, dado el solapamiento y dialogismo entre las esferas constitutivas.
Usualmente el gobierno dejará dispuesto un sistema de branding que organizará, dirigirá y normativizará los mensajes de una forma coherente y con diferente jerarquía e interrelación de los mensajes de una forma orgánica, buscando el menor ruido y el mayor impacto de su identidad en determinados gestos plásticos o de corte estético, así como transmedia.
Dentro de esa estructura gráfica discursiva los diseñadores, analistas y comunicadores poseen una serie de indicadores que sirven tanto como elementos de desarrollo de la modernidad visual como de diagnóstico y control de los mismos, los actuales pasados y probablemente los futuros.
Es necesario comprender que la estructura de branding se conforma por dos caras anexadas por la traducción de lo lingüístico a lo visual. Se trata de un proceso de recodificación de conceptos que pasarán de un sistema semiótico hacia otro.
Por un lado, nos encontraremos con el paradigma discursivo, es decir las representaciones ideológicas que se expresan en el sistema de la lengua soportado por signos de corte lingüístico y sobre este otro tipo de habla denominada como metalenguaje.
Donde en un significado y significante conforman la unidad primaria de construcción sintáctica, en el otro, el signo entero se convierte en significante del segundo vaciándolo de contenido y agregándole un nuevo tipo de significación contextual en que la tríada de signo, función y forma siempre se solapan o comparten elementos.
¿Uruguay o Partido Nacional?
El uso del escudo nacional como identificador gráfico nos deriva directamente a la traducción heráldica.
Los escudos desde la invención de las grafías ornamentales familiares se han usado para generar sentido de pertenencia, de unión territorial, de nacionalismo, de combate y de valores culturales que entrelazan a un cúmulo de personas bajo determinados procesos históricos, sociales, políticos y culturales. No es de extrañar que los escudos patrios tengan una gran influencia e historia militar.
El escudo nacional uruguayo, que es un símbolo que representa e identifica al Uruguay como un país soberano e independiente, posee en su composición oval signos como el sol naciente, el caballo, la balanza, el buey, el cerro de Montevideo y las hojas de laurel. Las referencias histórico-culturales emparejan estos símbolos a representaciones de justicia, libertad, abundancia, triunfos y pérdidas militares, el pabellón patrio y el nacimiento de nuestra nación.
Gráfica y contexto
El Partido Nacional llegó al gobierno bajo una coalición de partidos de centroderecha y derecha, que debía mantenerse unida, pero dejando en claro que la dirección era de los blancos liderados por Luis Lacalle Pou.
Es interesante visualizar entonces como el identificador de Presidencia y su repertorio gráfico toma la cromía del Partido Nacional y especialmente una estructura gráfica muy similar a la que por años identificó al herrerismo.
El sistema gráfico anterior de la Presidencia y los ministerios guardaban una autonomía visual entre ellos. Cada secretaría de Estado manejaba su propia construcción identitaria, que en su conjunto mostraba cierta independencia y diversidad, pero poca cohesión y anclaje entre cada una de las marcas institucionales.
La administración nacionalista optó por un formato de subemisor donde cada cartera se deriva de la marca madre de Presidencia de la República, reafirmando así un sometimiento jerárquico donde cada ministerio se grafica como una división de la Torre Ejecutiva y, por transitividad, bajo el mandato directo del Presidente.
Podemos inferir un acierto para el discurso oficialista, donde si bien se afirma la gobernabilidad a partir de una coalición de fuerzas políticas diversas, debe quedar claro qué partido y qué persona es quien dirige el poder.
Este sistema simplificó la sistematización y ejecución de piezas en diversos soportes, ajustó la sincronía y el discurso bajo índices de seriedad, continuidad y coordinación, pero por otro lado, cada ministerio o división perdió identidad organizacional propia, diversidad, autonomía estética conceptual, discursiva y pluralidad.
Lo simbólico y lo pertinente es una apuesta de alto valor de este tipo de valencia, mostrando un fuerte índice de flexibilidad, resistencia y sincronía, donde el discurso puede ser entendido coloquialmente como “esto es una coalición donde todos los partidos tienen sus cargos y ministerios”, pero sin olvidarse de que son meras secretarías de gobierno que responden a un presidente.
Solapando una clara paleta cromática del Partido Nacional (en especial el herrerismo) con colores típicos de identificación y de representámenes del tipo patrios o de intertextualidad histórica de corte nacional.
En resumen: orden, estabilidad, seriedad, identidad nacional, coordinación y jerarquía son signos connotados de forma sencilla para quienes pertenecen y son parte del público meta.
División y ordenamiento del poder desde una significación personalista autoritaria de un claro sector político partidario con poca diversidad y pluralidad de voces bajo un organigrama de dependencia, se transforman en signos de segundo orden más, desde un estado del metalenguaje orientado a otros tipos de públicos a los cuales se les deben hacer llegar estos mensajes y dejar claro quién es el que manda.
Gabriel Romeo Rondán (Uruguay) es licenciado en Diseño Gráfico y Ciencias de la Comunicación. Actualmente cursa la Maestría en Información y Comunicación de la Universidad de la República. Se ha desempeñado como diseñador y comunicador en el ámbito público y privado en diversas instituciones, así como docente en el ámbito universitario.
¿Minimalismo o discurso gráfico de concentración y autoridad del poder en la Presidencia de Uruguay? es una síntesis del trabajo final del curso de Educación Permanente Estrategias de Comunicación Política, dictado en la Universidad de la República en 2022.
Web: https://www.behance.net/gromeo
Linkedin: Lic. Gabriel Romeo