¿Tú también hijo mío? De herederos y traiciones en el kilómetro 0 del peronismo

Por Leonardo Agustín Motteta

La interna del peronismo sumó un nuevo capítulo en la Provincia de Buenos Aires. Entre acusaciones cruzadas y jugadas políticas, volvió a resonar la palabra “traición”, tan cargada de sentido para el Partido Justicialista. El gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, quedó en el ojo de la tormenta, apuntado directamente por el círculo interno de Cristina Fernández, ese mismo del que él fue parte en algún momento. Algunas claves para entender como la política, se repite como tragedia.

De César, cual sabéis, Bruto fue el numen.

Juzgad, ¡oh Dioses! si le amaba César.

Fue el golpe más cruento de entre todos.

Marco Antonio a los ciudadanos de Roma.

Julio César, William Shakespeare.

La política como tragedia

Cuando William Shakespeare escribió su célebre obra basada en la historia del líder de la República romana, Julio César, tomó la decisión de no centrar la historia en la tragedia del político romano. Seguramente nos resulte raro que el autor haya decidido quitarle el protagonismo a uno de los líderes más importantes de la historia occidental, para otorgárselo a su principal enemigo, el hombre que Dante condenó al último círculo del infierno. Pero si ahondamos en la lectura, podemos darnos cuenta de que esta elección no es al azar.

Lo llamativo de la figura de Bruto es que es un personaje principalmente trágico. El amigo más cercano del líder, que lo traiciona, tensionado por el afecto a una persona y el amor a la República. La venganza de los aliados del César, la persecución, la guerra civil, la derrota y la muerte. Lo que despertó el interés del escritor inglés no fue la centralidad del protagonista o sus hitos grandilocuentes. Es su profunda humanidad, la intensidad emocional que despierta su camino tormentoso.

Comparar los actores históricos con lo que sucede en el actual contexto político argentino, sería un ejercicio fútil. Pero podemos utilizar la metáfora de la tragedia para intentar entender lo que acontece actualmente con el peronismo, el partido que oficia de oposición del gobierno de Javier Milei.

El justicialismo es, sin lugar a dudas, un movimiento atravesado por la tragedia. El peronismo no le escapa al conflicto, lo hace propio, avanzando a través del choque y la negociación para intentar alcanzar un cierre. Los referentes bajan al territorio a presentar batalla, y es así como la historia se desenvuelve hasta llegar a la contienda electoral.

Al igual que en la obra de Shakespeare, nuestro héroe trágico no puede ser el líder carismático que acapara la atención de la audiencia. O la líder, en este caso. Tiene que ser uno de sus hijos prodigios, que hoy toma otro recorrido.

Buenos Aires, el territorio en cuestión

“Boludo y traidor nunca lo fui, ni lo voy a ser” dijo Máximo Kirchner, hijo de la expresidenta. Con esta acusación, el diputado de Unión por la Patria daba lugar al nudo del asunto. Axel Kicillof le respondió sin atenuantes: “La lógica del sometido o traidor es una lógica que entró en crisis y que viene causando malos resultados”.

Kicillof siempre se señaló como uno de los posibles herederos de Cristina, fue el que estuvo a su lado siempre, y la bancó en buenas y malas. Por eso el encontronazo del gobernador de Buenos Aires con el cristinismo duro, dejó muchas interrogantes.

El escenario que hace de marco a la contienda, es nada más ni nada menos que la provincia de Buenos Aires. Con aproximadamente 14 millones de electores, es el reducto que le puede dar al peronismo un diferencial en las elecciones. A esto se le suma que el epicentro del impacto de las políticas económicas del gobierno libertario, se da en los sectores asalariados urbanos. En el conurbano bonaerense es donde seguramente se asentará la esperanza del peronismo para volver al gobierno.

Pero sería un error pensar que los votos de Buenos Aires son del gobernador. Y he aquí el problema que lanza a nuestros protagonistas al conflicto. Si en 2027 Kicillof quiere ponerse el traje de candidato, debe encolumnar a los actores del peronismo bonaerense tras su proyecto político, teniendo en consideración que antes del 2027, viene el 2025.

