Por Ernesto Hernández Norzagaray
Algunas de las preguntas frecuentes que a los politólogos mexicanos nos hacen los colegas de otros países es ¿cuál es el legado en blanco y negro del mandato de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) al gobierno emergente de Claudia Sheinbaum Pardo (CSP) y sus posibilidades de éxito en un mundo marcado por el proteccionismo y los bloques económicos? incluso, ¿cuáles son los márgenes políticos de éxito de un populismo de izquierda que durante el gobierno de AMLO se manejó con irresponsabilidad en el manejo financiero en gasto y deuda pública?
La respuesta a bote pronto es que por razones de análisis hay que despersonalizarla y ponerla en perspectiva de un proyecto político que se ha denominado Cuarta Transformación (4T).
La 4T se asume como continuación de los movimientos populares que llevaron a la independencia de España de 1810-1821, produjeron la reforma liberal de 1857 y la revolución armada y popular de 1910-1917 y en su ideario político, busca tener esa relevancia histórica, ofreciendo resarcir los déficits sociales que han dejado los gobiernos de los partidos neoliberales del PRI y el PAN.
En esa lógica trascendental, al primer piso de la 4T, contemplaba grosso modo los siguientes objetivos estratégicos: un vasto programa de apoyos económicos para los sectores más vulnerables de la población con un claro énfasis en los adultos mayores, madres solteras, estudiantes pobres para mejorar sus niveles de bienestar, incluso que los jóvenes no fueran capturados por el crimen organizado; la reforma constitucional que puso en marcha un programa de austeridad republicana donde ningún servidor público podría ganar más que el presidente de la República; el rescate del campo del abandono en que lo dejaron los gobiernos anteriores y que provocaban una migración del campo a las ciudades, además, la necesidad de importar cada vez una mayor cantidad de alimentos; inversión en energía para alcanzar la autosuficiencia y reducir las importaciones de diésel y gasolinas; una fuerte inversión en materia de infraestructura a la par de un programa de protección al medio ambiente y, por supuesto, una reforma profunda en materia de educación y cultura.
Los logros, sin embargo, no fueron del tamaño de los esperados y se ofrece que los concluya el gobierno del segundo piso de la 4T. Su mayor éxito son los programas sociales que alcanzan aproximadamente a 26 millones de mexicanos y la cantidad sigue aumentando, lo que significa, un reto fiscal de grandes dimensiones para satisfacer esa demanda.
No ocurre lo mismo en materia de austeridad republicana porque el gobierno gastó mucho más de lo que le ingresa por concepto de impuestos, lo que ha provocado un mayor endeudamiento que se calcula en 7 billones de pesos, de los cuales alrededor de 2 se contrataron entre enero, y septiembre de 2024, el año electoral para invertir en parte en los proyectos emblemáticos de AMLO que son la planta de hidrocarburos de Dos Bocas en Tabasco, el Tren Maya en el sureste y el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) en la Ciudad de México.
La crítica a López Obrador
Las críticas a estas inversiones no son pocas sobre todo a la última que significó sacrificar otro proyecto en curso y en el cual el gobierno de Enrique Peña Nieto había invertido alrededor del 30% del costo total, unos 100 mil millones de pesos, con el argumento de que había que separar la política de la empresa privada que tenía sus propios intereses y que al final, estas, obtendrían beneficios por la reparación del daño ocasionado con la cancelación.
Esto fue quizá el inicio de una fuerte polarización que ha sido la marca del sexenio a través de un discurso político bipolar: izquierda y derecha, revolucionarios y conservadores, socialistas y neoliberales, pobres y ricos, jodidos y fifís, librepensadores y chairos, lo que significa, que ante los grandes problemas nacionales haya inevitablemente dos puntos de vista extremos que han fracturado frecuentemente familias, amistades, organizaciones sociales y políticas, y todos los días, escuchamos a la menor provocación esa bipolaridad en la sobremesa o en los medios de comunicación y permanentemente en las redes sociales.
Y es que el nuevo gobierno, que es el mismo, como lo ha reconocido la propia presidenta Sheinbaum, ha seguido, con la misma estrategia de polarización golpeando aquí y acullá mientras la mayoría parlamentaria morenista en la federación y en los estados, avasalla, en lugar de buscar el consenso en la diferencia.
