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La comunicación y su influencia en la “sensación térmica de la violencia”

Por Elda Magaly Arroyo Macías

La percepción sobre la seguridad se construye a partir de tres perspectivas: la experiencia propia al ser víctima de un delito; lo que alguien más ha vivido y nos relata; así como lo que informan diariamente los medios de comunicación.

Las noticias en donde se narran homicidios, robos con violencia, desapariciones, secuestros o enfrentamientos siempre tendrán un lugar importante en las portadas de los diarios o como información principal en los noticieros de televisión, radio e internet, incluso, tienen un alto potencial de convertirse rápidamente en tendencia dentro de las redes sociales por el miedo que generan, pero ¿cómo afecta esto en nuestra percepción de la seguridad? ¿Cuál es la distancia entre la realidad y el temor difundido?

Todos, en algún momento de nuestra vida –o más de los que nos gustaría reconocer–, hemos sentido miedo a lo concreto o lo intangible, físicamente la experiencia implica una reacción fisiológica, por un lado las palpitaciones se hacen presentes, la temperatura corporal disminuye, la piel se eriza y la sensación de alerta máxima puede ser agotadora, pero también hay consecuencias psíquicas, el shock, nos lleva a asociar espacios, sitios o personas con aquello que nos atemoriza aun cuando ya no estamos en una situación de riesgo o de frente a la amenaza.

Diariamente, los medios de comunicación dedican espacios significativos a difundir este tipo de información, periodísticamente se cumple con la premisa de documentar un hecho de relevancia dentro de la comunidad, pero cómo es que esta constante repetición de datos, con una fuerte carga narrativa de violencia influye en la llamada sensación térmica, es decir, cuando comenzamos a creer que el crimen está acechándonos y en cualquier instante podemos ser una víctima, aunque las probabilidades no sean tan próximas.

La construcción de la percepción

En seguridad, la percepción es la sensación que tienen las personas de ser víctima de algún hecho delictivo o un evento que pueda atentar contra su integridad física o moral, vulnerando sus derechos y la conlleve al peligro y esta se construye a partir de tres perspectivas.

La experiencia de vivir y ser víctima directa de un hecho de violencia o una conducta delictiva altera nuestros sentidos a gran escala. El miedo se hace presente y el impacto puede generar como resultado una cicatriz emocional que simplemente nos hace observar la amenaza en todas partes y en todos aquellos que nos rodean, aunque nos encontremos en un sitio seguro. Esta cicatriz dependerá en gran medida del tipo de violencia que se ha experimentado, no podemos colocar en la misma métrica un abuso sexual que un robo en la calle, ya que involucra factores distintos, por la naturaleza de cada ilícito, sin embargo, hay aspectos que sí son concurrentes.

Después de sufrir un suceso de naturaleza violenta que nos implica ser víctimas empleamos ciertos mecanismos de defensa como evitar ciertos lugares, nos ponemos a la defensiva si observamos personas con las características del agresor. Apretar el bolso contra sí o esconder el teléfono celular cuando se ve pasar a dos personas en una motocicleta se vuelve más un reflejo involuntario, que un acto pensado, por mencionar un ejemplo. Esta es la percepción más grave, la que más afecta, porque es cuando el miedo deja de ser algo subjetivo y se convierte en una realidad palpable.

Lo que vivimos en los otros

En segundo término, está la percepción que se construye a partir de la experiencia de otros que forman parte de nuestro círculo cercano o quien puede relatarnos qué fue lo que vivió y cómo. No podemos olvidar que la historia a contar está sujeta al trauma de haber pasado por una situación de riesgo en donde el miedo estuvo presente y con ello sus indicadores físicos, por lo que habría algunos detalles que puedan magnificarse o bien pasar inadvertidos durante el relato, todo depende de quien lo narre y la respuesta del receptor, así como la interpretación que este hace del significado de la experiencia.

World of Mouth (o el marketing de boca en boca) es, como su propio nombre lo dice, una de las estrategias más poderosas para contar la experiencia sobre un producto o un servicio, pero cuando lo observamos en la comunicación de una situación de violencia, el resultado es impresionante, ya que cada persona añade su opinión al hecho sin haber sido testigo.

La subjetividad se hace presente, la narración del suceso queda a expensas de lo que alguien más contó, de cómo se imaginó que pasaron las cosas, el asaltante podría ser uno, pero ahora, la posibilidad de que fuesen dos o tres está sobre la mesa y quién podría cuestionarlo. El temor se mantiene y el calor de la percepción de inseguridad comienza a subir porque entonces reconocemos nuestra propia vulnerabilidad en la experiencia de otro, por ello es que el miedo encuentra una caja de resonancia que suena y suena fuerte.

El papel de los medios

El tercer componente en la construcción de la percepción de seguridad está en los medios de comunicación, en la difusión e interés que tienen en las noticias de corte policial, que magnificadas e hiperbolizadas dan paso a la nota roja, la cual a muchos les avergüenza reconocer que son consumidores, pero que se mantiene en la cima del interés al ser informado.

Por un lado está la narración de un hecho de relevancia e impacto social que implica la documentación periodística y la actuación de las autoridades como problemática para atender, pero por el otro, la adjetivación en los titulares, la revictimización permanente y la difusión del miedo para la obtención de audiencia es la constante que reciben los espectadores cuando se informan sobre un hecho de violencia.

Las noticias sobre hallazgos de cadáveres, desaparecidos o balaceras son la constante porque implican mayor espectacularidad, pero comparados con otros hechos que en verdad son padecidos por el grueso de población y que sí son palpables en la percepción apenas si son mencionados.

La violencia que se vive en México no puede ser negada ni matizada, sin embargo, esto no es una problemática nueva, ya que al menos, en los últimos veinte años las narrativas sobre las organizaciones delincuenciales son noticias principales en todos los informativos del país, pero se habla solo de los resultados, más no de las causas y el proceso que implicó llegar hasta este punto, negándole al espectador la posibilidad de construir una opinión al contar con más elementos.

Este constante bombardeo de información, en donde no se hace una distinción entre las causas y la diversificación de las actividades delincuenciales, aunada a la difusión de boca en boca sobre la experiencia de otras personas podría llevarnos a plantearnos ¿Qué es lo que percibimos cuando conocemos esta información? ¿El miedo es real o solo es una idea magnificada?

Elda Arroyo (México) es licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara y maestrante en Administración Pública. Trabajó para Milenio, Notisistema y Eastern Group de Los Ángeles, California, entre otros. Cuenta con formación policial y actualmente es directora de Comunicación de la Secretaría de Seguridad del Estado de Jalisco, en México.

Twitter: @elda_arroyo | Instagram: @eldaarroyo

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