Vamos a resumir la complejidad de la estructura del PJ de Buenos Aires en tres sectores. Los que apoyan al gobernador, la tropa cristinista encabezada por La Cámpora y el Frente Renovador de Sergio Massa. A esto hay que sumarle los intendentes del conurbano, sindicalistas, movimientos sociales. Todos haciendo equilibrio entre las distintas facciones.

Hay dos temas prioritarios que debe solucionar Axel Kicillof, por lo que deberá recurrir a una fina negociación con los sectores ya nombrados: el presupuesto y el proceso electoral 2025. Estos dos grandes escollos se le presentan a nuestro protagonista como los primeros a sortear, si quiere quedar en carrera para ser candidato en 2027.

El heredero y el traidor

No es casualidad que Kiciloff haya elegido el 17 de octubre como fecha para lanzar su acto más político. Una puesta en escena en la que repitió discursos políticos que vienen apareciendo en el peronismo, pero con una particularidad: sin Cristina, con una hinchada cantando “Axel presidente”.

Es necesario prestar atención al relato que ofreció el gobernador en ese discurso. Si analizamos detenidamente el mismo, vamos a encontrar que no se diferencia de la línea propuesta por Cristina. No hay corrimiento ideológico o discursivo de ningún tipo: Soberanía, solidaridad, justicia social son los conceptos principales que defiende el gobernador. Y la reivindicación de lo público, sector muy golpeado por las políticas de Milei.

Si hay continuidad ideológica, el conflicto debe rastrearse por otro lado. Observemos la génesis del mismo: todo parece partir de intentos concretos de Kicillof de fortalecer su control político y territorial sobre la Provincia de Buenos Aires. Estos se hicieron visibles con el encontronazo entre la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza y Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda. La primera, perteneciente a La Cámpora y el segundo aliado al gobernador. La queja del camporismo va dirigida principalmente a que Kicillof comienza a disputar el territorio que gobierna la agrupación cercana a Cristina, a través de la creación de más de cien mesas distritales denominadas “Es con Axel”, destinadas a fortalecer la figura del gobernador.

Ahora bien, si volvemos a la obra del dramaturgo inglés, podemos notar que el punto de tensión principal que sufre el protagonista, es un asunto de valores. De la siguiente manera, Bruto explica sus razones frente a los ciudadanos: “…si este amigo preguntare por qué razón Bruto se alzó contra César, he aquí mi respuesta: ‘No fue porque amaba a Bruto menos, sino porque amaba a Roma más’. ¿Prefirierais que César viviera y morir esclavos, a que esté muerto César y vivir libres? Porque fue mi amigo, lo lloro. Porque afortunado fue, lo celebro; porque fue valiente, lo honro; porque fue ambicioso, lo maté”.

No es la primera vez que el peronismo entra en una disputa, que se termina saldando con el tiempo: Duhalde y Kirchner, Cristina y Massa, entre otras. Sin embargo, en estos casos además de la puja electoral, había grietas ideológicas. Lo llamativo del conflicto entre Kicillof y Cristina es que tal cosa no existe. La estrategia del gobernador es la misma que el de la expresidenta: contrastar con Milei, señalar el impacto del modelo libertario en el pueblo y apelar a lo identitario del peronismo.

Hasta hace no tanto tiempo, los dos referentes del peronismo actuaban paralelo: Kiciloff como principal contrapeso de poder y Cristina como adversaria ideológica. Sin embargo, las últimas situaciones cambiaron profundamente lo que se venía dando: Cristina copando el escenario, saliendo como figura excluyente y vaciando de contenido al exministro de economía.

Si bien entre los desencadenantes de los que a ojos del cristinismo es “traición”, puede aparecer los guiños del gobernador a Ricardo Quintela y algunas declaraciones que parecen enfrentar el liderazgo de Cristina, la verdad que el conflicto se relaciona principalmente con una dispersión de poder en la provincia de Buenos Aires, que aún no se ha resuelto.