Sin embargo, las posibilidades de que el llamado segundo piso continúe con el gasto público creciente en programas sociales y obras de gobierno, enfrenta retos por superar y, apunto al más alarmante en este momento de arranque de este gobierno, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca el próximo 20 de enero.
Sheinbaum versus Trump
Trump recientemente lanzó una de sus bombas mediáticas más preocupantes para sus socios regionales. Amenaza con una subida de 25% de los aranceles a las exportaciones mexicanas y canadienses si los gobiernos de estos países no hacen un mayor esfuerzo en materia de migración ilegal y combate a la producción y distribución de drogas de diseño, especialmente, el fentanilo, que su consumo cuesta aproximadamente cada año la vida a 100 mil estadounidenses.
Pero, con México en particular, Trump tiene otras amenazas no menores que son la deportación de millones de mexicanos ilegales que viven en Estados Unidos y el reclamo por la presencia china en la economía mexicana, que de acuerdo con su argumento putschista, los asiáticos, estarían utilizando a México para colocar sus productos con sello mexicano en el mercado norteamericano y esto, para los observadores económicos y políticos, representa una violación flagrante del Tratado de Libre Comercio que sostienen los tres países de América del Norte, aunque, la presidenta Sheinbaum se defiende diciendo que la inversión china está por debajo de la que este país tiene en Estados Unidos y Canadá que no es el tema de fondo, sobre todo porque estos no exportan esos productos a México y, en cambio en el argumento, México lo estaría haciendo provocando una competencia desleal y violando el T-MEC.
Ante estas amenazas las reacciones han dejado mucho que desear porque Sheinbaum confía en que “nos vamos a poner de acuerdo” porque nos necesitamos como socios comerciales. Menos conciliador, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, quien amenaza con subir también los aranceles a las importaciones desde los Estados Unidos, lo que mediáticamente parece razonable, el tú a tú, solo que tiene un gran inconveniente, la disparidad de las economías. México depende en un 80% de la economía estadounidense mientras esta, un 1% de los productos mexicanos. De ese tamaño es la brecha.
Este discurso soberanista que sirve para afianzar la relación con su clientela electoral no sirve ante socios comerciales a quienes vemos con señalamientos cada día más duros. Los de Trump, que no paró en la campaña presidencial de calificar a los mexicanos de “violadores, narcotraficantes y criminales”, y ahora de “tramposos”, al servicio de los intereses chinos que estarían metiendo goles bajo el amparo del T-MEC y no solo eso, ha designado para los principales cargos de su próxima administración a reconocidos personajes del anti-México donde destaca la del cubano-estadounidense Marco Cruz en el Departamento de Estado.
Sheinbaum versus Trudeau
Pero, el peor mensaje viene de los políticos canadienses, quienes, en sintonía, con el discurso trumpista se muestran ofendidos porque el futuro presidente de los Estados Unidos pone a su país al mismo nivel que México y los amenaza con aplicar el mismo arancel del 25% para sus productos.
Incluso, el primer ministro, Pierre Trudeau, cenó con Trump en su residencia de Florida y aprovechó para darle sustento a esa tesis de los gobernadores canadienses conservadores y despojarlo de la interpretación que el oficialismo mexicano estaba dándole a sus palabras donde piden echar a México y firmar un tratado entre su país y Estados Unidos.
Trudeau le presentó datos contundentes sobre el consumo de fentanilo en su país que sí lo hay, pero, a decir, del propio Primer Ministro, las confiscaciones de esta droga de diseño son a consumidores en pequeñas cantidades y en la migración ilegal, que llega desde Canadá, mostró que no tiene comparación con la que proviene de México donde diariamente cruzan miles la frontera sur con el objetivo de llegar hasta la frontera norte.
