Por Francisco Córdova Echeverría
El presidente Gabriel Boric ha expresado un elocuente desplazamiento de su relato político durante su acelerada carrera. No es que haya un abandono de la ideología, sino más bien su dilución en los marcos simbólicos de las sociedades neoliberales donde todo “lo sólido” termina siendo relaciones públicas atrapadas en un clima de contingencia absoluta.
El filósofo y académico Mark Fisher en su libro Realismo capitalista ¿No hay alternativa?, publicado en 2009, plantea que “en el capitalismo todo lo sólido se disuelve en relaciones públicas”, en tanto las iniciativas que toman algunos gobiernos importan siempre que sus efectos “se registren a nivel de la apariencia y de las relaciones públicas”. Ya no importa el intentar cambiar las cosas, sino más bien lo que se hace es hacer que las cosas parecieran cambiar o que son de otra forma (aunque todos sepamos que no es así realmente, ese “Gran Otro” de Zizec). Así por ejemplo, los que fueron años de activismo político y militancia de Gabriel Boric a favor de un sistema universal del derecho a la salud, en su gobierno se diluyen en la aprobación de una ley (que podría haber vetado y devuelto a discusión en el Parlamento) que permite la continuidad o “salvataje” del sistema privado de previsión de salud (ISAPRES), a pesar que la gran mayoría de estas fueron condenadas por la justicia[1] a pagar miles de millones de pesos a las y los afiliados a sus planes (prácticamente el 20% de la población chilena correspondiente a los de mayores ingresos), puesto que cobraron alevosamente de más en sus servicios pese a que la corte se los había prohibido claramente.
No entraré en detalle del relato del gobierno en sus justificaciones, para las intenciones de esta reflexión no es importante, sino más bien interesa tener en claro que las actuales acciones del gobierno reproducen un orden de las cosas que previamente eran impensables de defender pues atentaban contra un pilar central en la construcción ideológica (discursiva para Foucault) del progresismo/izquierda que predicaban con tesón e envidiable convicción. Esto se suma a una serie de episodios de declaraciones que poco a poco han ido dando cuenta de una clara intención de cambiar lo ideológico-discursivo, pero sin que se entienda que se abandona la tienda del izquierdismo, sino más bien se han visto obligados, según la pauta de comunicación de La Moneda, a “estabilizar el país”[2] como primera necesidad.
Bajo esa premisa macro, en el funeral del expresidente y multimillonario Sebastián Piñera Echenique, Boric reconoció que “como oposición durante su gobierno las querellas y recriminaciones fueron más allá de lo justo y razonable”, frase que irritó (con justificación, creo yo) a todo el mundo de las izquierdas y agrupaciones sociales que aún sostienen en alto las demandas por las deudas de justicia y reparación ante las violaciones a los DDHH durante el estallido social del 2019 que fueron respaldados por varios informes tanto de organismos chilenos como internacionales.
Meses después, Boric en un contexto mediático político de seguridad pública ante el asesinato de tres policías en el sur de Chile, en una entrevista le consultaron sobre un símbolo muy particular que estaba en el debate público, instalado por la extrema derecha como referencia metafórica de la violencia para las movilizaciones sociales que, para el universo de la calle movilizada, es parte de la construcción de la identidad kiltra[3] de la protesta: el famoso perro “matapacos”, que originalmente se llamó “negro matapacos”[4] por allá en el 2011. Como era un tema en la agenda, la discusión sobre el “apoyo” que tuvo el Frente Amplio y en especial el exdiputado Boric durante el estallido hacia las acciones de protestas “y de violencia” (según la derecha), sin duda el equipo de comunicaciones de la Presidencia podría prever que esa pregunta sería hecha.
Alternativas había como minimizar la importancia política de ese símbolo en la actualidad, apuntando a que lo traen fuera de su contexto simbólico social, o simplemente no responder directamente a la pregunta cuya respuesta no afecta en nada a causar alguna solución a los problemas inmediatos, a los cuales el gobierno está fuertemente abocado, en simple algo como: “no voy a responder a temas menores cuando hay que resolver problemas concretos”.