La Cámpora actualmente controla doce municipios, que se han visto atacados por el avance de las mesas distritales, organizadas por el gobierno bonaerense, y las recorridas de funcionarios relacionados a Kicillof en terreno cristinista. Quien ha tirado la primera piedra es claramente el otrora mano derecha de Cristina: tomó la decisión de ignorar a los municipios camporistas y jugar en donde no estaba invitado.

He aquí por qué el movimiento de Kicillof es el de Bruto, pero invertido. No ataca a César por diferencia de valores, sino por la necesidad de reemplazarlo. La búsqueda es de autoridad, demostrar ante los otros intendentes que en Buenos Aires hay un solo poder. La rudeza de la acción dejó heridos y La Cámpora no le dejó pasar el atrevimiento. Es en ese momento que Cristina sale a la cancha, y Kicillof decide bajar la intensidad de la acción.

Máximo dice que “…no se construye peleando con la compañera o el compañero, la autoridad se construye peleando contra los poderes concentrados y el poder extranjerizante de nuestro país”, pero la política lo contradice. No pelear es justamente lo que Kicillof estaba haciendo hasta que decidió meterse de lleno en la interna: contrastar con Milei, el representante de los sectores concentrados. Pero si bien esto puede servir como relato de campaña, sin estructura esto no alcanza. En ese momento es que, llegado al límite de crecimiento del capital simbólico, es necesario jugar, configurando el acto trágico que genera el conflicto. Kicillof atacó a la legitimidad de la presidenta, no respetó su autoridad y le disputó su liderazgo.

Si el gobernador no se movía, se quedaba con capacidad de acción reducida, como el caballo en el borde del tablero. Al igual que Bruto luego del episodio del rechazo de las coronas, la coyuntura lo invita a participar o a estancarse. Con menos capital simbólico que Cristina, se ve obligado a golpear para negociar en mejores términos.

¿Quién manda en el peronismo?

La jugada de Kicillof instala un interrogante importante sobre el liderazgo de Cristina. Pero no porque la enfrente a ella, sino porque avanza sobre sus dominios. Una traición peor, ya que la pone en cuestión ante los propios y la obliga a actuar. De ahí la reacción de La Cámpora: ya no se los pone en duda en la palabra, sino que se busca socavar sus bases. Kicillof no quiere usar el mismo discurso de Cristina, quiere sacarle esas banderas y usarlas como propias.

Los juegos en política no siempre son de suma cero. Las interpretaciones que le dan dos caminos al gobernador, la sumisión o la emancipación, fallan en captar lo trágico de la política. La sumisión representa seguir en el mismo espacio, funcionar bajo la dirección estratégica de otro. Emancipación refiere a la ruptura, al acto de romper para tomar otro camino. Aquí opera otra lógica, la de la cooptación: un ataque directo a La Cámpora, para reemplazarla como estructura de poder. El perfil del candidato limita la posibilidad de ruptura, pero sus ambiciones imposibilitan la sumisión. Una construcción de Kiciloff para ser presidente en 2027, hace inevitable el choque. Es una decisión que indudablemente refiere a la tensión que experimenta Bruto: ya no le quedan elecciones cómodas, que lo aíslen de las secuelas: “El alma y mis potencias corporales en discusión están, y así padece mi humano ser, como abatido reino. Cruel revolución”.

No hay todavía epílogo de esta historia. El 2027 es lejano (una eternidad en política) y se viene un 2025 de mucha intensidad. Aventurar si habrá coronación para quien quiere ser jefe del lugar que vio nacer al peronismo, es más que ambicioso: es una tarea imposible. Lo que sí queda claro es que Kicillof ha querido generar un acontecimiento: su propio 17 de octubre, ha tenido la intención de empezar un camino, que vaya desde el kilómetro 0 del peronismo a la Casa Rosada. Logró, por un instante, robarle el protagonismo al César. Restan tareas políticas complejas, negociaciones electorales que le darán otra forma al peronismo bonaerense. El tiempo dirá, el devenir de esta historia.

Leonardo Agustín Motteta (Argentina) es licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Rosario. Se desempeña como consultor, analista político y redactor. Es investigador en el Centro de Estudios de Política Internacional de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Linkedin – Leonardo Agustín Motteta

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