Ascenso de la ultraderecha, crisis de representación y necesidad de un profundo debate público en Argentina

Por Marina Acosta

Los resultados de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) y el triunfo de la Libertad Avanza, un partido de ultra derecha, provocó un cimbronazo en el escenario electoral argentino. El fenómeno aparecía en los análisis cualitativos, pero en términos cuantitativos no despuntaban los puntos adicionales que medían las consultoras de opinión pública.

Los recientes comicios rompieron la polarización entre las dos grandes coaliciones predominantes (Frente de Todos y Juntos) que había caracterizado las últimas dos elecciones presidenciales (2015 y 2019). Al mismo tiempo confirmaron el desembarco de la ultraderecha en la vida institucional de la Argentina y evidenciaron lo que ya se advertía desde 2021: una aguda crisis de representación del sistema de partidos tradicional.

Los tres fenómenos pueden ser diseccionados. En el caso del sistema electoral argentino, a contra mano de lo que sostienen algunas visiones y en contra de la simplificación reduccionista que producen metáforas como “la grieta”, la polarización ideológica produjo un orden positivo en tanto evitó en gran medida la fragmentación del sistema político y, en consecuencia, permitió mayor legitimidad a los espacios. El triunfo de Libertad Avanza en las PASO introdujo una novedad: un tercer actor en la dinámica competitiva.

Con el primer triunfo de la Libertad Avanza en buena parte del territorio nacional se materializó un fenómeno que ya había aparecido en otros sistemas políticos. El avance de la ultraderecha en Argentina sigue la línea de lo que ocurre a nivel global. Mucho se ha estudiado no solo de su consolidación en la Unión Europea sino además de su peligrosa institucionalización. El triunfo de estos espacios se enmarca dentro de los avances que estas ideas han tenido en países como España, Italia, Francia, Polonia, Hungría, Alemania y Austria, por nombrar sólo a algunos. Estos espacios se distinguen por su discurso primitivo, negacionista, xenófobo, homofóbico y antiderechos que, ciertamente, representa una amenaza para la vida institucional. Se trata de derechas totalmente radicalizadas y que suelen tener a los Estados como principales enemigos.

El atentado a la vicepresidenta Cristina Fernández, en septiembre de 2022, constituye uno de los acontecimientos más graves en la historia institucional de Argentina. Al hecho no solo se lo debe comprender en su singularidad si no que debe ser puesto en relación con un contexto de proliferación de discursos de odio que instigan, legitiman y habilitan formas de violencia indiscriminada. El triunfo de Javier Milei en las elecciones PASO no es necesariamente una expresión genuina del descontento social. Por el contrario, hay un condicionamiento sobre el sistema democrático, cuyo origen es geopolítico, para que este tipo de “personajes” actúe. Por tanto, no hay que ni romantizar su figura ni subestimar que existe un caldo de cultivo que permite su presencia en el espacio político electoral.

El tercer fenómeno, no menos importante, es la crisis de representación que hoy tiñe a la política argentina. En las últimas elecciones, la ciudadanía se expresó contra el sistema político en general. Así queda expresado en un doble sentido: la pérdida del volumen de votos de las dos grandes coaliciones y el alto número de ciudadanos que decidieron no participar de los comicios. Si bien el ausentismo tiene un papel en la caída de las dos principales coaliciones, relativamente es menor respecto de los desplazamientos del voto. De todas maneras, este orden de magnitud no implica que deba ser desestimado su aporte de cara a las elecciones de octubre en cualquiera de los sentidos. ¿Acaso la política argentina está haciendo algo para que los electores no concurran a votar? En cualquier caso, el descontento ciudadano con Unión por la Patria y Juntos resulta explícito; ni uno ni otro han mejorado la distribución de sus apoyos si, por caso, comparamos los resultados de estas PASO con las de 2019.

El voto a Milei

Grosso modo, la composición del voto de Milei presenta tres características distintivas: se trata de un voto de raíz popular (la principal fuente de votos provino de las pérdidas de Unión por la Patria en todo el país), presenta un sesgo marcadamente masculino y joven en su base electoral.

Milei pudo conectar desde el punto de vista emocional o afectivo con una ciudadanía que demandaba un liderazgo fuerte para un contexto socioeconómico agudo. Hay que recordar que en las situaciones de crisis, la opinión pública exige al sistema político mucha más firmeza en la toma de decisiones que en lo que en general hace durante situaciones de “normalidad”. En ese sentido, el autodenominado libertario sintonizó con una demanda social muy fuerte que los argentinos venían explicitando desde las elecciones legislativas de 2021 . Por cierto, se trata de una demanda inevitable producto de diez años de estancamiento económico, caída de los ingresos reales y un nivel de inflación altísimo.

El discurso de Milei sigue la trayectoria de los discursos de las extremas derechas. Se trata de discursos demagógicos; sin ir más lejos, la plataforma de su espacio presenta inconsistencias y propuestas que difícilmente podrían llevarse a la práctica. Su mérito, no obstante, ha sido imponer buena parte de la agenda de discusión pública en el último tiempo y se ha encontrado con poca confrontación de ideas desde los otros espacios que aún no encuentran cómo posicionarse adecuadamente.

Un escenario de balotaje

Los últimos datos de nuestros informes postulan un escenario de segunda vuelta entre la ultraderecha y Unión por la Patria. Juntos por el Cambio, encabezado por la candidata Patricia Bullrich, enfrenta el problema de que buena parte de los votos de su otrora contrincante (Horacio Rodríguez Larreta) en la PASO del espacio está migrando hacia Libertad Avanza. Se trata del principal movimiento del desplazamiento del voto. La coalición de centro-derecha sufre por estos días esa pérdida de apoyo que la relega a un claro tercer lugar en la contienda.

Así planteada, la coyuntura electoral necesita ahora de un intenso debate de ideas y propuestas. Las campañas electorales no cumplen solo funciones informativas, legitimantes y de selección de élites. Representan, además, momentos privilegiados de comunicación entre representantes y representados.

Hoy nos encontramos con una ciudadanía expectante que espera definiciones y movimientos del sistema político. No es cierto que los electores aregentinos/as muestran altos niveles de apatía o desafección política. Cuando preguntamos en nuestros estudios por el interés en los temas de la campaña, más de la mitad de la muestra nos contesta que está interesada “mucho o bastante”. Cuando preguntamos si se comparten opiniones sobre las elecciones con la familia o el grupo de amigos, seis de cada diez encuestados/as nos dicen que lo hacen “mucho o bastante”. Los argentinos y las argentinas están interesados/as en la política. La literatura ha demostrado que cuando los votantes siguen una campaña electoral suelen también involucrarse en las elecciones.

Son los espacios políticos, ahora, quienes deben propiciar la máxima deliberación pública de los proyectos políticos en pugna para una ciudadanía que espera mucho de ellos.

Marina Acosta (Argentina) es directora de Comunicación de la consultora Analogías. Doctora en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires). Directora del Grupo de Estudios de Comunicación Política en América Latina del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Facultad de Ciencias Sociales, UBA).

macosta@sociales.uba.ar

Twitter: @navyacosta

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