Pero no, optó por afirmar que jamás había festinado, ni le hacía sentido la imagen burda del perro “matapacos”, agregando además que su figura le parecía incluso ofensiva y denigrante. Esto también ocasionó reacciones de molestia en los sectores de las izquierdas y progresismos que no renuncian a las demandas programáticas que se vieron truncadas por el fracaso del Apruebo el 4 de septiembre de 2022 y que recibieron, me atrevo a decir, a esta –negación del símbolo– como una negación de la historia común kiltra de quienes desde la exclusión o la precariedad han demandado y demandan más y mejores derechos sociales. Como dije, era una respuesta que no se necesitaba responder, a no ser que quisieras dejar en claro dónde estás hoy a diferencia de dónde estabas ayer. No estamos frente a una consecuencia de las fuerzas de la realidad que no dejan hacer otra cosa, yo más bien veo acá una decisión estratégica que se lleva a cabo sin titubear.
Algunos dirán que este desplazamiento ideológico es consecuencia del “realismo político”, pero ¿Qué eso que llamamos realismo político? Podríamos extendernos en los seis puntos de Hans Morgenthau[5] y en el trabajo que hace con ello posteriormente el académico Luis Oro Tapia (Universidad de Valparaíso) en su libro El concepto de realismo político, que nos indica que “aún no está constituido el concepto con sus respectivos indicadores. Y expresado en un lenguaje con resonancias metafísicas, habría que decir que aún no han sido identificados los elementos que constituyen la noción” y al igual que él comparto que no debemos buscar definiciones esencialistas de la realpolitik. Las posibilidades y las capacidades de trabajar con ellas, o incluso dárselas luego de una construcción estratégica, prefiero asumirlas desde la perspectiva de la correlación de fuerzas que nos ofreció Gramsci con el análisis objetivo de la realidad, pues claramente hay condiciones que superan a los sujetos y sobre ellas se deben tomar las decisiones, y es justamente en ese punto donde aplicamos la ideología, pues toda decisión política conlleva un objetivo y este a un horizonte. Por otra parte no puedo dejar de lado a Max Weber, hace un siglo nos hablaba de la política de la responsabilidad y de la política de la convicción, dos éticas que no son ideales (recuerden que no estamos en miradas esencialistas), “No es que la ética de la convicción sea idéntica a la falta de responsabilidad o la ética de la responsabilidad a la falta de convicción. No se trata en absoluto de esto”, por lo tanto, podemos inferir que se puede actuar con responsabilidad política sin abandonar la convicción, entonces ¿Dónde están las convicciones de Boric?
Desde distintos frentes, ya sean en declaraciones desde la oposición o desde los medios con editoriales pro oligarquías[6], dan cuenta de esto que les expongo, por lo tanto no es una percepción suspicaz, sino más bien un hecho concreto. Ante esto la oposición a Boric ha tomado dos líneas generales: la que no le cree su cambio y acusa de “vueltas de chaquetas” de talante utilitarista y quienes celebran que esté “habitando el cargo”, aunque a pesar de ello le siguen negando el agua y el aceite en sus reformas claves. Esto último permite evaluar el desempeño de este cambio discursivo, pues ya sea por estrategia de congraciamiento o por un cambio en las convicciones, no ha generado mejores relaciones con la oposición como así tampoco ha consolidado su (¿otrora?) base ideológica, o como se le suele decir a sus “tribus”.
Ahora el gobierno ha tenido señales hacia su sector, pero han quedado atrapadas en los ámbitos morales que sirven para polarizar y ordenar un poco los bordes de dónde está cada quien, pero realmente no hay nada estructural ahí. En la reciente cuenta pública lo que mayor cobertura mediática y declaraciones generó fue el anuncio que se avanzará en una ley de aborto y otra de eutanasia, que no demoró en provocar las airadas reacciones de los distintos grupos conservadores y por su otra parte, el apoyo de los sectores de izquierda y progresistas liberales. Esto se tomó la agenda por unos días y logró generar un sentido de unidad ¿Basta con ello? Seguro que no.