Este tipo de lógica de presión que utiliza Trump contra sus socios responde a una estrategia que ya le funcionó en el primer mandato, justo a López Obrador que precisamente amenazó con la construcción de un muro a lo largo de los más 3 mil kilómetros fronterizos y altos aranceles, lo que significó, el desplazamiento de decenas de miles de miembros de la Guardia Nacional. Recordemos que tenían como objetivo contener el flujo de migrantes en la frontera sur. Esta estrategia de presión es el pan de cada día entre los tiburones de Wall Street para debilitar las capacidades de reacción e imponer sus objetivos estratégicos. Busca responder a la expectativa de sus votantes y eleva el cordón de lo que Trump denomina “renegociación” del T-MEC que, según él, es desventajoso para su país y ventajoso para sus socios.
La amenaza de los aranceles
Ese arancel, independientemente de lo termine siendo si es que no se contiene, elevaría el costo de los productos mexicanos y canadienses en el mercado norteamericano y eso, en una economía inflacionaria al borde de la recesión, habrá, de pegar a los productores y consumidores de uno y otro lado.
Sin embargo, es muy probable, que la intención de ese discurso sea la de siempre, animar a la vuelta de las grandes empresas estadounidense que han salido por razones de competitividad y con ello, generar empleos en su país, bajo el espíritu proteccionista de “primero los estadounidenses”.
O sea, un juego de suma cero, donde lo que pierde uno, lo gana el otro. Ya veremos si lo logra porque la relocalización es una cuestión de incentivos que tendrán que valorar los directivos de las empresas que la presidenta Sheinbaum dice saldrían perdiendo con esa política de altos aranceles sin considerar una máxima del marxismo clásico: “el capital, no tiene patria, tiene intereses”.
En tanto, el gobierno mexicano manda mensajes de que lo que preocupa al futuro gobierno de los Estados Unidos le preocupa al de México: contra la presencia de productos chinos se echó andar la operación contra uno de los mayores mercados de estos productos, decomisando decenas de miles de ellos e incluso poniendo en marcha la extinción de dominio de la propiedad; en materia de combate al narcotráfico puso en acción el operativo “enjambre”, que consiste en la detención de alcaldes, funcionarios y policías del estado de México que estarían vinculados a las organizaciones del narcotráfico y respecto de los migrantes, la presidenta Sheinbaum ha dicho que se les está “atendiendo” para que no lleguen a la frontera norte.
La postura soberanista de Claudia Sheinbaum resulta impecable desde el punto de vista mediático, supera al propio López Obrador, cuando terminó cediendo ante el político neoyorquino. El tú por tú entre Sheinbaum y Trump está en el primer asalto y el concierto de aplausos en su mejor momento, sin embargo, como bien lo dibuja un periodista muy influyente, será un concurso de cachetadas para ver cuál de los dos presidentes aguanta más. Y no hay que dar muchas vueltas, para saber, lo que representa enfrentarse en el terreno económico a la todavía mayor economía del mundo.
Entonces, Trump, lo tiene claro con sus socios lo que indica que en política, se impone la economía sobre las ideologías y en México, frecuentemente, ponemos por delante la ideología y alianzas obradoristas, lo que ello signifique para la economía. Con esta estrategia, ¿está en juego el T-MEC? Sin duda, aunque la presidenta Sheinbaum y Ebrard lo minimicen ante una eventual renegociación donde gane Trump, pero, perdiendo, algo ganen sus socios de México y Canadá.
En definitiva, la pregunta que nos planteamos de inicio sobre el legado a AMLO al gobierno de Claudia Sheinbaum hay que reconocer que si bien el político tabasqueño se despidió del cargo con un nivel de aprobación superior al 70 por ciento y hoy Claudia Sheinbaum, anda por encima del 60 por ciento, mucho se debe a los programas asistencialistas pero, como ya lo señalábamos, a mediano y largo plazo tiene un alto costo fiscal y en una economía contraída difícilmente podrá seguir sosteniendo in crescendo, por lo que ya algunos legisladores morenistas, están hablando de una reforma fiscal profunda que va por los mayores y medianos ingresos para terminar por acentuar la polarización en la sociedad mexicana y crear una tormenta perfecta.
Ernesto Hernández Norzagaray (México) es doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid y Profesor – Investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Autor de múltiples libros y artículos académicos y periodísticos, el último de ellos: Narcoterrorismo, populismo y democracia: la quiebra de la democracia mexicana. Editorial Eliva-Amazon. 2024.