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Encrucijada electoral en Colombia: ¿cambio o continuidad?

Por Javier Calderón Castillo

El concepto de cambio en los procesos electorales pocas veces se acerca a una definición profunda, orientada a la transformación o a la transición. Es usado en la comunicación política como un significante, el de “llenar” una expectativa, y su axioma, es más bien el de sustitución. En el caso del actual proceso electoral colombiano, el asunto del cambio tiene trascendencia por la posibilidad de triunfo del binomio progresista Gustavo Petro – Francia Márquez, quienes tienen la enorme responsabilidad de lograr una votación capaz de vencer a los de siempre, al establecimiento político que lleva más de doscientos años de gobierno.

La encrucijada electoral en el 2022 está polarizada entre el cambio de rumbo del país para su democratización o por una continuidad asfixiante, responsable del estallido social de 2021.

El 29 de mayo, día de la elección, Petro deberá competir contra todo el establishment político y económico, disperso en las candidaturas de Sergio Fajardo (centro); Federico Gutiérrez (derecha); Rodolfo Hernández (derecha); Ingrid Betancourt (centroderecha); y otras tres candidaturas que no superan el 1% en las encuestas. Las campañas de Fajardo y Gutiérrez serán las más desafiantes para el tándem progresista que representa hoy, la principal opción en las encuestas y en las calles.

Será una campaña reñida, con muchos actores en disputa y con muchos ejes de discusión: la implementación del Acuerdo de Paz (la justicia y la reforma rural, en especial); y de todo el paquete de reformas con perspectiva de restitución de derechos; la transformación del sistema de salud y el pensional; el desplazamiento de una casta burocrática, adueñada de las políticas públicas (y sobre todo, del presupuesto de la Nación).

La contienda

Con ese contexto, es fácil suponer la virulencia que tomará la puja electoral. En la elección parlamentaria ya se evidenció el tono y tipo de acciones que puede emprender la derecha. Tras el retroceso del uribismo, al perder 22 bancas en el Congreso, el expresidente Álvaro Uribe denunció fraude y pidió, sin éxito, un recuento total de los votos, dejando latente la posibilidad de desconocer el resultado presidencial. Fue tan duro el golpe que desistieron de tener un candidato propio, para adherirse a la campaña de Gutiérrez. Es la primera vez, en veinte años, que deberán sumarse a otra campaña presidencial.

En efecto, los grupos empresariales (y sus medios de comunicación), están nerviosos y piden unidad en las derechas. Están tratando de posicionar a Federico Gutiérrez como un “renovador” y tratan de escenificar una polarización con Gustavo Petro para desechar a otros candidatos y obligar a un balotaje.

Los estrategas de la derecha pretenden reeditar el escenario de 2018, cuando todas las fuerzas de centro y derecha se sumaron a Duque y lograron vencer a Petro. Sin embargo, el problema que enfrentan para ello es que Duque hizo una pésima gestión, sin logros para destacar. Uribe perdió popularidad y no puede mostrar a Gutiérrez como su elegido, ya que este, a su vez, no puede despegarse de Duque porque necesita el dinero del Estado, fundamental para su campaña con baja adhesión popular y sin un programa distinto al neoliberalismo de siempre.

Federico Gutiérrez o Sergio Fajardo no contarán con el miedo al “Castrochavismo” o a la toma estatal de las guerrillas. Tampoco pueden reeditar el 2018 porque el candidato que tiene la centralidad es Petro, que el 13 de marzo obtuvo el 47% de los votos de las consultas internas, 18% por encima de la consulta de Gutiérrez y 30% por arriba de Fajardo.

El escenario para Petro

En estas condiciones, el escenario más probable es el triunfo de Gustavo Petro. Los gestos políticos de algunos sectores así lo indican. En el Partido Liberal, por ejemplo, están acomodando sus fuerzas parlamentarias para negociar y condicionar el desarrollo del programa progresista. Ya hablan de “líneas rojas”, que no cruzarán en el apoyo a las políticas progresistas. Intentarán mantener el modelo económico en lo estructurante, un Estado pasivo en la economía, leyes favorables a los capitales extranjeros, sostener sin cambios sustantivos la exportación minero-energética y mantener en manos privadas la salud y el sistema. El uribismo, por su parte, intentará impedir cambios en la economía rural, centrada hoy en el rentismo improductivo (y el narcotráfico).

La dimensión del cambio y el creciente temor de la derecha abren otro escenario que matiza la posibilidad de un triunfo de Petro. La desesperación de las derechas tornará la campaña en una feroz disputa, sin que se pueda tener dimensión de sus alcances para impedir la victoria progresista (o sí sabe, pero es mejor no especular). Tanto los grupos empresariales –con sus medios de comunicación–, los sectores militares, incluso factores externos (como sectores de Estados Unidos) se esforzarán a fondo para evitarlo.

Si ganan Petro y Francia será un gran paso adelante para el país, aunque se desaten los intentos uribistas por hacer “invivible la República” y de evitar un cambio de fondo, como lo intentarán los liberales, condicionando la agenda legislativa para disipar la potencia del programa progresista. Si pierde Petro y Francia, pierde Colombia y quizá la integración de América Latina, aunque las razones del avance progresista seguirán activas, junto con la movilización y la resistencia social.

Javier Calderón Castillo (Colombia) es sociólogo y magíster en Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, candidato a doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Docente e investigador sobre problemas geopolíticos latinoamericanos, del pensamiento crítico colombiano, de los movimientos populares y los partidos políticos. Escribe para el Centro Latinoamericano de Geopolítica y hace parte del Grupo de Pensamiento Crítico Colombiano, del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe de la Universidad de Buenos Aires. 
Twitter: @javiercc21 

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