En política los ajustes discursivos sin duda son una realidad totalmente necesaria, pues las condiciones objetivas de la realidad superan las voluntades de los individuos. La responsabilidad del cargo, así como su rol simbólico, también son importantes para sostener la legitimidad de la institucionalidad y poder en ejercicio. Pero ello, ciertamente, debe tener una planificación estratégica para darle conducción y sentido en tanto hay un proyecto político en desarrollo, con altos y bajos. Pero acá no tenemos al parecer ninguna de las dos cosas, lo que es altamente preocupante, tanto así que no son pocos los politólogos que dan casi por hecho que será una o un gobernante de derechas el que venga después. Esto último me parece una osadía irresponsable, porque la futurología no es una virtud de las ciencias sociales, pero sí me parece prudente considerar que no se logra comprender para dónde va la línea discursiva/ideológica del actual gobierno socialdemócrata.
No cabe duda que no la tiene fácil Gabriel Boric, sin mayorías en ambas cámaras y con una coalición más atada por la responsabilidad que por la convicción, mucho margen de maniobra no tiene y se comprenden las limitaciones para presentar proyectos que tengan viabilidad de ser aprobados. La caída de la propuesta constitucional post estallido significó una desorientación en la agenda de gobierno y sospecho que ello se expresa claramente en estos tiempos de “realismo capitalista” en donde al final, terminamos llenos de gestos ideológicos pero con prácticas que nuevamente nos hacen sentir que las cosas seguirán igual de bien para unos pocos, y más o menos y mal para las mayorías trabajadoras, asimetría social que claramente quedaron expresadas en las demandas del estallido social, que según parece quedarán en las capas freáticas de la política hasta que nuevamente emerjan con furia.
Francisco Córdova Echeverría (Chile) es magíster en dirección y liderazgo para la gestión educativa. Diplomado en Filosofía, Sociedad y Cultura. Cirujano Dentista de la Universidad de Concepción. Actualmente estudiante de Ciencia Política y Sociología en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Ayudante en cátedras de Comunicación Política en facultades de Ciencia Política y Comunicación Social. Ha sido dirigente social y político en Chile.
X: @FCordovaE / Instagram: @depresivoOptimista
[1] Ver fallo en https://www.pjud.cl/prensa-y-comunicaciones/noticias-del-poder-judicial/83477
[2] Ver expresiones de la vocera de gobierno, Camila Vallejo en https://efe.com/mundo/2024-04-21/portavoz-gobierno-tuvimos-que-estabilizar-chile-para-despues-poder-crecer-y-transformar/
[3] En Chile le denominamos “kiltro” a los perros que no son de raza y/o que habitualmente están deambulando abandonados en la calle.
[4] Para profundizar la historia y la importancia política-simbólica del “negro matapacos” y lo expresado por el presidente Boric, recomiendo la lectura de https://www.lemondediplomatique.cl/el-perro-negro-matapacos-burdo-ofensivo-denigrante-por-daniel-eyzaguirre.html
[5]Acá en síntesis los seis puntos: 1) leyes sociales objetivas basadas en la naturaleza del hombre; 2) el interés y el poder como principios de lo político; 3) entender la situación nacional en sus circunstancias reales; 4) la existencia de una moral universal en el ámbito de las relaciones internacionales; 5) la diferencia entre la moral universal y la moral nacional; 6) la autonomía de la política.
[6] Por ejemplo: https://www.latercera.com/la-tercera-domingo/noticia/habitar-el-cargo-los-cambios-de-boric-a-dos-anos-de-su-desembarco-en-la-moneda/NWPJ3W33OVDPVHF3LPRZMI3P5Q/